UNA DÉCADA AL FRENTE DE LA SINFÓNICA PATAGONIA

| 08/08/2019

Facundo Agudín, el director de vocación ígnea

Texto: Adrián Moyano/ Fotos: Facundo Pardo
Facundo Agudín, el director de vocación ígnea

El Cordillerano presenció parte de un ensayo y a su término, entrevistó al laureado conductor. La formación que orienta se presentará hoy en Dina Huapi (a las 20 en el SUM) y mañana en Bariloche (a las 20 en el colegio Don Bosco). Entrada libre y gratuita.

Facundo Agudín está por cerrar el ensayo de la tarde con la Sinfónica Patagonia. Se preocupó especialmente por la marcha de la percusión y su relación con los bronces. Estrechó fugazmente la mano de Luis Salva, cuya intervención solista fue conmovedora, a pesar de tratarse de una prueba. Aludió a la tensión que plantea la obra, a la incertidumbre que introduce la existencia de un peligro no confirmado. E inmediatamente antes de la pausa, ponderó y agradeció el silencio.

El que firma supuso que se refería a la invencible calma que impera en el Camping Musical Bariloche una tarde cualquiera de invierno, a la quietud del lago y el rumor apenas perceptible del bosque cercano, pero no. El director había destacado “la disciplina artística que logramos con esta orquesta. En la Argentina es un poco tradición que las orquestas u organismos sean ruidosos, los argentinos en general somos ruidosos entonces, hemos logrado con este programa de la UNRN crear un espacio de muy alta concentración y capacidad de escucha”, insistió Agudín.

Mientras se abrigaba y en la sala Rautenstrauch aún sonaban algunos de los instrumentos, abundó el mejor director de la última década: “los argentinos somos gente que habla mucho y escucha poco, entonces el silencio es un logro de este equipo para continuar persiguiendo un ideal de ambición artística en el buen sentido. Eso es imposible si no podemos escucharnos bien, por eso la felicitación”, precisó.

Durante 2019, la Sinfónica Patagonia cumple 10 años de existencia. “Creo que estamos en un lugar muy positivo. Nadie puede imaginarse el futuro pero recuerdo que en 2009, mi padrino, Arturo López Dávalos, me llamó para decirme que en Río Negro había una universidad nueva, bastante original y federal. ‘Tiene un rey y tres virreyes’, me dijo. ‘Y a mí me tocó ser el virrey de Bariloche…’ Entonces, yo me imaginé algo bastante parecido al funcionamiento de la UNRN, me llamaron para una escuela o facultad de Música en la región andina pero estudié un poco la geografía musical de la provincia y me pareció que no era la mejor idea porque hubiésemos tenido que importar buena parte de los docentes y también de los alumnos, a falta del nutriente de un conservatorio o una gran escuela. Entonces, propuse el modelo de orquesta que es el que tenemos, que año tras año iba a ir generando una demanda de estudios profesionales”.

Con una década en el haber, “hemos creado un animal orquestal que ha tendido muchísimos puentes, que no se ha cerrado”, destacó Agudín. “Desde que comenzamos, diferentes músicos que pasaron por nuestro programa, unos 20, han ganado puestos en otras orquestas de la Argentina o concursos como docentes en conservatorios, universidades y escuelas. En 2019, hay unos 15 músicos perfeccionándose en Europa y Estados Unidos, yo los voy monitoreando de la manera más cercana posible”, explicó el director.

En todas direcciones

No es la única manera de trascender. “Otro rasgo del Programa Sinfónica Patagonia es que hemos logrado concretar varias pasantías con orquestas europeas, con la mía (Musique des Lumières) ya he invitado a chicos de esta orquesta como pasantes en varias oportunidades. Este año han tocado en una producción de ópera que fue muy larga varios de ellos, que están estudiando en Europa. Otros, como nuestro oboe solista, Juan Martín Sarmiento, hace tres o cuatro años que es el oboe solista de la Orquesta Sinfónica de Santa Fe y también en la de Paraná, porque ganó dos puestos. Cuento esto porque hablan de un proyecto que tiene una ambición artística importante y también responde a misiones de progresión humana. No es tanto una orquesta que tenga un objetivo primero de inclusión o integración social aunque también logra eso, pero no es su objetivo principal. Tenemos tocando con nosotros a Mariano Videla (viola), que dirige las dos orquestas infanto-juveniles de Bariloche, entonces, regularmente me invita y hago algunos ensayos con ellos, trabajamos en cooperación pero la condición para ser admitido en este programa es querer ser un músico serio”, aclaró Agudín.

Da fe el cronista: “Scheherazade” es una obra bellísima. Para armar los repertorios, el director hace equilibrio entre dos conceptos. “Estoy acostumbrado a programar en diferentes instituciones pero produzco mucho con mi orquesta suiza, en una región que sinceramente, se parece mucho a esta. Vivo allí desde finales del 96 e hice una experiencia importante de programación, en el sentido de pensar en música que tenga una doble función: ser constructiva para el órgano o el instrumento y también en términos de público. Que cree desafíos de escucha para el público pero que no lo deje afuera, siempre procuramos trabajar en esa dirección con la Sinfónica Patagonia desde 2009 y nos ha ido bien”.

