EL DEBATE SE DIO EN EL CONGRESO DE TUCUMÁN

| 10/07/2021

¿Quiénes eran los descendientes incas que proponía coronar Belgrano?

¿Quiénes eran los descendientes incas que proponía coronar Belgrano?

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Antes de declarar la independencia el 9 de julio, el militar expuso sus ideas en una sesión secreta. Las discusiones se retomaron el 12 y el proyecto de establecer una monarquía constitucional con base incaica despertó interés. Pero Buenos Aires tuvo la última palabra.

Para 1816, hacía dos años que Fernando VII había retornado al trono de España. En la península ibérica, los partidarios de una constitución liberal habían mordido el polvo de la derrota y momentos antes de iniciar sus deliberaciones el Congreso de Tucumán, solo las Provincias Unidas del Sur persistían en las metas republicanas y democráticas. Fue tres días antes de la declaración de la independencia que Manuel Belgrano, en una sesión secreta, propuso convocar a un heredero de la dinastía de los incas.

Por entonces, repuesto al frente del Ejército del Norte, el creador de la bandera no era congresal, así que recibió una invitación especial para dar a conocer su opinión. Expresó: “Que así como el espíritu general de las naciones, en años anteriores, era republicanizarlo todo, en el día se trataba de monarquizarlo (sic) todo. Que la nación inglesa, con el grandor y majestad a que se había elevado no por sus armas y riqueza, sino por una constitución de monarquía atemperada, había estimulado a los demás a seguir su ejemplo”. Lejos estaba el abogado devenido en militar de proponer un retorno al absolutismo.

Según el vencedor de Tucumán y Salta, “la forma de gobierno más convenientes para estas Provincias, sería la de una monarquía atemperada; llamando la Dinastía de los Incas por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta Casa, tan inicuamente despojada del trono por una sangrienta revolución”. Más allá de su terminología, hay que recordar que los Incas perdieron el poder a manos de los colonizadores españoles.

La monarquía que Belgrano sugería incluía el funcionamiento de un congreso o parlamento -es el caso inglés- con un primer ministro llamado a desempeñar el poder ejecutivo. Las cosas avanzaron bastante, a tal punto que “se mencionó a Dionisio Inca Yupanqui, coronel en España y diputado a las Cortes de Cádiz”, según reconstruyó el historiador Sergio Caviglia, para la publicación “Pueblos originarios e Independencia. 13.000 AP -1816”, que editó en 2016 el Ministerio de Educación de Chubut.

El candidato a monarca era oriundo de Cusco, pero se había educado “en el Seminario de Nobles de Madrid” y “se había destacado en la lucha por la Independencia”. Como diputado de las Cortes, había firmado la Constitución de 1812 en España. Quizá nunca soñara con convertirse en rey, pero no era ningún improvisado. Competía con Juan Bautista Tupac Amaru, hermano del célebre José Gabriel Condorcanqui.

Juan Bautista zafó del descuartizamiento colectivo con que los españoles habían reprimido la insurrección de 1781, pero fue embarcado rumbo a España junto a otros 68 prisioneros, la mayoría de los cuales falleció en el confinamiento, entre ellos, su madre y esposa. Entre las víctimas fatales también se contabilizaron 17 niños. Tupac Amaru languideció en los calabozos de Cádiz y Ceuta.

Durante la reclusión conoció al sacerdote agustino Marcos Durán Martel, quien se abocó a conseguir su libertad y, luego, contribuyó a que se embarcara hacia Buenos Aires. El candidato a monarca compartió calabozo con Juan Bautista Azopardo, temprano héroe naval de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que también había caído en manos de los realistas. Cuando finalmente, los dos pudieron arribar al río de la Plata, Azopardo intercedió para que el gobierno solventara la escritura de “El dilatado cautiverio bajo el gobierno español de Juan Bautista Tupac Amaro, 5° nieto del último emperador del Perú”.

Juan Bautista completó su trabajo a los 80 años, después de padecer la mitad de su vida en prisión. En sus líneas, describió “la violencia desmedida y el maltrato sufrido desde que habían sido apresados, mostrando la crueldad, la alevosía y, sobre todo, la indiferencia con la que se cometían dichas atrocidades”, según comenta Caviglia. Murió en Buenos Aires y sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta.

Sobre aquella sesión secreta, recordó Belgrano en sus escritos: “El Congreso me llamó a una sesión secreta y me hizo varias preguntas. Yo hablé, me exalté, lloré e hice llorar a todos al considerar la situación infeliz del país. Les hablé de la monarquía constitucional con la representación de la Casa de los Incas: todos adoptaron la idea”. El 12 de julio se retomó el debate sobre la forma de gobierno.

Los representantes del Alto Perú, los catamarqueños y tucumanos respaldaban el retorno de los incas al poder, aunque en un marco de monarquía constitucional. Además de Belgrano, Martín Miguel de Güemes también promovía el proyecto incaico. Pero la elite ilustrada de Buenos Aires primero hizo dilatar las cosas, luego dio a conocer su cerrada negativa y recién en 1853, la Argentina pudo decidirse por una forma de gobierno. Y de los incas, ni noticias…

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