15/04/2018

EMOCIONES ENCONTRADAS: El Equinococo

EMOCIONES ENCONTRADAS: El Equinococo

Mario, el médico del hospital regional, se aprestaba a iniciar una charla sobre hidatidosis, una de las tantas que al año ofrecía en diferentes parajes de la meseta patagónica. 

Generalmente, el ámbito de la escuela es el más apropiado ya que allí se congrega toda la gente de los parajes, convocados por la directora.

Quien más quien menos tiene algún hijo estudiando y si no, va a curiosear cada tanto, pues ese edificio es una suerte de caja de resonancia de todo lo que acontece por el pago. La hidatidosis es una enfermedad difícil de erradicar ya que forma parte de la cultura de la gente del campo.

Se desarrolla en torno a la faena de animales y la ingesta de achuras crudas que están infectadas con el Equinococo, un parásito que se transmite al ser humano causando graves enfermedades. Generalmente los médicos acudían portando láminas y fotos para ilustrar las charlas, tratando de hacer entender a los pobladores las características de la enfermedad y las acciones que debían realizar para prevenirla.

Aquella vez, Mario y su equipo, iban a estrenar un proyector de diapositivas como apoyo de la charla; estaban seguros de que iba a ayudar mucho. Captaría la atención de la gente aquella novedad de ver proyectadas sobre una tela blanca las imágenes, gigantes y más claras que un dibujo en una cartulina.

El viaje había sido rutinario; la ruta de asfalto, luego la de tierra y finalmente la huella que ingresa al paraje habían sido recorridas en un par de horas, matizadas con mates y charla. Ya se había anunciado la visita, como era normal, por la radio, así que la gente estaba enterada y acudirían como era habitual, a la escuela.

Los recibió la directora, quien alertada de las características novedosas de aquella visita, acondicionó el salón de manera especial. En la pared del fondo, agarrada con chinches, una sábana blanca a modo de pantalla y en el centro una mesa, donde se apoyaría el proyector, rodeado de las sillas que ocuparían los concurrentes; las ventanas habían sido cubiertas con telas, para oscurecer y de esta manera permitir que se observaran mejor las imágenes.

Unos de a caballo, otros de a pie fueron llegando los pobladores y sus familias, quienes al ingresar, respetuosamente se dirigían a saludar a la directora y la gente del hospital que estaba junto a ella, luego se dirigían a ocupar un lugar, no sin antes curiosear lo novedoso del entorno: todo oscurecido y esa “maquina” rara que se encontraba en medio del salón, apuntando hacia la pared. Cuando ya se vio que no llegaba más nadie, se decidió comenzar la charla. Era la primera visita del año. Tomó la palabra una de las enfermeras de la comitiva que habló de la vacunación y algunas otras novedades referentes a la salud pública emanadas desde el ministerio, luego dio paso al doctor para iniciar la charla sobre la hidatidosis.

Mario dio los buenos días y, antes de entrar en tema, contó que en aquella oportunidad iban a utilizar por primera vez, como apoyo de la charla, aquel proyector de diapositivas. Sin subestimar a su auditorio (compuesto de adultos y niños) se tomó el tiempo necesario para explicar el funcionamiento del equipamiento, apoyándose en los alumnos, pero sabiendo que para sus familiares también sería atractivo descubrir aquello. Ante la primera imagen proyectada, escuchó un murmullo de asombro por parte de los más chicos y, disimuladamente, observó un gesto igual en los rostros de los adultos. Una vez entrado en tema fue desgranando conceptos relacionados con la enfermedad, estadísticas y efectos colaterales de la hidatidosis. Todo apoyado por diapositivas que oportunamente su ayudante cambiaba en el proyector y que describía Mario a un costado de la pantalla. Un mapa del territorio, luego unas fotos de majadas y perros, gente carneando animales, niños lavándose las manos. Todo relacionado con el tema.

Al momento de ingresar en la parte medular de la charla, refiriéndose a las características de la hidatidosis y el parasito que la transmite, apareció proyectado en la pantalla un equinococo, el parasito que provoca la enfermedad. Era una foto agigantada tomada con un microscopio. El médico, se quedó en silencio, sabedor de que esa imagen causaría un buen efecto. Dejó pesar el silencio. Grande fue su sorpresa cuando escuchó detrás suyo, a un costado, casi como susurrando, a una abuela que le comentaba a otra: “de esos bichos no se ven por acá, no creo que haiga datidosis”.

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