LA DURA HISTORIA DE LAS MUJERES 100 AÑOS ATRÁS

| 28/04/2023

Ser soltera en Patagonia: merecedora de sospecha o lástima

Ser soltera en Patagonia: merecedora de sospecha o lástima
Acto para inaugurar nuevas instalaciones de la Escuela 16 (1930). No todas sonríen para la foto. Colección Beveraggi en Archivo Visual Patagónico.
Acto para inaugurar nuevas instalaciones de la Escuela 16 (1930). No todas sonríen para la foto. Colección Beveraggi en Archivo Visual Patagónico.

Además, estaban naturalizadas prácticas como el arreglo de matrimonios entre niñas y hombres mayores, la violencia doméstica y la sumisión. Pero no todas aceptaron callarse la boca.

Condenas sociales hacia las mujeres solteras, matrimonios arreglados entre niñas y hombres mayores, violencia doméstica y condiciones generales de sumisión. La historia de las mujeres en la Patagonia no tuvo nada de romántica a principios del siglo XX, cuando comenzaron a conformarse las ciudades que hoy conocemos, entre ellas, San Carlos de Bariloche. Escribir la historia desde ellas, ayuda a desnaturalizar las prácticas que edificó el patriarcado.

“Las ciudades que fueron conformándose en la Patagonia tuvieron en general un perfil cosmopolita que, con el transcurrir de los años, fue configurando barrios donde se agrupaban connacionales: italianos, españoles, chilenos, etcétera". La que precede es la introducción a la temática que hace el libro “Nosotras somos ellas. Cien años de historias de mujeres en la Patagonia” (EDUCO-2023), obra conjunta de Laura Méndez, Mónica De Torres Curth y Julieta Santos.

La primera de ellas, encargada de la investigación histórica de la obra, encontró que “para la sociedad de las primeras décadas del siglo XX, la mujer soltera era objeto de sospecha y merecedora de lástima, ya que no se concebía a la soltería como una elección sino como el castigo ante una carencia (de gracia, belleza o talento). Incluso cuando las familias decidían que alguna de las mujeres del grupo familiar iba a permanecer soltera para poder cuidar a sus padres o hermanos, esta imposición se asociaba a la pena por esa condición”. El paréntesis está en el original.

Cuando la ciudad se aproxima a cumplir un nuevo aniversario, hay que tener en cuenta que “en estos años fueron habituales los matrimonios arreglados -en general entre niñas y hombres maduros que podían aportar algo de capital-, la violencia doméstica y la naturalización de la sumisión femenina. Sin embargo, también fueron frecuentes las mujeres transgresoras que abandonaron el hogar marital o paterno, desafiando normas sociales y legales. Frente a estos hechos, los hombres se presentaban a reclamar a las autoridades por su propiedad: la mujer”.

Son secretos a voces que se callaron durante demasiado tiempo. “Los maltratos incluían golpes y también violencia verbal, económica y simbólica. Ejemplo de esta última fue el cortar el pelo de las mujeres, en la intención de visibilizar una falta cometida”, aporta el texto de la historiadora. “En general, los conflictos se arreglaban de manera privada o extrajudicial, ya que cualquier cosa era preferible al escarnio público y el rumor del honor masculino mancillado”.

Obviamente, condiciones de género y clase se cruzaban. “Las mujeres de sectores populares fueron las que más recurrieron al uso de la instancia judicial como medio de reparación ya que, en muchos casos, no contaban en su grupo familiar con una autoridad masculina que pudiera resguardar su reputación, muchas veces dirimida a través de enfrentamientos, de ‘hombre a hombre’ a través de la violencia física”.

Pero la insensibilidad judicial ante ciertas demandas también tiene una larga historia. “Más allá de la frecuencia en que las mujeres hacían públicos el maltrato, en general la justicia intervino tarde, poco y de manera benévola hacia el varón, responsabilizando a las mujeres por los comportamientos de estos. Callarse la boca y tratar de mejorar, eran los consejos habituales”. ¿Qué tanto habrán cambiado esas recomendaciones?

Tampoco era fácil ser madre. “La mayoría de las mujeres que tuvieron hijos sufrieron la pérdida temprana de alguno, en una época caracterizada por una alta mortandad infantil. Estas madres priorizaron que sus hijos recibieran educación formal y, a diferencia del padre -que muchas veces reclamaba la presencia de su prole en tareas vinculadas a la economía de subsistencia-, vieron con frustración que la oferta educativa, en muchas regiones de la Norpatagonia, llegara solo hasta el tercer grado de la escuela primaria”, estableció Méndez.

Además, “entre los saberes transmitidos por las madres inmigrantes, por lo general, no se encontraba la lengua materna, ya que con la intención de lograr una mayor integración a la nueva sociedad, obligaron a sus hijos a hablar el castellano”. Finalmente, “las altas tasas de analfabetismo en las primeras décadas del siglo XX, en especial entre las mujeres, llevaron a que por iniciativa de algunas maestras, se abrieran escuelas de adultos”. Nótese por cuenta de quiénes se concretaron esos proyectos…

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