UN ABSURDO FINAL

| 24/08/2021

Murió envenenada Paqarina, la cóndor liberada hace dos años

Murió envenenada Paqarina, la cóndor liberada hace dos años
Fotos: Facundo Pardo
Fotos: Facundo Pardo

Qué vida la de Paqarina. Cuando nació, cayó del nido donde la había dejado Wichi, su madre, que salió por alimento, surcando el aire, en la inmensidad de la meseta de Somuncura. Aquella pichoncita fue recogida por las manos de hombres y mujeres, que la llevaron a un centro de recuperación. Luego de sanarse, fue devuelta a su hábitat en septiembre de 2019.

Fui testigo, junto al fotógrafo de este diario, Facundo Pardo, del conmovedor momento de la liberación, cuando la vino a buscar su madre, uniendo todos los tiempos, el de los relojes y el cósmico, para intuir que esa mañana iban a reencontrarse. Sobrevolaron la sierra, tal vez mirando asombradas ese gentío de abrigos multicolores y cámaras fotográficas, que retrataban el momento. Luego, se bebieron la distancia.

Cada vez que recuerdo o relato aquella situación, no puedo evitar que la emoción me erice la piel. Pensé que nunca más iba a saber de Paqarina. Alguna vez la imaginé despojada de su adolescente plumaje marrón, ya vestida de negro, con ese poncho de nieve de los andes pintándole el plumaje, dueña del cielo, jugando con los vientos. Tal vez madre, con el instinto de la suya. Pero no, la triste noticia me asaltó en la noche: Paqarina murió envenenada.

Por querer matar a un zorro o un puma, se deja una oveja muerta, envenenada, la cual es abordada por las aves carroñeras, provocando su trágico final. “Los carnívoros de la zona, son como nosotros: Cuando queremos comer carne, no vamos por la que encontramos tirada, lo hacemos por la que está fresca. Ellos cazan, porque más allá de la alimentación, está el instinto”, me dijo alguna vez Luis Jácome, director del Programa de recuperación del cóndor andino. Y así es: los zorros y pumas cazan animales vivos.

Perdón Paqarina, aunque tu nombre en lengua originaria significa “Dar vida”, te la hemos quitado. Tu vuelo invicto cayó abatido por la arrogancia. Como puede ser que desde la pequeñez de nuestra permanecía en esta vida, hagamos tanto daño, cambiemos el rumbo de tu destino, quitando un eslabón a tu cadena de siglos. Manke, mensajero de pueblos antiguos, que viste las aguas golpear la roca de esa meseta, al leño convertirse en piedra, que viste llegar a esa oveja, causa de tu muerte. Creíste que todos los hombres y mujeres era como aquellos que te cuidaron y sanaron tus heridas, los que te dieron alimento cuando eras apenas un pichón.

Quedó tu nido vacío y un pichón esperando el calor de tus alas para cobijar su sueño. No alcanzaste a gritar “cobarde”, a quien te mató. ¿Cómo detener esa cadena de muerte, que trae el veneno, hoy a El Caín, mañana quien sabe a dónde. Cómo parar la locura.

Manke, no bajes a la tierra. Los hombres no tienen la dimensión de tu vuelo, de tu libertad. No saben de esa distancia que se rinde ante tus alas. Quedate en la piedra alta. Allá en el suelo hay un gran depredador, sin límites, sin conciencia ni razón. Paqarina y su madre, Wichi, nos dieron una gran lección aquella fría mañana de septiembre, al pie de la sierra Paileman. No fue suficiente.

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