RECUERDA A LA VÍCTIMA DE UN ESCOPETAZO

| 28/08/2022

De un acontecimiento luctuoso deriva el nombre de un río en el Parque Nacional

De un acontecimiento luctuoso deriva el nombre de un río en el Parque Nacional
El río Felipe une al lago del mismo nombre con el Roca.
El río Felipe une al lago del mismo nombre con el Roca.

En rigor, también existe un pequeño lago con la misma denominación. Hay que remontarse a las épocas de las comisiones de límites para saber cuál fue el hecho.

En la jurisdicción del Parque Nacional Nahuel Huapi, existen un lago y un río que se llaman Felipe. El primero está cerca del límite con Chile y se vincula por el segundo con el lago Roca. Hasta la década de 1960, el nombre del curso de agua no figuraba en los mapas y para Juan Martin Biedma debería llamarse arroyo del Boquete, porque así lo bautizó su “descubridor”, C. G. Lehmann, quien supo integrar varias de las comisiones de límites. Pero la memoria de un acontecimiento luctuoso fue la que finalmente se impuso.

La historia “oficial” dice que la subcomisión que integró el alemán partió de Puerto Montt el 3 de diciembre de 1897 y cruzó la cordillera “por el boquete de los Raulíes hasta Puerto Blest y luego embarcados” sus integrantes, alcanzaron Puerto Moreno. Una reconstrucción del periplo y del hecho al que nos referimos puede leerse en “Toponimia del Parque Nacional Nahuel Huapi” (Editorial Caleuche-2004), recopilación del autor que mencionamos más arriba.

“Allí encuentran a (Emilio) Frey, quien envía a Lehmann nuevamente a Casa Pangue para reconocer la parte norte del cerro Tronador y el valle del río Frío y activar el envío de provisiones que venían de Puerto Blest”. Las expediciones en cuestión tenían precisamente como finalidad, ver por dónde pasaban los nuevos límites entre la Argentina y Chile. Casa Pangue quedaba del lado chileno.

“Realizada esta misión que solo en parte puede ejecutar por el mal estado del tiempo sale el 11 de febrero de Puerto Moreno en compañía de Nysell para explorar la zona de los lagos Gutiérrez y Mascardi”, dice la reconstrucción de Biedma, siempre en relación a Lehmann y su grupo. “Nysell ya había realizado en diciembre el descubrimiento del lago Guillelmo y constatado que el Mascardi desaguaba hacia el oeste y no por el Gutiérrez, como indicaba la carta del Museo de La Plata de 1896”.

Por aquel entonces, la geografía aledaña a Bariloche apenas si presentaba alteraciones producto de actividades humanas. “Por medio de mulas llevaban carga hasta el lago Gutiérrez y el bote con los bueyes del Sr. Boock. Mientras navegaban este lago y exploran los alrededores la peonada abre una picada por la orilla este del lago”, rehizo el autor. Más al sur y luego de otras peripecias, comisionados y trabajadores “abren una picada que los lleva desde unos 200 metros al sur de la desembocadura del lago Hess hasta encontrar el río (Manso), unos 100 metros debajo de la tercera cascada”.

Había que machetear y machetear. “Del 20 al 30 de marzo hacen picada por la margen izquierda del Manso. El monte es tan tupido que avanzan 700 a 800 metros por día. Un derrumbe les impide seguir. Suponen que, detrás del cerro Fuerte, sigue el río entre el lago Steffen, no reconocido hasta ese momento, pero avistado por Frey. Regresan y establecen campamento en la confluencia del desagüe del lago Roca con el Manso”.

Los expedicionarios todavía no podían saberlo, pero la tragedia estaba a la vuelta de la esquina. O, mejor dicho, de los senderos. “El día 8 de abril exploraron con un bote de lona el lago Roca que Lehmann por error llama Vidal Gormaz, confundiéndolo con el lago homónimo chileno descubierto y bautizado por R. Christie”, escribió Biedma. En este punto de su texto, acudió a la cita directa del ayudante Lehmann.

El alemán consignó que “después de otros 3 día de lluvia (casi nieve) era al fin posible ponernos en marcha para el S. del lago (del Roca) el 14 de abril. La gente en canoa y bote de lona con la carga que le fue posible llevar se ponía en marcha para volver más tarde a buscarnos a nosotros y al resto de la carga. Dos horas y media habían pasado desde la salida cuando volvieron llevando al peón Felipe Saldivia herido en el pecho por un tiro de escopeta que por un descuido se había descargado entre las manos del capataz”.

En consecuencia, “durante tres lindos días de otoño tuvimos que hacer de médico, escribano, sepulturero, etcétera para el desgraciado compañero de trabajo que después de unas 14 horas de sufrimientos horribles, murió el 15, poco después de la medianoche. Además de perder a este hombre (uno de los mejores), se fueron otros tres, algo asustados por la muerte del compañero de trabajo”, se quejó el comisionado.

Poco tiempo después, “el 17 de abril fue al fin posible llevar parte del campamento adelante trasladándonos después sobre el afluente del sur del otro pequeño lago, llamado, a la memoria del desgraciado Felipe Saldivia, laguna Felipe”, consignó el expedicionario. La vigencia del nombre sirve para recordar que aquellos exploradores siempre homenajeados no estuvieron solos en sus faenas: el trabajo más duro lo hicieron trabajadores cuyos nombres rara vez llegaron a nuestros días. El malogrado Felipe Saldivia apenas si fue uno, entre decenas de “anónimos”.

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