TELONEARÁ A RALY BARRIONUEVO

| 12/09/2019

Jesús Lebed se prepara para su “gran oportunidad”

Adrián Moyano
Jesús Lebed se prepara  para su “gran oportunidad”
El músico, en su “hábitat”.
El músico, en su “hábitat”.

Para afrontar el convite armó una banda que se las trae. El músico reivindica su condición de artista callejero y hace dialogar en su bagaje al folklore con el rock.

Jesús Lebed mira con ansiedad el calendario: en nueve días será uno de los músicos locales encargados de abrir el próximo show de Raly Barrionuevo en esta ciudad, ocasión a la que identifica como “gran oportunidad”. Artista que revindica su condición de callejero y trotamundos, para la ocasión conformó una banda que ojalá pueda perdurar en el tiempo, ya que se nutre de varios colegas que combinan potencia con sutilezas.

“Es una gran oportunidad porque representa parte de lo que vengo trazando en mi camino para mostrar lo que uno es realmente, lo que uno hace desde un lugar sencillo y amoroso”, definió el músico en la redacción de El Cordillerano. “Es esa oportunidad que no se presenta muchas veces y que hay que aprovechar. Es como un reflejo de todo lo que venimos haciendo en el camino desde hace bastante tiempo”, insistió.

Ese periplo comenzó hace casi dos décadas. “Arranqué a los 18 años a tocar la guitarra y ahora tengo 37. En ese aprendizaje me topé con varios paisajes y lugares, porque yo soy nacido y criado en el campo: Pedro Luro, un pueblito al sur de la provincia de Buenos Aires. Salí de ahí y empecé a aventurar con el instrumento, a recorrer y conocer lugares. Eso me llevó a Entre Ríos, estuve en Córdoba, en otros países y desde entonces, la aventura no ha parado. Es un transitar largo que con la música no tiene fin. Bariloche entró en mi vida en 2003, cuando estuve por primera vez”.

Aquella llegada fue bastante azarosa. “Vine a acompañar a un amigo que vino a estudiar para ser bombero, desconocía totalmente la cordillera y para mí, esa vez era todo nuevo. La peleamos acá, me quedé, me aquerencié y estuvo un tiempo largo, hasta 2011, cuando explotó el volcán y volví hace tres años. Bariloche me trae, es como que la tierra me llama, la montaña me absorbe, es un paisaje que me encanta. Inclusive cuando estuve en el Caribe, extrañaba la cordillera”, confesó Lebed.

Folklore y rock

Comprensiblemente, esa vocación por andar se expresa “en la fusión que hago del folklore con el rock y con un poco de todo. La música que hago es muy abierta, no tiene género definido, no tiene una frontera, es toda esa amalgama de los paisajes que he visto”, señaló el cantante y guitarrista. “Traigo mucho de la estepa donde nací, entonces se ve reflejada en algunas composiciones. Después, el rock está presente porque mi madre era una amante ferviente del rock and roll y mi padre del folklore. Esas confluencias se amalgamaron en mí y coexisten todo el tiempo, sumando a lo que uno absorbe del entorno y se va enriqueciendo cuando uno conoce a otros músicos. Mi música tiene todos esos colores”, definió.

Para el encuentro con este diario hubo que afinar agendas, porque “estoy preparando las canciones que voy a tocar el 22 (de septiembre), así que estoy ensayando con Damián Marchetti, el guitarrista de Pelusa en el Pupo.

Estoy también con otro proyecto de un amigo que hace jazz y está mi proyecto, el propio, al que estamos alimentando ahora y gestando. Además, siempre estoy compartiendo con otros músicos porque compartir es la base de todo. El show del 22 va a ser cortito pero contundente, para que se note algo original y auténtico. Eso es lo que quiero representar”, avisó Lebed.

Dueño de un repertorio amplio, para el bonaerense de origen es un desafío sintetizar su producción. “Es difícil porque son varias las canciones que me pueden identificar pero tengo que hacer un resumen en 15 minutos. El repertorio que yo toco es muy amplio y me costó reducirlo pero lo hice intuitivamente, siempre pensando en la dualidad entre el rock y el folklore, entre mi mamá y mi papá. Esa dualidad existe en mí, así que pensé en eso y también, en los músicos que me van a acompañar, que tocan diferentes géneros: Damián en guitarra eléctrica, Miguelito Ludueña, que es percusionista de folklore y baterista; René Amblitti, bajista de Pelusa que ahora está en un proyecto de jazz, y yo. Pensé en cómo cada uno de esos músicos podía darle identidad a la canción y en cómo podían sentirse parte”.

Más allá de la cita con el muchacho de Frías, “me encantaría que el grupo tuviese proyecciones, mantener esa formación sería un lujo. Aparte hay mucho para exprimir, cada uno de ellos tiene una impronta distinta y eso es maravilloso, porque le da a la música un color hermoso”, resumió Lebed. En cuanto al santiagueño, “me gusta lo original que es”, resaltó. “Lo escucho y he aprendido mucho, lo tomo como referente de la nueva trova folklórica, entonces lo escucho también para absorber un poco de conocimiento. Tengo admiración por alguien que le dio una vuelta de tuerca al folklore, cuando le hacía falta. Es parte de lo que escucho, tanto de lo nuevo como de lo viejo, porque escucho de todo, incluso música clásica. No tengo límites y eso es enriquecedor”, insistió Lebed, siempre cómodo a la intemperie.

Lebed, con la mirada puesta en el 22.

La universidad de la calle

Más allá de la lógica expectativa que experimenta, Jesús Lebed no evidencia ni pizca de agrande al tocar dentro de poco en el mismo escenario que un ilustre. Es que se formó en una universidad insuperable: “la calle es el mejor escenario que he pisado en mi vida. Para mí es natural, un disfrute y lo más maravilloso que me puede pasar: poder tocar en la calle, que es donde se tiene contacto con las personas directamente”, comentó.

En su percepción, “es un lugar que hay que preservar porque ese contacto que se da ahí es auténtico, es original y no sucede en todos los lugares. Hay magia ahí, estás vos con el otro y hay un contacto muy cercano”. Sin embargo, “cuesta sostener esos espacios en un lugar como este porque a veces, están las vicisitudes de quienes están gobernando el lugar y gestionando cultura”, cuestionó el artista callejero. “Eso es lo más complejo porque no permiten cultivar esos espacios públicos, donde pequeños focos de arte dan luz a la ciudad misma. Desde que volví, hace tres años, me pude sostener gracias a la gente que vive acá y estoy más que agradecido porque valoran que uno esté ahí todo el año”. A Lebed hay que buscarlo usualmente en los arcos del Centro Cívico, su “país de la libertad”.

Adrián Moyano

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