PRODUCCIÓN DE LA COMPAÑÍA TEATRO CASERO

| 15/07/2019

“Hijo del campo”, valiente y de alto vuelo

Adrián Moyano
“Hijo del campo”, valiente y de alto vuelo

 

La obra que tiene como protagonista a Darío Levin convocó a una pequeña multitud en La Llave, cuya capacidad quedó superada. Brillante aporte las Nevadas Internacionales de Teatro.

En “Hijo del campo” hay una denuncia central y varias subsidiarias, concatenadas todas. La más evidente y dramática refiere al asesinato de un peón por parte del patrón y sus hijos mayores, como represalia de la relación gay que el malogrado trabajador rural –apenas mencionado en la trama- mantuviera con el menor de la familia estanciera. Pero si se presta atención al texto que lleva la firma de Martín Marcou, tal desenlace no sólo es previsible sino incluso esperable, ante la sucesión de hechos violentos que por naturalizados, no pierden un ápice de su espíritu despiadado.

Hablamos de la obra que la Compañía Teatro Casero trajo desde la Comarca del Paralelo 42 para participar de las Sextas Nevadas Internacionales de Teatro, que finalizaron el domingo en esta ciudad. La función tuvo lugar en la Escuela Municipal de Arte La Llave, frente a una audiencia que agotó las entradas, a pesar de que prácticamente a la misma hora, otra propuesta a priori taquillera se ofrecía en otro de los escenarios.

En los primeros tramos de la puesta, nada hace prever los senderos trágicos por donde se desenvolverá la acción, ya que Darío Levin disfraza con habilidad el nudo de relato con recursos que inducen la participación de la gente. Al convidar periódicamente mate y establecer breves diálogos con los y las convidadas, la tensión se desarma para volver a solidificarse momentos después, al continuar el relato.

El espacio escénico se dispuso de una manera diferente a la habitual, circunscripto a ras del piso por dos o tres filas semicirculares de asientos, mientras que sobre el escenario se levantó una suerte de platea. Así las cosas, la proximidad con el actor era un hecho, incluida la chance de la interacción. “¿Mate?”, preguntaba el personaje al ofrecer. Los y las convidadas que respondían afirmativamente, debían replicar: “Que Dios perdona”. El juego de palabras cobraría cada vez más entidad, al avanzar el relato.

Si no fuera por el aporte de un guitarrero, quien en segundo plano entona de vez en cuando algunas milongas de letra esclarecedora o suma algunos sonidos incidentales, podría definirse a “Hijo del campo” como un unipersonal. Levin está caracterizado como gaucho del interior patagónico y a pesar de algunos párrafos muy cuidados literariamente, se expresa con lógica y léxico campero.

Palabras fuertes

En la consecución de la atmósfera es decisiva la factura del texto, que recrea la atmósfera hostil de la estepa patagónica, sus fríos inconcebibles y la precariedad de los medios de vida. Es notable el detalle con que la dramaturgia describe las faenas rurales que incumben al ganado ovino, carácter puntilloso que sólo puede adquirirse a partir del profundo conocimiento del medio que se pretende retratar, acierto que no siempre puede encontrarse en piezas teatrales e inclusive, en trabajos audiovisuales.

En la noche del sábado, buena parte del público se conformaba de actores, actrices y estudiantes de teatro, composición que le permitió a Levin bromear varias veces con sus colegas, como otra manera de distraer ante el avance de la truculencia. En esa estancia imaginaria, la autoridad de “Padre” es tal, que decide sin que nadie pueda oponerse, la continuidad de la vida o la llegada de la muerte, en primera instancia, de una camada de cachorros caninos cuyo nacimiento no era deseado –por el patrón de estancia- y en segunda, de otro grupos de perros que no cumplían con la faena que siempre según su imaginario, con el trabajo asignado.

El “hijo del campo” alterna la descripción de los hechos sanguinarios con pinturas poéticas que se detienen en el aroma de flores o frutas, en el susurro de chorrillos cercanos al puesto  o en las labores primorosas de un madre solitaria, silenciosa y siempre hacendosa, única en ese universo de hombres que la deja en los bordes, borrosa, sólo relevante para la mirada del hijo menor, el diferente, el distinto.

Entonces, la violencia homofóbica aparecerá como consecuencia casi lógica del despotismo paterno y el sojuzgamiento de género. Pero también del maltrato animal que no sólo se expresa en la mortandad de perros y perras, sino del que es inherente a las explotaciones ganaderas, en este caso, ovinas. Cuchillos, señaladas y capadas forman parte del paisaje cotidiano de la estancia, en una descripción que entusiasmaría a cualquier vegano o vegana militante.

En 2021 se cumplirán 100 años de los sucesos que ventiló Osvaldo Bayer en “Los vengadores de la Patagonia trágica”. La descripción de hace “Hijo del campo” sobre el hábitat de los peones, la intensidad de sus jornadas laborales, su indumentaria y su alimentación, no difiere tanto de la razones que llevaron a miles de trabajadores rurales a ensayar una huelga desesperada en la no tan lejana Santa Cruz. Si bien no hay referencias temporales, que una camioneta sea utilizada en el momento culminante de la violencia, otorga contemporaneidad a la acción.

Al abrigo de la impunidad

Entonces, en un contexto de dictadura paternal, violencia y maltrato animal, explotación laboral y subordinación de la mujer, ¡qué no iba a pasar si el menor de los hijos asumía una sexualidad opuesta a la machista! Mediante una delación, su relación con el peón queda al desnudo y la muerte vuelve a señorearse en extremo cruel, con torturas que se ensañan con el trabajador. Total, ¿quién va a preguntar por él?

Al finalizar su faena, Levin recibió una conmovedora y prolongada ovación por parte de la gente. “Hijo del campo” toma posición directa o indirectamente en varias de las problemáticas que se discuten en la actualidad pero jamás cae en la explicitación fácil ni menos aún en el panfleto. Con su ambientación, exige detener la mirada en espacios que generalmente se suponen tranquilos, donde “no pasa nada”, según las miradas citadinas. Pero la calma bucólica puede disimular tragedias y no sólo de origen homofóbico: el 9 de julio último se cumplieron ocho años de la desaparición de Reimundo Nazario Pino, peón rural de la zona de Gan Gan. Salvo su familia y unos pocos allegados, nadie se preocupa por su paradero.

La dirección de “Hijo del campo” corre por cuenta de Adrien Vanneuville. La iluminación es aporte de Juliana Benedicti y la dirección de Arte, aporte de Kevin Orellanes. El asesoramiento en vestuario corrió por cuenta de Gabriela Hernández y la producción integral es de Teatro Casero. Si llegan, mejor, pero no hace falta esperar a que vengan elencos de las grandes ciudades para disfrutar de propuestas dramáticas jugadas y superlativas. En 2018, la obra de los comarcanos había obtenido el Primer Premio en la Fiesta Provincial de Teatro de Río Negro.

Adrián Moyano

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