NO SE ESCANDALIZÓ Y HASTA LO ENCONTRÓ DIVERTIDO

| 21/04/2024

Clemente Onelli documentó el tráfico de mujeres en 1903

Clemente Onelli documentó el tráfico de mujeres en 1903
Dos mujeres pasean en Palermo (Buenos Aires) en 1900 (Archivo General de la Nación). Más o menos al mismo tiempo, acá se compraban y vendían.
Dos mujeres pasean en Palermo (Buenos Aires) en 1900 (Archivo General de la Nación). Más o menos al mismo tiempo, acá se compraban y vendían.

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Al retornar al Nahuel Huapi después de unos días en cercanías del Lanín, el italiano al servicio del Gobierno argentino dio con la historia de una joven, comprada “al precio de plaza” por “el dueño de un rancho”.

Un tanto al pasar y hasta con cierta comicidad, Clemente Onelli documentó el tráfico de mujeres que, al parecer, era práctica corriente en Bariloche y zonas aledañas al comienzo del siglo XX. El italiano que para 1903 trabajaba para el Gobierno argentino en la demarcación de los nuevos límites con Chile, reprodujo en sus escritos el relato que escuchó de un compañero de viaje, según el cual una joven había sido adquirida “al precio de plaza” del otro lado de la cordillera.

Todo indica que el futuro director del Zoológico porteño tuvo la chance de conocer a la mujer traficada. Después de cumplir parte de su misión en cercanías del volcán Lanín y la zona actual de San Martín de los Andes, retornó al Nahuel Huapi “donde me esperaba mi gente” y desde donde había partido unos días antes. “Así lo hice […] buscando un rumbo más oriental para evitar bosques y pantanos”.

Consignó el viajero que durante el viaje de vuelta “atravesé deliciosos paisajes, estancias extendidas sobre las faldas de la precordillera, donde las aisladas manchas de árboles en la pradera verde como un parterre inglés, daban impresiones de parques reales e involuntariamente uno iba buscando el castillo feudal que después, en la realidad, se trocaba en un pobre rancho, y envidiaba a los felices habitantes de esas comarcas que ven día a día esa naturaleza de paz serena encuadrada a lo lejos por las azuladas aristas andinas”.

Consignó el oriundo de Roma que, en su periplo de vuelta al sur, conoció “el mecanismo social de la región”, al observar “una mujer en vedette (itálica en el original) a la puerta de un pobre rancho, fatma obesa sur le retour”, quien, en su opinión, “hizo desaparecer el encanto de una leyenda armoricana que superase el ambiente encantado”. Los párrafos que reproducimos están en “Trepando los Andes. Un naturalista en la Patagonia argentina (1903)” (Ediciones Continente-2007).

Ante tantos extranjerismos, el editor consideró oportuno aclarar que “Onelli utilizaba en sus conferencias palabras y frases en latín, francés e italiano, los dos primeros eran idiomas muy comunes para la gente culta de la época”. La cuestión es que “esa mujer, como casi todas las que habitan los valles andinos, tiene un idilio a su manera. El dueño de un rancho fue un año a Chile a vender sus novillos”, introdujo el visitante.

Según su relato, “antes de regresar, entre los artículos que adquirió en aquellos centros para las pocas necesidades fisiológicas de un poblador patagónico, trajo también esa mujer que compró al precio de plaza”. O sea, una mera transacción comercial a los ojos del educado observador, que, a diferencia de la gran mayoría de los inmigrantes de origen peninsular, tenía un título universitario. Sin embargo, no objetó pormenor alguno.

Más bien, Onelli encontró divertida la circunstancia. “Desde ese día, su casa (la del dueño del rancho) fue muy visitada; la rueda de tomadores de mate iba en aumento, hasta que una noche, el caballo manso de la señora, galopaba leguas en dirección al puesto del rico ovejero de la comarca, ese mismo al cual habían notado le daban apoplejías de deseo mirando la deseada maritornes (personaje en el célebre Don Quijote). ¡Una fuga en toda la regla, un idilio patagónico!”, justificó.

Según se encargó de reproducir, “escenas estas que no dan lugar a resentimientos; ¡al contrario! El primitivo dueño así agradece, mirando la cosa por su lado práctico, con el dilentatismo (sic) de la madurez, y seguro que a los dos o tres meses el padre de la niña, anoticiando del cambio, pasará la cordillera y reclamará el nuevo propietario la prima, o, mejor dicho, la segunda o tercera que le corresponde por sus derechos paternales”, especuló.

Quiere decir que, siempre según el relato del italiano, el padre había vendido a su hija “a precio de plaza”. Para Onelli, “en las reuniones sociales de los fogones de los ranchos y en los almacenes, clubes muy frecuentados de la comarca, son éstos los potins que forman la base sustanciosa de toda conversación”. Como si no pasara gran cosa, el periplo continuó sin sobresaltos.

Anotó el viajero que “al día siguiente, costeando el imponente cerro Catedral, de sus mil cúspides oscuras sobre un cielo de purísimo azul, llegué en pocas horas al lago Gutiérrez, donde ese cerro se reflejaba solemne entre las exuberancias de una vegetación tropical”. La dominación patriarcal y la reducción de la mujer a mercadería estaban absolutamente naturalizadas.

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