HUBO UNO EN JULIO Y HABRÁ OTRO EN DICIEMBRE DE 2020

| 07/08/2019

Para la cultura mapuche, los eclipses totales anuncian desventuras

Adrián Moyano
Para la cultura mapuche, los eclipses totales anuncian desventuras
Eclipse del mes de julio pasado.
Eclipse del mes de julio pasado.

En la sociedad occidental son motivo de curiosidad y entre los científicos, momentos únicos para investigar. Pero la tradición mapuche los asocia a terremotos u otras calamidades.

Fenómenos que suelen fascinar a los observadores y científicos por su carácter relativamente excepcional, los eclipses se valoran en forma negativa en la cultura mapuche. Tanto los de Luna como de Sol son recibidos por los ancianos y ancianas con desesperación porque según se interpreta, anuncian sucesos funestos. Cada vez que acontece un eclipse, la sociedad mapuche toma nota con circunspección porque nada bueno se aproxima en términos naturales.


El libro en cuestión.

En el libro “Wenumapu. Astronomía y cosmología mapuche”, que tiene como autores a Gabriel Pozo Menares y Margarita Canio Llanquinao, hay bastante para aprender al respecto. Si bien la mayoría del “trabajo de campo” o de los testimonios se obtuvieron del lado actualmente chileno, también participaron de las consultas integrantes de las comunidades Chiuquilihuin, Aucapan y Nahuelmapu (Neuquén) y de Chacay Huarruca, Colitoro y Kurümawiza (Río Negro).

Para los autores, los eclipses son claramente “un fenómeno negativo que se presenta cada cierto tiempo”, si se trata de la Luna llena. Según el sector territorial de que se trate, tales fenómenos se denominan en castellano “Luna que se muere”; “Luna que vienen a taparla”; “Luna que se oscurece” o “Luna que se oscurece lentamente”. En definitiva, “cuando ocurre esto, provoca mucha desesperación, llantos se reacciona con rogativas”, señalan.

En 2008, Juan Canio, de la comunidad Kusako, aportó que después de producirse la anomalía, “si más o menos dentro de un año pasa un terremoto o un temblor, ahí uno dice ‘fue por el eclipse’ […] ‘Algo malo va a pasar’, dicen; algo malo, no se sabe qué puede pasar, puede ser un terremoto, erupción o guerra. En fin, pero ‘anuncia algo’, dicen. Va a pasar dentro de un par de años, un año o antes […] Es un susto grande que pasábamos, yo también pasé por eso. Igual la mamá tenía miedo y nosotros igual, y no se sabía qué pasaba. Ahí empezaban las lamentaciones”.

El conocimiento mapuche es fundamentalmente empírico. Dicen los autores: “la experiencia de vivir un eclipse de Luna, hace unos 50 años atrás (el libro data de 2014), fue una situación muy preocupante; la gente sufría, tenía miedo. El eclipse se vivía con tristeza cuando lo observaban. Del mismo modo, Clementina Neculfilu comentó que en su juventud vivió un eclipse de Luna junto con su familia, lo cual recuerda muy bien ya que en aquel tiempo se produjo el terremoto más fuerte que ha presenciado”.

Previo al lagomoto

Se trata del famoso sismo de 1960, que en Bariloche provocó el célebre lagomoto. “Se registra que aquellos dos fenómenos tuvieron lugar en las siguientes fechas: el eclipse ocurrió el 13 de marzo, comenzó a las 1:35 y terminó a las 5:15 aproximadamente; mientras que el terremoto fue el 22 de mayo (con una magnitud de 9,5 grados) solo dos meses después”. La verdad, si se tiene en cuenta la sucesión de eclipses de los últimos tiempos, cabe ponerse en alerta.

Pero el que precedió a la devastación del 60 fue de Luna. Hay que destacar que Clementina Neculfilu compartió sus pareceres en 2010, en Chiuquilihuin, comunidad que queda un tanto al norte de Junín de los Andes: “Hubo un Puniküyen, la Luna también oscureció. Cuando estaba casi por completa oscurecida, así un poquitito faltaba para que se oscureciera por completo, en ese momento salió mi abuelita fallecida e hizo rogativa en la noche, como a eso de las 4 (de la madrugada), como a esa hora se levantó mi abuela y dijo: ‘¡se está oscureciendo la Luna, levántense!’ Nos hizo levantar a todos y salir afuera, se arrodilló e hizo rogativa”. La abuela de Clementina cantó así:

“¿Puedes volver a vivir? Por favor, vuelve a vivir Luna Anciana, Luna Anciana, Anciano Luna, Anciano Luna. Vuelve a vivir, vuelve a vivir, no nos dejes tirados, no nos dejes tirados, vuelve a vivir”.

Completan Pozo Menares y Canio Llanquinao que “en síntesis, durante gran parte de la noche y de la madrugada, desde que comenzó a oscurecerse y hasta que volvió a iluminar la Luna, la familia Neculfilu –con el apoyo fundamental de la abuelita Filomena- desarrollaron estas actividades ceremoniales y la forma práctica en que se reacciona frente a este tipo de fenómenos”. La pasividad no se admite.

En la zona cordillerana, los testimonios que recogieron los investigadores establecieron diferencias entre los eclipses totales, de carácter negativo, y los parciales, positivos. “Algunas veces, cuando le ganan a la Luna, va a ocurrir algo muy malo en el mundo… Cuando le ganan a la Luna, cuando oscurece completa, a ella le ganan en su lucha. Y si gana la Luna, es señal de que estamos del otro lado, entonces no le pasa nada al mundo, se tranquiliza el mundo. Ella tiene dominada a la Tierra, lo domina todo”. En este caso, brindó el aporte Juana Beltrán (2010) en la comunidad Kallawken, del territorio pehuenche.

Con el Sol y sus eclipses sucede otro tanto. En castellano, se nombran a los fenómenos “vinieron a tapar el Sol” o “se oscureció lentamente el Sol”. La misma mujer pehuenche estableció paralelismos: “cuando aparece para alumbrar a sus hijos e hijas el Antürei, el Sol, también le pasa eso, también tiene su eclipse: si le ganan, la tierra va a estar muy mal, la gente va a pasar una muy mala vivencia, va a pasar por sustos, la tierra estará con escasez, la gente no encontrará cosas para vivir. No sabe qué camino tomar, le tapan su camino. Ese conocimiento tengo en mi memoria”. El de comienzos de julio fue un eclipse total de Sol y para diciembre de 2020 se anuncia otro. Hmmm…

Adrián Moyano

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