REPORTAJE EXCLUSIVO: EL CANTANTE DE LAS PASTILLAS DEL ABUELO EN BARILOCHE

| 12/07/2021

Piti Fernández en un derrotero verbal: Sabina, el Indio, Maradona, la paternidad y los cambios alimenticios

Piti Fernández en un derrotero verbal: Sabina, el Indio, Maradona, la paternidad y los cambios alimenticios
Fotos: gentileza de Noelia López.
Fotos: gentileza de Noelia López.

Juan Germán Fernández.

Quizá, a muchos, el nombre no les suene.

Ahora bien, si decimos Piti, cantante de Las Pastillas del Abuelo, la cosa cambia.

Se forjó en el sendero de la música a fuerza de ganas y talento.

A la hora de escribir canciones, le saca punta a la pluma.

No es casual que le preste atención especial a la lírica.

Entre sus influencias, sobresalen el Indio Solari y Joaquín Sabina, que confluyen en las canciones pastilleras sin quedar expuestos como pastiches vulgares, sino que surgen como pinceladas a modo de mojones sonoros, una forma de decir “acá se sigue el camino que tal y cual abrieron”.

El pibe que buscaba una foto con el Indio, o que Joaquín le regalase una frase al paso para incluir en alguna canción, evolucionó.

Igual, de aquel muchacho queda una sana inocencia… Pero salpicada con algo de sabiduría rutera.

“En un momento, vino la vida y me dijo: 'Hola, ahora tenés que hacerte cargo de mí, ¡full time!'”, expresa.

Ese instante, de “empezar a vivir la propia existencia”, él lo sitúa alrededor de quince años atrás, cuando la experiencia musical comenzaba a ser cosa seria. 

A la sapiencia que despuntaba por aquella época, le ha sumado, además de años, la erudición que otorga ser padre.

Toda esa ilustración vivencial quizá sea el eco de algo que le soltó el Indio, allá lejos y hace tiempo, cuando un Piti adolescente se acercó a una sala de ensayo donde estaba el cantante de la gola ricotera y le lanzó: “¡No cambies nunca!”.

El Indio lo miró, alzó los hombros, como forma de darle a entender que no podía concederle tal deseo, y proyectó verbalmente lo que Piti comprobaría en carne propia: “Los tiempos cambian, y uno cambia con los tiempos”.

Y Piti creció…

Pero cuando tuvo a Dios entre sus brazos, afloró el chiquillo que soñaba con sacarle lustre a los botines del Pelusa…

Sobre finales de enero de 2020, el Gimnasia y Esgrima de La Plata dirigido por Diego Maradona jugó contra Huracán en la cancha del Globo (el partido terminaría empatado, un gol para cada equipo, pero eso sería lo de menos, y, en realidad, ya casi nadie se acuerda), y Piti, "Quemero" de pura cepa, pudo cantarle a su ídolo la canción dedicada a él, titulada “¿Qué es Dios?”.

“Me hace bien recordarlo”, exhala Piti. 

“Al entrar al estadio, me dio un abrazo, y después, cuando pisó la cancha, otro”, cuenta.

“Fueron dos momentos increíbles. En el primero, directamente ‘se me apagó la tele’”, confía.

Un amigo que estaba a su lado le preguntó: “¿Escuchaste lo que te dijo?”.

Piti, al que le costaba bajar de la nube, le contestó que, por la emoción, no había oído nada.

Entonces, su compinche le explicó que el Diez le había desgranado la frase que el “Mono” Gatica hizo célebre cuando le dijo a Perón: “Dos potencias se saludan”.

Piti no lo podía creer.

Y luego, ya en el momento en que se vieron sobre el césped, un poco más aplomado, el cantante lo vio venir a ritmo lento, encarándolo.

“Me dio un tiempo hermoso para disfrutar un abrazo con Dios”, rememora. 

Detrás de la composición dedicada a Maradona, que en una de sus partes reza: “Por tu milagrosa mano y el milagro de tus pies/ muchas gracias señor Dios, muchas gracias señor Diez”, hay una historia muy particular.

Le letra la escribió un taxista poeta: Alberto Sueiro.

“Beto era un genio que partió el mismo año en que murió Dios; sé que ellos ahora están allá arriba, abrazándose y pateando juntos”, suspira Piti, para después contar cómo conoció a Sueiro: “Una vez me subí a su auto, y como no le andaba la radio, me empezó a dar charla”.

–¿Qué hacés?, ¿a qué te dedicás? –preguntó el tachero.

–Me gusta escribir –contestó Piti.

–A mí también… ¿Querés que te recite algo?

–Sí, dale…

Y el taxista empezó a desglosar el poema dedicado a Diego.

Fue entonces que Piti le contó que tenía una banda llamada Las Pastillas del Abuelo. 

“Beto la reconoció porque, en aquel momento, todas las paredes de Buenos Aires estaban pintadas con nuestro nombre”, señala el músico.

