INSPIRÓ UN PERSONAJE EN “LLENO DE RUIDO Y DOLOR”

| 27/06/2021

Foster existió y le decían el Chacal de la Lipela

Foster existió y le decían el Chacal de la Lipela
Alari - Foster. El Chacal de la Lipela.
Alari - Foster. El Chacal de la Lipela.

Su banda asoló durante dos meses San Carlos de Bariloche y Esquel, con asesinatos y todo. En la película de Nacho Aguirre es personificado por Juan Alari.

El personaje que anima Juan Alari en “Lleno de ruido y dolor” tuvo existencia real y la dimensión de sus fechorías fue tal que se ganó el mote de “Chacal de la Lipela”. En efecto, Roberto o Foster Rojas capitaneó una banda que, durante casi dos meses, asoló los alrededores de San Carlos de Bariloche y también de Esquel, en 1928. No fue el más famoso de los bandoleros patagónicos, pero las autoridades lo catalogaron como “fuera de control”.

La película que dirigió Nacho Aguirre, vecino de esta ciudad precisamente oriundo de Esquel, está disponible desde la semana pasada en Amazon Prime Video, una de las plataformas líderes en el rubro video a demanda. Su repercusión continental induce a volver a abordar el asunto de los bandoleros patagónicos no solo desde la ficción, ya que sus andanzas fueron reales y objeto del análisis de historiadores.

Malo entre los malos en el film, la partida de Foster cometió un conjunto importante de delitos. “Durante casi dos meses, en el año 1928, una parte de la población residente en las cercanías de la localidad rionegrina de San Carlos de Bariloche, y en la más sureña de Esquel, en la provincia de Chubut, vivió una ola de asaltos y asesinatos, concretados por cuadrillas al mando del grupo de Rojas. A partir de estos hechos Rojas fue bautizado como el Chacal de la Lipela”.

La aseveración corrió por cuenta de Gabriel Rafart, quien en 2014 publicó “Ley y bandolerismos en la Patagonia argentina, 1890-1940”. Puede encontrarse su contribución en la publicación digital Revista Historia y Justicia. El autor es magister en Historia por la Universidad Nacional del Comahue. En su análisis, Foster integra una lista en la que también figura Ascencio Brunel, Elena Greenhill, Butch Cassidy, Sundance Kid y Eugenio Ovando Patiño.

En el curso de sus indagaciones, el estudioso encontró una crónica policial que se detuvo en las andanzas de Foster Rojas. Fue publicada el 21 de abril de 1928 en La Nueva Era, que se imprimía en Carmen de Patagones-Viedma.“El paraje denominado Paso Chacabuco, perteneciente a Paso Flores en el que se encuentra diseminada un conjunto de población laboriosa, resultó días pasados el nuevo escenario de una de esas tragedias misteriosas de que viene siendo víctima el territorio, hondamente conmovido por la magnitud de los sangrientos sucesos que con desesperante frecuencia vienen produciéndose en su seno, y en la que el plomo homicida ha conjugado miserablemente su más vil y vergonzante destino, tomando de sorpresa la tranquilidad familiar de felices hogares que hoy vive la odisea fúnebre del más áspero y doloroso luto sacrificando, a mansalva, preciosas vidas de hombres útiles a la sociedad y dignos de consideración para todos”. ¡Qué pluma!

Completó nuestro colega maragato: “En el hecho de Paso Chacabuco rodaron bajo la violencia mortal del proyectil siniestro, disparado alevosamente, tres hombres de enjundia cuyas honestas vidas, dedicadas a dar al ambiente en que actuaban mejores perspectivas de progreso, movíanse al calor de los sanos ideales y llenaban un destino benefactor dentro de la esfera de sus energías”. Trágico desenlace.


Más allá de Foster y su banda, “en el panteón de bandoleros rurales patagónicos Ascencio Brunel cuenta con un lugar importante. Se lo conoció como el Demonio de la Patagonia o el Bandolero Fantasma”, reconstruyó Rafart. “Brunel actuó como bandolero en el extremo sur del continente en la última década del siglo XIX y en la primera del XX. Nacido en Uruguay, arribó a la Patagonia argentina desde Punta Arenas. En esa localidad chilena comete un homicidio por ‘problemas de faldas’. Su ingreso al mundo del delito repite cierto patrón común a otras figuras del ‘bandolerismo argentino’, como Juan Bautista Vairoleto”, estableció el investigador.

Célebre entre los célebres, a tal punto que mereció menciones de León Gieco y obras de títeres, el último vivió entre 1894 y 1941. Según Rafart, “se destaca entre los bandoleros argentinos del siglo XX junto a Isidro Velázquez y David Segundo ‘Mate Cosido’ Peralta. Vairoleto vivió en la ilegalidad durante las décadas de los años 1920 y 1930. En 1919 mató a un gendarme de la policía de La Pampa. Pasó un tiempo en la cárcel y sirvió como matón de un comité radical. Sin protección política, asaltó varios establecimientos y comercios rurales. Se refugió entre los paisanos y colonos. Tuvo vínculos con los grupos anarquistas y en el año 1937, junto a ‘Mate Cosido’, asaltaron la empresa inglesa La Forestal que operaba en el territorio del Chaco. Sus acciones se extendieron por todo el centro sur de la región pampeana y parte de la norpatagonia”, precisó.

Para el caso de Brunel, “su derrotero marca los atributos conocidos del bandido romántico. Se lo acusaba de robo de ganado, también del homicidio de un estanciero. Robaba tropillas de equinos, tanto en territorio chileno como argentino, igual que miembros de las comunidades indígenas. Según una de las versiones, Brunel muere a manos de un grupo indígena. Otras lo sindican viviendo largos años alejado de la Patagonia”, añadió Rafart. En 2021, la historia bandolera continúa, ahora a través del cine barilochense.

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