LAS ÚLTIMAS HORAS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

| 27/01/2023

¿Qué tan respetuosa de la historia real es “Sin novedad en el frente”?

¿Qué tan respetuosa de la historia real es “Sin novedad en el frente”?
La última carga en "Sin novedad en el frente".
La última carga en "Sin novedad en el frente".

La película alemana que compite con “Argentina, 1985” por un Premio Oscar, plantea una situación que podría juzgarse inverosímil en sus tramos finales. Sin embargo…

Los últimos momentos de “Sin novedad en el frente” (2022) describen tamaño sinsentido, que la pregunta no demora en aflorar: ¿fue efectivamente así? Si la suerte ya estaba echada y los contendientes habían puesto su firma en el armisticio, ¿fue posible tanto desprecio por la vida humana? No hay que perder de vista que el film alemán no se basa en estudios históricos o crónicas periodísticas, sino en la novela del mismo nombre que publicó en 1929 Erich Maria Remarque. ¿Por dónde pasa la línea que debería separar ficción de realidad?

Hay un testimonio de primera mano que describe qué pasó en el frente occidental a las 11 de la mañana de 11 de noviembre de 1918. En primera instancia, no coincide con la semblanza de la película que compite por el Oscar con “Argentina, 1985”. Legó la vívida estampa el piloto estadounidense Eddie Rickenbacker, quien desde el aire vio que “a ambos lados de la tierra de nadie, las trincheras entraron en erupción. Hombres con uniformes caqui salieron de las trincheras norteamericanas y otros de uniforme gris surgieron de las alemanas. Desde mi posición vi como lanzaban sus cascos al aire, arrojaban sus armas y movían sus brazos. Entonces, a lo largo de todo el frente, los dos grupos comenzaron a aproximarse por la tierra de nadie. De repente, los uniformes grises se mezclaron con los marrones. Pude ver cómo se abrazaban, bailando y saltando”.

Pero el episodio que recrea la película tuvo lugar en un tramo del frente en donde apenas unos cientos de metros separaban a las tropas francesas de las alemanas. Si se considera toda la longitud de las trincheras, el final de Paul Bäumer se torna más verosímil. El historiador Joseph Persico estableció que en las seis horas anteriores a la entrada en vigencia del armisticio, aliados y alemanes sufrieron alrededor de 11 mil bajas, de las que 2.738 fueron víctimas fatales.

El libro de Persico, historiador militar estadounidense que falleció en 2014, se titula “Undécimo mes, undécimo día, undécima hora. Día del Armisticio, 1918: la Primera Guerra Mundial y su clímax violento” (Random House – 2004). Según sus cálculos, si los altos mandos hubieran aceptado el alto el fuego que había propuesto Alemania el 8 de noviembre, es decir, tres días antes, nada menos que siete mil soldados de ambos bandos habrían salvado su vida.

Por entonces, británicos, franceses y estadounidenses sólo buscaban sellar la derrota definitiva del enemigo porque poner a las tropas del káiser cerca de esa situación, había demandado mucho esfuerzo. Sobre todo, los mariscales galos, tenían muy presente que apenas cinco meses antes, las unidades alemanas se habían situado a menos de 100 kilómetros de París, con la chance de bombardearla a través del enorme cañón Pariser Kanonen.

Ante la inminencia de la debacle, el gobierno preparó su traslado al sur, mientras todos los gobiernos europeos urgían el ingreso estadounidense en la contienda: “Si Estados Unidos se retrasa ahora, puede que llegue demasiado tarde”, había escrito el primer ministro británico, David Lloyd George, al presidente Woodrow Wilson. Washington declaró la guerra en abril, pero demoró en movilizar sus efectivos.

Después de acordar la paz con el nuevo gobierno soviético de Rusia a comienzos de 1918, las fuerzas que conducía Erich Ludendorff se concentraron en el oeste. Para marzo-abril, Alemania reunió 192 divisiones frente a 156 de sus contrincantes. “Numéricamente, la situación nunca había sido tan prometedora para los germanos”, escribió Peter Hart en “La Gran Guerra (1914-1918): historia militar de la Primera Guerra Mundial” (Crítica - 2014).

La diferencia se hizo sentir: “Estamos con la espalda contra la pared y todos nosotros debemos luchar hasta el final, conscientes de que la nuestra es una causa justa. La seguridad de nuestros hogares y la libertad de la humanidad dependen de la conducta que cada uno de nosotros adopte en este momento crítico”, arengó a sus hombres el mariscal de campo británico Douglas Haig.

Pero Alemania no consiguió sus objetivos y se generalizó el estancamiento. “Una vez más el final de la guerra había retrocedido a un futuro distante, una vez más las hecatombes no habían hecho más que prolongar desgraciadamente el frente; ¿y cómo podía lo que no se había logrado en el primer gran ataque, lanzado con todos los recursos, totalmente por sorpresa con tremendas cortinas de fuego de la artillería, conseguirse ahora con fuerzas mucho más débiles, consistentes en gran parte en divisiones diezmadas y exhaustas?”. La pregunta corrió por cuenta del historiador alemán Gerhard Ritter. En 1918 era uno de los millones de jóvenes soldados, que como los personajes de “Sin novedad en el frente”, vivieron el peor de los infiernos. Quizás, hasta se haya quedado corta la ficción.

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