Además, el taxista había escuchado el hit pastillero bautismal: “El sensei” (“La canción del faso está muy bien escrita”, afirmó).

Ahí salió lo de hacer una composición con los versos maradonianos.

Sueiro le pasó su número telefónico al músico, y quedó la promesa de hacer algo juntos.

“Perdí su contacto, y Beto esperó mi llamado durante tres años”, revela Piti.

Cuando el grupo comenzó a ganar mejor (en el momento en que había subido al auto de Beto, Piti todavía era cadete), los músicos contrataron un stage manager, que, por esas cosas de la vida, con una remera de la banda, un día paró un taxi. Al volante, iba Beto.

Al ver la estampa en la camiseta, el conductor consultó: “¿Vos laburás con ellos?”. Ante la respuesta afirmativa, el tachero disparó: “Decile al cantante que es un tránsfuga; dijo me iba a llamar, y hace tres años que estoy esperando”.

El pasajero, sorprendido, solo atinó a decir: “Pero mirá que Piti es ‘una masa’. Pasa que es un colgado… Debe haber perdido tu número”. 

El cantante, ya con el contacto en sus manos (vía el stage manager), llamó a Beto.

“Cuando nos encontramos, fue increíble; tenía que ser así”, apunta.

Caso curioso, el tema fumanchero del que Beto alabó su escritura, “El sensei”, está dedicado a Hernán, el amigo de Piti que, en el estadio de Huracán, le contó lo que había dicho Maradona en el abrazo, cuando el cantante, por la alegría, no escuchó la frase en la que el Diez emuló a Gatica.

El Piti de hoy, respetando a sus ídolos musicales, pero con la seguridad de haber podido cortar los cordones umbilicales, transita el camino de un músico con nombre propio, en su banda de siempre, pero también explorando senderos solistas, llevando el recuerdo de su amigo Beto, y la bendición de un Dios enrulado que se murió el año pasado solo para demostrar que en algo era mortal.

Y, encima de todo, se encuentra el factor familia, que quizá haya sido la verdadera causa de su click mental, el que lo ha llevado a una madurez bien entendida. Y la aclaración es porque, en una primera oída, lo de maduro puede sonar mal, pero, con tal expresión, lo que se pretende es describir esta etapa atravesada por la reflexión, donde se lo ve feliz, junto a su compañera y sus dos pequeñas hijas.

–¿Qué es ser padre para vos?

–El desafío más grande que se pueda plantear una persona, y me refiero tanto a ser padre o madre. La paternidad, ¡Dios mío!, es un reto tremendo. Los hijos son nuestras obras. Son lo más grande que hice en mi vida.

–Siendo papá, ¿cómo analizás la relación que has tenido con el tuyo?

–Estoy cometiendo los mismos errores, y también los mismos aciertos, así que creo que es algo bueno, porque me parece que yo salí bien -ríe–… Los retos de mi viejo siempre los voy a recordar. Mi papá es un genio, pero cuando te retaba… Porque cuando te reta un padre siempre lo hace desde un metro y medio arriba: hay que mirar hacia las alturas y, desde abajo, ver a un grandote diciendo: “¡Te dije cuatro veces que te bajes de la mesa!”. Pero nada vale el grito de un barbudo. Aunque después de un día de laburo tremendo, es un desafío entender que los hijos son obras tan frágiles… Por eso, para ser padre, en lo posible, hay que haber alcanzado cierta sabiduría. Otra cosa en la que pienso cuando habló de la paternidad está referida a dos afirmaciones en las que creí cuando mis hijas llegaron al mundo: que nunca iban a tener hambre, ya que, por suerte, dada mi condición, con una guitarra puedo generar lo que haga falta, y, después, que nunca les faltaría amor, porque nuestras familias, tanto la mía como la de mi compañera, son muy amorosas… pero son dos aseveraciones que, con el tiempo, me di cuenta de que podían no ser saludables.

–¿Por qué?

–Porque comida no es alimento. La verdad que comida nunca les faltó, pero sí alimento. En ese sentido, recién ahora estamos generando un cambio a nivel familiar. Y en cuanto al amor, sin conciencia, no lo es. Se trata de algo que está bastardeado: “porque te quiero te aporreo”; eso no es amor. Lamentablemente, somos hijos de una generación de padres que, por ahí, confundía con los modos: eso de “te reto porque te quiero”. Hay otras formas de decir las cosas… Lo de “en nombre del amor, te cago a pedos”; “en nombre del amor, soy cruel”; “en nombre del amor, grito”… ¡No, no, no! En definitiva, la comida sin alimento no sirve; y el amor sin conciencia, tampoco. 

–¿Y qué cambio estás realizando con tu familia a nivel alimenticio?

