MARIQUITA SÁNCHEZ NO SE LIMITÓ A CANTAR EL HIMNO

| 25/05/2023

¿Participaron las mujeres en la Revolución de Mayo?

¿Participaron las mujeres en la Revolución de Mayo?
Mariquita en su ancianidad. Partícipe de la revolución y precursora del feminismo.
Mariquita en su ancianidad. Partícipe de la revolución y precursora del feminismo.

La joven que quedó en la historia por entonar por primera vez la Marcha Patriótica, mereció el reconocimiento de Belgrano y San Martín. Antes aún, se había revolucionado ella misma al no casarse con quien su familia quería.

Para el 25 de mayo de 1810, todavía no cumplía 24 años. Según las historias que más se cuentan, su rol durante la Revolución pareciera limitarse a entonar por vez primera la Marcha Patriótica que después, se convirtió en Himno Nacional Argentino. Pero María Josefa Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velasco y Trillo abrazó la insurrección también de otras maneras. Además, venía de revolucionarse ella misma.

“Mariquita Sánchez nace en el Virreinato del Río de la Plata. Desde muy joven muestra su estampa aguerrida, lucha para que se respete su elección de pareja y gana su primera batalla. En las Invasiones Inglesas participa junto a sus conciudadanos de la Reconquista de Buenos Aires. Ambas circunstancias la templan y socialmente se la reconoce como adalid de derechos para los huérfanos, víctimas de las guerras, mujeres, niños y enfermos mentales: los eternos olvidados. Su feminismo es diplomático e inteligente, no va al choque, aunque desarrolla sus ideas con solidez”.

La breve semblanza que precede se publicó bajo el subtítulo “Biografía contracorriente” en Leche de Burra, una de las últimas andanzas artísticas de la recordada Ruth Viegener. La edición arrancó como correlato gráfico de sus “Heroínas”, un conjunto de esculturas con el que intentó despatriarcalizar las evocaciones de las revoluciones americanas durante sus bicentenarios.

La heroína en cuestión nació en Buenos Aires el 1° de noviembre de 1786, día de la celebración de Todos los Santos en la liturgia católica. Vino al mundo “después de 15 años de matrimonio” y como hija única. “Su padre Cecilio lo celebra plantando un naranjo en uno de los patios de su casa. Este sitio, junto a la quinta de San Isidro, constituyen el contexto de primera infancia de Mariquita. Recibe una educación esmerada. El cuidado de las plantas, sus bordados -que habitualmente regala-, la música y la escritura la acompañan durante toda la vida”, añade la investigación.

Todavía faltaba para el estallido revolucionario, cuando la joven liberó su primera batalla. “Mariquita está enamorada de su primo segundo, Martín Thompson, y es correspondida. Los padres han elegido a Diego del Arco, sobrino del primer marido de la mamá, de quien hereda la fortuna. Ellos quieren preservar el patrimonio y consideran que Thompson no lo puede hacer. Cecilio, padre de Mariquita, administra con pericia los bienes y transforma su casa en un centro de reuniones culturales y sociales”.

La cosa pasó a mayores: “la primera medida que toman los padres ante su rebeldía es enviarla a la quinta Los Ombúes. Martín logra burlar el confinamiento y se encuentra con su amada. Al enterarse Cecilio, encierra a su hija en la Santa Casa de Ejercicios de Buenos Aires. Martín logra entrar al convento. Cecilio se enfrenta a un amante ingenioso, por eso apela a ciertos contactos. El alférez Martín Thompson recibe la orden de embarcarse a Montevideo y luego a Cádiz. Don Cecilio muere repentinamente. La madre continúa con la negativa y lo único que le queda a la audaz Mariquita es presentar el disenso ante el virrey Sobremonte”.

La joven no flaqueó un instante. “Esta demanda es tan simple como brutal: pide que la aparten de su madre y que el virrey designe a alguien que ejerza la potestad sobre su persona. Hay que considerar que, en ese tiempo, la mayoría de edad se obtiene a los 25 años y ella tiene 17”, reconstruye el texto de Viegener. “Finalmente, los novios reciben el beneplácito del virrey. Thompson recibe la patria potestad sobre Mariquita. Tiene la vida de ella en sus manos. Contraen matrimonio en 1805”.

Lejos del rol pasivo que todavía se le atribuye a la mujer para esos tiempos, “Mariquita es una observadora consciente del entramado social del que forma parte. Comprende el tuétano de la cosa porque la explora con bravura y osadía. Santiago de Estrada, un joven periodista de la edad de sus nietos, le pide que escriba sus evocaciones de la época colonial y ella, a los 74 años, lo complace. Redacta Recuerdos del Buenos Ayres Virreinal, una obra literariamente pequeña, pero inmensamente rica en descripciones de la postal porteña de la época”.

Allí quedaron párrafos como el que sigue: “Estos países, como sabes, fueron 300 años colonias españolas. El sistema más prolijo y más admirable fue tomado y ejecutado con gran sabiduría. Nada fue hecho sin profunda reflexión. Tres cadenas sujetaron este gran continente a su Metrópoli: el Terror, la Ignorancia y la Religión Católica”. Con esas convicciones, no puede sorprender su compromiso.

En efecto, “Mariquita es una activa participante de la conformación del nuevo país, y de los avatares y mutaciones de su organización. La política, las ideologías y el activismo feminista y educativo son sus materias predilectas”. No solo participó de la Reconquista en 1806-7, “en 1812, a sus 25 años, conforma un grupo de 14 mujeres porteñas que donan dinero para la compra de fusiles y pertrechos a los soldados del Ejército del Norte”. Incluso antes del episodio del Himno.

“Tanto Manuel Belgrano como José de San Martín reconocen, años después, la participación apasionada de Mariquita y la distinguen con sendas medallas”, según aporta la recuperación de la artista plástica. Cada 25 de Mayo se vuelve a hablar de Saavedra, Moreno, de Belgrano y el Cabildo, pero ¿a cuántas como Mariquita habrá que sacar del silencio? Ellas también participaron de aquel drástico cambio fundacional.

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