AL IGUAL QUE REPUBLICANOS Y NACIONALES EN ESPAÑA

| 24/07/2021

En la Argentina, los contendientes lucharon por ocupar el espacio público

En la Argentina, los contendientes lucharon por ocupar el espacio público
El Centro Gallego de Buenos Aires, en los años 30.
El Centro Gallego de Buenos Aires, en los años 30.

El desarrollo de la guerra civil en la península ibérica coincidió con gobiernos de simpatía fascista en el país. La agitación política se intensificó en simultáneo con la contienda fratricida.

Entre el 17 y el 18 de julio de 1936 tuvo lugar el golpe de Estado que inauguró la guerra civil en España, acontecimiento que se estiró por tres años y provocó múltiples remezones en la Argentina. No solo por la importancia de la inmigración española en el país, sino también por la simpatía que demostraron hacia el fascismo los gobiernos que surgieron luego del derrocamiento de Hipólito Yrigoyen (septiembre de 1930).

“La lucha por ocupar los espacios públicos fue una de las características de los distintos grupos políticos enfrentados durante toda la historia argentina. Pero en los años 30 los enfrentamientos crecen significativamente”, afirman Lucas González, Jerónimo Boragina, Gustavo Dorado y Ernesto Sommaro en el libro “Voluntarios de Argentina en la Guerra Civil Española” (Ediciones de CCC – 2008).

En Buenos Aires y otras urbes argentinas, “en su mayoría podemos delimitar dos grupos: el antifascista y el de la derecha (fascistas, católicos, integristas, nacionalistas). Se produce una lucha por la preponderancia del uso del espacio público como manifestación política que expresa el intento de constituir una hegemonía político-cultural de cada uno de los grupos”, analizan los investigadores.

En términos callejeros, “era claro que los sectores pro republicanos eran los que tenían mayor presencia y capacidad de movilización. Incluso en las ciudades más pequeñas, como Tres Arroyos o Tandil, existían grupos republicanos que tenían una fuerte presencia pública. Los sectores favorables al bando nacional, por sus características, no realizaron grandes actos callejeros. Pero existía una minoría dentro de estos grupos que estaba dispuesto ganar la calle o impedir, en forma más o menos violenta, el desarrollo del adversario”.

En coincidencia con nuestra afirmación de más arriba, “también tenemos que tener en cuenta a las fuerzas de seguridad que respondían a gobernantes con pensamiento de derecha y ordenaban el hostigamiento a este movimiento. En el contexto de la guerra civil y su repercusión en nuestro país, este fenómeno aparece exacerbado por la intensa movilización política de los simpatizantes del sector republicano. Pero cualquiera parecía ser la excusa para que se produjera un choque. Esto era un paisaje común en Europa, donde los grupos filo fascistas chocaban con manifestaciones obreras, comunistas o socialdemócratas”. Era más bien un signo de la época.

González, Boragina, Dorado y Sommaro invitan a recordar que “la izquierda argentina tenía presente en su imaginario que en el ascenso de fascismo en Europa habían actuado bandas parapoliciales atacando y asesinando distintos dirigentes del campo obrero y socialista. La práctica de la violencia hacía que algunos grupos se organizaran para resistir y responder”. Los autores aportaron un ejemplo.

“Gregorio Levenson, que era un militante de la FJC (Federación Juvenil Comunista) y hermano de Raquel, unas de las voluntarias argentinas en la guerra, nos cuenta su experiencia en el distrito obrero de Avellaneda, donde habían organizado un comité antifascista: nuestra actividad era agitativa (sic) y desafiando el terror de (Agustín) Justo, organizábamos mítines callejeros, en los que mi hermana Raquel era la oradora infaltable, subida a un cajón, custodiada por una ‘guardia de autodefensa’, integrada por rusos y polacos. Improvisábamos nuestros actos a la salida de las fábricas o en las esquinas concurridas. Antes que llegara la Policía ya habíamos desaparecido. Aunque siempre fue así, más de una vez nos sorprendía en mitad del acto y la ‘guardia’, con una finalidad a toda prueba, contenía a los esbirros mientras nosotros huíamos como podíamos”, finaliza el recuerdo de Levenson. Los tres años de sangre en la península ibérica, también tiñeron de rojo el quehacer político argentino.

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