–Hemos dejado de comer carne, harina, azúcar, leche… Todo eso no sirve para nada. Son mitos. Como eso de que la carne tiene una proteína que no se encuentra en ningún lado… es mentira, hace pésimo al organismo. Y yo me considero un adicto a la carne, entonces por momentos “caigo” y como, pero ya no de la manera en que lo hacía antes: quizá algún corte, si estoy en un asado, pero nada más. La harina, lo mismo: es sumamente adictiva, y tampoco sirve para nada. Uno bastardea la leche y parece que se pone en contra a toda una sociedad, y la leche es lo peor que le puede hacer a un niño. No hablo de la de la madre, por supuesto, que los chicos deberían tomar hasta los tres años. Después, no hace falta. No vas a ver a ningún animal grande tomando leche, ni comiendo carne cocida; en cualquier caso, la comen cruda, por las vísceras, e ingieren el agua que contiene.

–Vos estudiaste coaching ontológico (una disciplina que ayuda a interpretar a los seres humanos, sus interacciones, sus comportamientos, y a que logren sus objetivos) y programación neurolingüística (que se centra en identificar y usar modelos de pensamiento que influyan sobre el comportamiento de una persona para mejorar la calidad de vida, con un desarrollo de habilidades y aptitudes, sobre todo a partir de los sentidos)

–Sí, justamente hace poco saqué una canción solista que se llama “PNL”, programación neurolingüística, y habla justamente de eso (en una de sus partes, dice: “Será oír la sensación en la mirada/ y los ojos que escuchen las texturas/ reír al ver detrás de las palabras/ sentir con los sentidos la locura”). Sé que en algunas escuelas la muestran y analizan.

–¿Qué te lleva a esos aprendizajes? ¿Qué buscás en ellos?

–Conocerme más. Esos estudios, primero, se practican con uno. Es como todo, en realidad, porque el que sigue psicología es porque trata de entender su cabeza, y el que cursa medicina pretende responder primero preguntas hacia su cuerpo. Creo que, mayormente, la experiencia se da de esa manera, para tener herramientas, y, en ese sentido, la PNL tiene algunas alucinantes, que nosotros, en nuestra vida cotidiana, usamos, sin darnos cuenta de que hubo dos genios, como Richard Bandler y John Grindler, que las clasificaron. El ejercicio de verse desde afuera, por ejemplo, se ha desarrollado para múltiples lugares, y está buenísimo, porque cuando te está doliendo algo podés mirarte, y el dolor cambia; lo mismo con la intensidad de los recuerdos, una cosa es recordar en primera persona, desde tus ojos mirando el plano, y otra si lo hacés observándote a vos viviendo el momento… Es muy interesante, sanador. Y ahora, de repente, empezó a caerme la ficha de que el alimento es crucial. Todas esas enfermedades que son relativamente nuevas en lo que hace al tiempo del ser humano, como la diabetes y la situación de autismo exacerbado… Estamos siendo contaminados por lo que aparece en la tele, con los programas que te afectan el cerebro, pero más que nada por las propagandas, con las cremas que son veneno que te entra por la piel, los postrecitos, y esos polvos que, cuando ves las publicidades, pareciera que van a alimentar a los nenes mucho más que la leche de la mamá… Mirás y te das cuenta de que todo es pizza, carne… cosas que al ser humano no le hacen falta.

–Según ese análisis, la reproducción de ciertas enfermedades vendría tanto por el consumo de cosas que decís que afectan a la salud, como por una especie de contagio mental…

–Claramente, sí; es un factor tremendo. Pasa lo mismo cuando los cánceres se retraen, eso es una mente que está enfocada en sanar. Después se les dice milagros, porque no se encuentra explicación. La biodescodificación se refiere un poco a eso. En ese sentido, es muy recomendable Enric Corbera (se refiere a un naturópata español, creador de la “bioneuroemoción”, un método por el que se enseña cómo las emociones influyen en la salud; antes, había popularizado la “biodescodificación”, sistema para descifrar el mensaje emocional de las enfermedades a partir del conocimiento de la historia transgeneracional).

–¿Te gusta escribir más allá de las letras de canciones?

–Sí. Llevo un diario de cada una de mis hijas, también tengo libretas, donde hay poesía y otras cosas… Ya no escribo cuentos, cosa que antes hacía: ficciones cortas, de una o dos carillas, algunas de las cuales incluimos en un dvd con Las Pastillas del Abuelo, recitadas por mí. Ahora estoy medio catártico, y con ganas, también, de recuperar la historia, tratando de hacer un libro que sea sobre mi vida… recién empieza, va a llevar años.

–El formato libro te tienta…

–Me encanta. Leo mucho, y cada vez que lo hago me vislumbro dentro de los textos. Tengo una biblioteca entera específicamente de libros de rock, y otra sobre Joaquín Sabina. En algunos aparezco; y en los que no, imagino que sí.

Piti sonríe, y, a su lado, Clara Lupe, su hija menor, regala una frase como corolario para este reportaje: “No se puede vivir sin arte”. 

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