Para los conciertos en Dina Huapi y Bariloche, habrá un atractivo adicional. “Siempre tenemos un gran título, en este caso, Scheherazade, de (Nikolai) Rimsky (Korsakov), la pieza que escuchaste, en particular el final, que se llama La gran fiesta de Bagdad, inspirado en cuatro cuentos de Las mil y una noches. Es la más grande pieza rusa romántica de la historia, que después inspiró un dominó de grandes compositores románticos. Pero hace algunos años abrimos una ventana de la que estoy muy contento, hacia compositores argentinos importantes que no necesariamente se están tocando tanto aquí”.

Fotos bajo el agua

No harán falta las precauciones. “A veces, la música contemporánea mete un poco de miedo, porque la gente piensa que va a escuchar un laboratorio atroz, a un cirujano con una cosa horrible (risas), pero hemos entrado por el lado del tango. Si bien tocamos música de compositores, como en este caso, Pablo Ortiz, argentino, profesor de Composición en la Universidad de California, sus piezas son completamente accesibles desde un punto de vista estético, son muy cinematográficas. Aquí en Bariloche (mañana sábado a las 20 en gimnasio Don Bosco) vamos a estrenar Mores Redux, tres movimientos, un tango y dos milongas de Mariano Mores, completamente transformadas y sublimadas. Seguramente, el público las va a reconocer porque son Firulete, Grisel y Taquito Militar, aunque se llamen Mores 1, Mores 2 y Mores 3. La imagen de esas piezas aparece y desaparece, como si fueran fotos de familia bajo el agua: no se ven muy claras, tienen reflejos raros y cuando te agarraste de Grisel, la estrofa cambia y se va a otro sitio. Es muy interesante”, prometió Agudín.

A fin de cuentas, un director a todas luces consagrado y con formación propia en el centro de la escena europea, se interesa por desarrollar un programa universitario en una apartada provincia argentina. ¿Por qué será?

“Recuerdo que Claudio Abbado, grandísimo director del siglo XX, había fundado una orquesta extraordinaria: la Orquesta Juvenil Gustav Mahler. Una vez habían conseguido una residencia en la Ciudad de la Música, en París. Los había llevado Pierre Boulez, el más grande compositor de Francia, que todavía estaba vivo. Una tarde, Boulez le preguntó a Abbado: ¿cómo es que usted, en este momento de su carrera, acepta trabajar con chicos? Él miró la fuente, se quedó pensando y dijo: será que nunca pensé en la carrera. Es simple, aquí uno puede hacer lo que quiere porque ellos se tiran al fuego”, reseñó Agudín.

Sucede que “a veces, con las orquestas tradicionales, de Estado, es más engorroso y difícil porque hay otras cosas y venenos, otros humos… Las orquestas estatales son lentas para el cambio en el sentido artístico, no siempre es su prioridad. En cambio, con organismos así, todo el mundo aprende mucho. Te cuento: yo trabajo mucho con Ramón Vargas, que va a cantar en octubre por primera vez en la Argentina, un gran tenor del Metropolitan, mexicano y muy generoso. Uno de los cinco tenores más grandes del mundo… Le hablé de esta orquesta y quiere venir porque esta no es una orquesta de niños ni de docentes”, realzó Agudín. “A mí también me gusta tirarme al fuego”, redondeó. Inagotables sus fulgores.

Raíces barilochenses

La referencia al padrinazgo de Arturo López Dávalos no era una metáfora. “Es mi padrino. Era compañero de mi papá en el (Instituto) Balseiro, segunda promoción”, historió Facundo Agudín. “Yo llegué al Centro Atómico cuando tenía dos días porque mi padre estudió aquí en el 56 o 57, hasta que obtuvo una beca del gobierno francés en el 67 o 68. En el Balseiro conoció a mi mamá por casualidad, almorzando en casa de (Manuel) Mondino. De todos ellos, la que queda es mi madre, en plena forma. Como mi papá se iba a París, quedaron conociéndose por carta y después se casaron, vivieron en Francia un tiempo y volvieron a la Argentina a finales del 71, yo nací tres o cuatro semanas después”.

Sus progenitores “pensaban volverse a Francia pero finalmente, mi papá volvió a trabajar en el Balseiro, por eso vinieron a Bariloche ni bien yo nací. Vivimos aquí dos o tres años y después, nos fuimos a Buenos Aires. Él murió cuando yo tenía 12 pero siempre mantuve una relación muy cercana con Bariloche porque los veranos los pasábamos en el Centro Atómico. Vi la construcción de todos los monoblocs pero no pude ver cuando se fue la proveeduría, que ahora es una especie de garaje en uno de los monobloc, una cosa rara”, lamentó Agudín. “Tampoco hay más discoteca pero hace unos días, estuvimos trabajando ahí con los directores jóvenes, en el salón de actos”, celebró.

Texto: Adrián Moyano/ Fotos: Facundo Pardo

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