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El volumen se titula “Desde la Patagonia. El legado de Marcelo Berbel” y es una edición conjunta entre el Instituto Nacional de la Música (INAMU) y el Ministerio de las Culturas de Neuquén.

Además de reunir aportes de Marité Berbel, Rubén Patagonia, Gustavo Namuncurá, funcionarios y otros especialistas, “Desde la Patagonia. El legado de Marcelo Berbel” incluye unas palabras de Edgardo Lanfré, quien tuvo la oportunidad de tratarlo en repetidas ocasiones. El libro se presentó en la capital neuquina 15 días atrás y quedó disponible en línea para su descarga desde la página web del INAMU.

“Doy gracias a Dios por haber podido compartir tantas horas con Marcelo Berbel”, dice el barilochense en su participación. En esos momentos fue “testigo de la gestación y el nacimiento de obras que hoy pertenecen al cancionero patagónico”. En efecto, “tuve la posibilidad de ver cómo alguna idea o emoción le recorría el alma, para subir a su mente, luego descender hasta su mano y ser derramada en un pedazo de papel, que siempre llevaba en sus bolsillos”.

El INAMU prevé distribuir los ejemplares de la edición entre instituciones educativas y será de particular interés para todo amante de la canción popular patagónica, pero especialmente para músicos y músicas, porque incluye cancioneros y partituras, además de explicaciones aportadas por Marité en relación al contexto que dio origen a las creaciones más características de su padre.

Completa el relato de Lanfré: “Después pude comprobar que todo aquello que contaba y escribía, compartido sin mezquindades, lo encontraba en la gente: en una machi, un puestero, algún gaucho solitario; o lo veía en el paisaje. En mi afán por querer garabatear, alguna vez le pregunté cómo hacía: 'Está todo ahí. Hay que verlo, sentirlo', me aseguró. Lo que le faltó decirme era que él lo lograba con tal facilidad por su sensibilidad conmovedora”.

Aquello de “compartido sin mezquindades” hay que entenderlo al pie de la letra. Cuenta por su parte Rubén Patagonia: “Una tarde me acerqué hasta la casa de don Berbel en el barrio La Sirena (yo había estado muy ansioso durante todo el día). En cuanto llegué nomás, pasamos a su estudio/biblioteca que contaba con un gran ventanal con vista a una enorme pajarera arbolada, donde la naturaleza se sentía a sus anchas”.

Después de los prolegómenos, “ahí mismo me regaló profundas experiencias de su vida, que me embelesaron y transportaron por los caminos insondables —ni marcados, ni asfaltados— de la Patagonia profunda; aquella Patagonia mapuche de la paisanada, los puesteros y la inmensidad”. Como resultado del encuentro, Berbel le dijo a Patagonia que grabara “Amutuy soledad”. “La canción es suya”, obsequió el dueño de casa.

El barilochense considera que “si tuviera que definir su trabajo artístico, diría que es producto de alguien que tuvo la tozudez de creer en sí mismo, de intuir que lo que hacía era bueno. Tuvo la perseverancia de un agricultor que espera pacientemente a que lo sembrado comience a florecer y dé fruto. Alguna vez imaginó que al concierto del cancionero de la patria le hacía falta Patagonia. Y allá fue”.

Como está a la vista y no solo por el homenaje que brinda el INAMU, “don Marcelo Berbel ha llegado a ese lugar elegido, al que solo acceden unos pocos: consiguió que su obra y su nombre se mimeticen con un paisaje y una región. Por donde uno ande en Neuquén, por la cordillera u otros sitios de la Patagonia, sus letras acompañan, como un aroma que brota de lo que se está observando”.

Además, “también ha logrado esa excelencia de ser 'anónimo': ya hay personas que tararean sus canciones sin preguntar de quién son, tal vez porque las sienten propias. Seguramente, 'el viejo' sonríe satisfecho”, finaliza el aporte de Lanfré. En abril próximo, se cumplirán 20 años de su fallecimiento, pero su legado está vivito y coleando.