NUEVO LIBRO DE JORGE PICCINI

| 05/02/2022

La Buitrera, como nunca se vio

La Buitrera, como nunca se vio
Las caprichosas formas de La Buitrera en la portada del nuevo libro.
Las caprichosas formas de La Buitrera en la portada del nuevo libro.

El fotógrafo y editor se maravilló con la zona apenas llegó a Bariloche, 20 años atrás. Aquellas intimidades de piedra, se hicieron elegante publicación.

Jorge Piccini no para de publicar. Cuatro meses después de alumbrar “Seamos todos caballos. Pelajes criollos en Patagonia”, ya puede encontrarse en las principales librerías de Bariloche “Erosión. Viajes a la buitrera”, un trabajo del incansable fotógrafo que retrata poéticamente, uno de los sitios más emblemáticos de los alrededores barilochenses. 76 páginas para adentrarse en geografías tan queridas, desde ángulos poco usuales.

El autor remitió a un texto que incluyó en el nuevo libro, cuando El Cordillerano quiso ahondar en detalles. “Llegué a Bariloche en el año 2002 y comencé a andar por caminos alejados del circuito turístico, llevándome a la estepa patagónica. Adentrando en el paisaje me encontré con morfologías rocosas extrañas, que despertaron mi curiosidad, me llamaron mucho la atención ni bien las divisé”.

Imposible no sentirse cautivado por esa fisonomía. “Sus formas y texturas cambiantes, ocasionadas por el viento, el sol y el agua me llevaron a capturar estas imágenes. (Encontrar) esas erosiones plasmadas en el paisaje, fue para mí toda una aventura y siempre volver a estos caminos me llevó a elegir a la Patagonia como mi lugar para vivir”, admite Piccini, columna vertebral de Bex Fotografía Latinoamericana, su sello editorial.

La publicación incluye además un bello texto de Lorena Zuliani: “Erosión. Formas que se agolpan en los sentidos, mellan en el alma, estremecen el cuerpo y emergen en la mirada virtuosa de quien se atreve. Laxos caminos que nos impregnan de hondas sensaciones, de amargos olores de pena inacabada, de humedades agazapadas, rotas, vertiginosas… Seres que nos miran desde los sublimes espacios de lo interno, lo absoluto, lo indiscutible”.

Las palabras de Zuliani se reparten entre varias páginas y dialogan a la perfección con las imágenes en blanco y negro, como si fueran epígrafes: “tacto de la madre con lo externo, canal de danza y gemidos, pacto de amor con lo inexorable. Acurrucados dentro, buscando plexos para llegar al cielo, lo sagrado, lo que finalmente le otorgará a este mundo, incandescencia y paz… Criaturas que en la ausencia nos resuenan conocidas, inescrupulosas e imperantes, audaces y atrevidas. Miradas milenarias que nos hacen, nos transforman, nos protegen…”

En definitiva, “mundo que se vive desde adentro, puja, nace, crece. Espiraladas rimas de un amor secreto que se desvanece ante las erosionadas marcas del destino. Miradas ancestrales que ponderan lo simple, lo complejo, lo meramente humano… Nos configuran desde el vientre inmaculado del pasado, nos gobiernan, nos definen. Y desgastados por el tiempo, lo externo, lo absoluto; volvemos cautelosos, a la cálida penumbra de los seres que nos habitan desde adentro”.

Por su parte, Piccini reforzó conceptos, en charla con este diario. “Con respecto a lo que me consultaste, ni bien llegué a Bariloche me interesó mucho el paisaje de la estepa más que los habituales visitados por el turismo. En ese momento tenía una moto enduro, así que recorría muchos lugares, ya que fue en paralelo mientras fotografiaba pobladores para (su libro) Mensajes al poblador rural”.

Se trata del celebrado volumen que lanzó el fotógrafo hace casi tres años, a partir de los típicos recados que comparten las y los vecinos de los ambientes rurales en la Patagonia, a través de las filiales locales de Radio Nacional. “En unos de los recorridos conocí a Enrique Crespo, poblador de la zona y dueño de la propiedad por donde se ingresa a Las Buitreras, así que él me fue contando acerca del lugar”.

Crespo, con su ejemplar.

Desde ya, Crespo confió historias sobre “los avistamientos de cóndores y los recorridos que él hacía cuando era joven”, confió Piccini. “Así que, desde ahí, empecé a frecuentar ese lugar. Me enamoró desde lo fotográfico, durante esos años no iba gente o por lo menos muy poca, hoy es más conocido y es más frecuentado por los turistas”. Sin embargo, “hoy los sigo visitando a ellos, a Enrique y a su hija Kela, que siguen viviendo allí”.

Precisamente, el autor venía del escenario de sus fotografías cuando el cronista quiso contactarlo. “Después de tantos años de ir me hice amigo, justamente hoy (por el miércoles) fui a entregarle el libro a don Enrique”. Otra gran costumbre del fotógrafo-editor, que además aprovechó para retratar a Crespo. Un universo de piedra, en Ñirihuau, atrás del aeropuerto, se hizo admirable también desde “Erosión. Viajes a la buitrera”.

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