COLUMNAS ABIERTAS

| 01/05/2020

Emociones Encontradas: Feliz cumple Bariloche

Emociones Encontradas: Feliz cumple Bariloche

Te ves tan linda estos días de otoño, tan colorida, callada. Parece que hasta elegiste el día de tu cumple en el centro del otoño, para que seas una acuarela, con tanta luz. Dejaste hacer a quienes te fueron perfilando. Aquellos aventureros de tus inicios que dieron rienda suelta a sus impulsos. Un día llegó el primer barco y encalló en la playa, ante la celosa mirada de quienes ya habitaban el lugar y andaban el lago, que curiosamente preservó su nombre, no como otros de la zona que fueron rebautizados. Un muelle precario, una casita en la desembocadura del arroyo, justo donde empezaba a trepar el bosque, mirando hacia donde se extendería la primer huella por la que iban y venían caballos y carros con mulas o bueyes. Me imagino las voces de entonces: el acento gringo, con algo de chileno y el mapudungun. La sirena del aserradero anunciando el inicio o fin de la jornada, el arroyo empujando las paletas del molino, el olor a leña quemada de las primeras casas, esas que te dieron un perfil tan particular.

Maderas y tirantes que al son de los martillos y sierras fueron elevando tu perfil, mirando al lago y espiando hacia el este. Escuelas, casas de comida, pensiones, todo lo que aquellos pioneros fueron requiriendo, comenzaron a llegar. Un día mirando al este, asomó el primer tren. Te soñaron gringa, criolla, india y vos, dejándote crecer. Extendiste tus calles, subiste la loma, volviste a bajar. Una radio llenó de voces las silenciosas noches de las casas y te dieron luz los cables que sostenían los postes. Un soñador dirigió voluntades y levantaron tu Centro Cívico, ese que te dio una identidad única. Una catedral y edificios coquetos, en piedra y madera. Te abrazó la costanera y un camino comenzó a aventurarse por la ribera del lago, descubriendo un paraíso tras el otro, hasta un pañuelo perdido que se volvió puerto y un hotel que quedó para siempre incrustado en la postal. Te soñaron única, distinta, particular, para que te visiten y recorran otros ojos. El turismo, esa palabra que se pegó a tu nombre, que te abrazó para crecer con vos. Tus hijos, comenzaron a subir tus laderas, para descender esquiando, levantaron refugios en cuanto cerro te rodea y te surcaron con senderos y picadas.

¿En qué momento dejaste de ser un pueblito para ser ciudad? Los primeros almacenes se convirtieron en mercados y compañías comerciales, que aventuraban el comercio por los lagos, con Chile. Y ya no paraste de crecer: muelles, cemento, asfalto, piedras talladas, tejas, cercos y jardines. Brotaron edificios, hosterías y hoteles. Tan bella, peinándote en el espejo del lago las noches de verano. Calladita bajo el manto de la nieve; guardada en días lluviosos o rezongando con el viento que te canta en las cumbreras. Te mostraste igual para príncipes, reyes, magnates, que para el leñero que al tranco del carro tirado por bueyes o el carpintero que desde una cumbrera dejaba jugar sus ojos por el entorno. Te fueron quedando atrás anécdotas y personajes que rondaron tus calles. Edificios y casas antiguas cayeron para dar paso al progreso, sepultando entre el polvo y los escombros a los recuerdos. Las grandes nevadas, terremotos, cenizas, la caída del ciprés histórico, del mercado, la mole del Center, el loteo de las quintas, la tala indiscriminada, incendios de casa y de bosques. Algunos accidentales, otros no.

Siempre pensé en que dirían aquellos primeros aventureros al verte hoy. Tal vez buscarían sus rastros bajo las veredas de lajas y baldosas. Los imagino ateridos mirando tus moles de cemento, las calles atascadas de autos, oyendo tus diferentes acentos. Buscaran esos arroyos libres y cantores, que rugen en silencio, bajo tierra, dentro de un caño. Seguramente añorarían aquel silencio, esa pachorra pueblerina, la lana que dio paso al duvet y las plumas, la grasa en la costura de las botas y botines de cuero a las de tela sintética e impermeables. Las largas tablas de esquí de madera y las sogas que los llevaba cerro arriba tan diferentes a las modernas aerosillas. El vapor de los barcos pioneros ha dado paso a los catamaranes, aunque el viejo Modesta se resista e hilvane todos los tiempos de la navegación.

¿Y el futuro, cuando todos nosotros hayamos partido y nuestras semillas sigan por acá? Te imagino dando la vuelta a todo el lago con un camino o tal vez una autopista, con un puerto lleno de barcos y lanchas frente a vos, con el casco de la “ciudad vieja” preservado (como no pudimos hacerlo nosotros). Tal vez en algún museo todavía se pueda ver una computadora como esta que uso para escribir y en una vitrina un viejo diario de papel. El humo de combustión un recuerdo. ¿Será todo eléctrico? Vaya a saber que se inventará.

Turística, científica, contradictoria como siempre, pero hermosa, la más linda de todas. También ha de quedar en tus crónicas este 2020, el de la cuarentena y los barbijos. Y como tantas otras cosas, será parte de tu historia. Feliz cumple, pueblito querido.

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