13/04/2020

10. Fortuna

10. Fortuna

Es por dolor que batalla lo humano, en busca de poder. La cima no es solo un desafío sino sobre todo un espacio acolchonado.

La tierra que amasan los pies descalzos -acá, a las tres y veinte del quinto invierno, o en Nepal- hiere, interpela, empuja y agrede a quien es incapaz de amigarse con el silencio.

Asciende ciego el molesto, el incómodo, el enemigo ahora de la tierra; la usa en cambio para “crecer” y entierra en su piel espadas crueles dañando todo lo que nos puede sanar.

Perdido en el bosque, dando vueltas en círculo, el amo entristece al comprender que la paz lo mira y que su trono, su cima y su espada son tan divertidos como dormir.

El mundo detrás de los espejos, misterioso e incognoscible nos observa impersonal y distante, como a un cuadro en la pared.

De este lado queda el dolor, y todo puede ser roto, escupido, descartado. Para el mundo de los espejos, la vida es burda y su flujo, su danza encorsetada, no mueve ninguna hilarancia. Banalidad al cuadrado, digamos, con lluvia de coco.

Pero al irse, al doblar en la esquina, El Fantasma del Espejo siente una brisa como de piedritas en la oreja, que le silba una canción de protesta: qué es el camino, sino una vuelta a sí mismo, un ciclo de estaciones, un polvo sobre polvo, un resarcir.

Se mezclan argamasa y espíritu tantas veces como vueltas da el hilo en la costura y al final, cae de rodillas el gurí y vuelve a casa con un tomo gordo de lecciones, deshojado en volantes para repartir.

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