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| 30/05/2020

En la Biblioteca del Nahuel Hue se ofrece comida y apoyo a los vecinos que peor la pasan

Christian Masello/ Fotos: Facundo Pardo
En la Biblioteca del Nahuel Hue se ofrece comida y apoyo a los vecinos que peor la pasan

Si bien la cocina de la Biblioteca Néstor Kirchner del barrio Nahuel Hue siempre se utilizó en forma solidaria, desde el inicio de la cuarentena el papel que cumple es fundamental para muchos vecinos que sufren en carne viva la falta de ingresos.

El director del lugar, José “Pichi” Arpires, explicó: “Las personas reciben la ayuda con mucha alegría, porque en invierno un metro de leña les sale aproximadamente mil quinientos pesos y, más allá de que el Gobierno les entrega la garrafa, necesitan comprar esa madera, y hacerlo todas las semanas cuesta mucho. Ofrecerles un plato de comida colabora a que el poco dinero que tienen lo utilicen en otra cosa que pueden precisar, como por ejemplo lo necesario para no pasar frío”.

Arpires señaló: “En estos momentos, a partir de la iniciativa de una vecina, un grupo barrial hace unas cuatrocientas porciones de comida por semana, que se reparten los martes y los jueves. Ahora se sumaron los sábados, ya que vinieron desde una iglesia a cocinar trescientas cincuenta raciones más, para repartir acá y llevar también al barrio 29 de Septiembre”.

“Las colaboraciones vienen de la Red Solidaria, de los propios vecinos, y también nos han ayudado comerciantes de la calle Onelli y jugadores de rugby veteranos del Club Los Pehuenes”, indicó.

Sobre la modalidad utilizada para el retiro de la ayuda, el dirigente social expresó: “Los días en que se hace la repartición, la gente viene a la una y cuarto y espera su turno. Sabe que tiene que acudir con barbijo y respetar el distanciamiento”.

En cuanto al tipo de comida que se realiza, contó: “Hacemos mucho guiso, pero la idea es variar un poco y cocinar también pollo con arroz, tallarines y otras cosas”.

“Pichi” destacó que muchos de los elementos que se reparten provienen de los mismos habitantes de la zona: “Siempre que pedimos, la gente colabora, porque sabe que todo lo que se junta, ya sea alimento o ropa, es para ayudar a los vecinos que peor la pasan”.

Pero los donativos no siempre alcanzan. En ese sentido, Arpires manifestó: “Para juntar dinero realizamos algunas ventas de platos, locro por ejemplo, pero la verdad es que muchas veces hay que poner plata del propio bolsillo para poder comprar algunas cosas necesarias, como artículos de limpieza”.

Según indicó, la Municipalidad se encarga de abonar los servicios de luz y gas, pero el resto de los gastos corre por cuenta de la propia biblioteca.

En este momento, el lugar también funciona como sitio donde los alumnos del barrio acuden a buscar sus módulos de estudio. Así, “Pichi” expuso la manera en que realizan ese servicio: “Nos encargamos de imprimirlos. Ya llevamos hechas más de dos mil impresiones. Las brindamos en forma gratuita, y ponemos una alcancía para que la gente colabore con lo que pueda. Hay que tener en cuenta que cada tóner cuesta cinco mil ochocientos pesos… A nosotros nos donaron uno, pero tuvimos que comprar otro”.

El hombre recordó que el sitio está abierto desde el 17 de diciembre de 2012: “Vino el tren de Desarrollo Social y Sanitario, y desde allí recorrieron varios barrios pero no encontraba ningún lugar adecuado para instalar la biblioteca. Yo tenía un galpón así que la pusieron acá. Trajeron quinientos libros. Después, de una escuela de Península San Pedro, nos donaron otros dos mil. Así empezamos. Luego las colectas continuaron y, en la actualidad, contamos con doce mil ejemplares”.

Antes de la epidemia de coronavirus, una modalidad para que los libros transitaran por el barrio era la de “la mochila viajera, con cuatro libros que se debían devolver tras ser leídos, y una revista que estaba destinada a que se quedara en cada casa”.

En el espacio de la biblioteca, según relató el referente social, también “funcionaba una escuela de adultos a la que, de 9 a 11, asistían veintidós mujeres que completaban el primario”.

Sobre sus múltiples funciones en el lugar, “Pichi” bromeó: “Yo soy el dueño del terreno, de la vivienda, el director… Acá hay que hacer de todo, como ayudar a gestionar una u otra cosa. Este sitio funciona a manera de un centro comunitario, como un punto de reunión. A mí, el trabajo social me gusta mucho. Ya lo hacía incluso desde antes que se instalara la biblioteca”.

“Cuando llegamos al barrio, en 2001, éramos treinta familias; ahora hay cincuenta y dos manzanas pobladas”, apuntó, en cuento al aumento de necesidades que se han visto con el incremento de la población.

Al ingresar a la biblioteca, se encuentra una muestra de imágenes de Julio Cortázar. El escritor, que también a su manera ejerció en gran parte de su vida la colaboración social, aparece en diferentes gigantografías que han recorrido un largo camino y están destinadas a, cuando cese la pandemia, seguir su trayecto, tal lo relató “Pichi”: “Desde el departamento de Trabajo Comunitario de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, en 2015 se realizó la gestión por la cual estas fotos llegaron a Bariloche. Las expusimos en la Biblioteca Sarmiento, en la Escuela Municipal de Arte La Llave, en el Salón Cultural de Usos Múltiples (SCUM)… Este año queríamos hacer algo con las bibliotecas populares provinciales, pero no se pudo. Habrá que esperar”.

Arpires también piensa con vistas a agosto en cómo hacer para que los chicos puedan celebrar, de algún modo, el Día del Niño. “Lo más probable es que no se pueda hacer ningún festejo, pero ya estamos juntando juguetes y de alguna manera se los vamos a hacer llegar”, aseveró.

Aquellos que quieran comunicarse con “Pichi” para realizar alguna donación, o averiguar en qué forma pueden colaborar, deben llamar al +54 9 294 470-5623.

Christian Masello/ Fotos: Facundo Pardo

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