02/07/2019

Estos muertos de hambre

Javier García Guerrero *

El joven malabarista del semáforo y de la vida que ofrece su trabajo en un papelito que reparte, nació durante la crisis alimentaria del 2001 cuando se comían gatos y se saqueaban los supermercados. Creció fuera del sistema educativo con la mayor tasa de abandono escolar y de caída de la calidad educativa. Malvive tras ocho años de estancamiento en la mayor depresión económica y de desempleo juvenil de Latinoamérica mientras se destruye un puesto de trabajo cada 10 segundos. Es uno de los estigmatizados cartoneros, trapitos, yiros, etc. que multiplica la inédita caída del ingreso medio per cápita año tras año. Necesitan inmediatamente alternativas que impidan que sus estilos de vida se transformen en destinos trágicos delincuenciales o en el de los “muertos del hambre” que cuando ellos nacían llegaron a ser 25 por día.

El actual déficit alimentario se expresa en las caídas récord del consumo de lácteos, carnes y pan. Los estudios epidemiológicos ya describen una “predisposición genética” es decir, el daño padecido por una criatura que nace de una madre desnutrida va a ocasionar el desarrollo de patrones de desnutrición hasta la tercera generación (Longhi, CONICET). El explosivo crecimiento de la demanda de asistencia hospitalaria, del ausentismo y la invalidez, evidencian un sistema inmunológico deficiente y carenciado. Los hospitales no pueden solucionar el hambre.

Ocho millones de niños argentinos no superan el escalón de las necesidades básicas, más de 3 millones de argentinos pasan hambre, no comen lo que deberían para sobrevivir, penan y mueren de a poco por eso. La mayor parte de los afectados son adolescentes entre 13 y 17 años, segmento donde se expanden a un ritmo inédito, las adicciones y los suicidios.

Los niños son pobres porque ya en la mitad de los hogares alguno de los padres está desocupados o son monoparentales a cargo de mujeres. El porcentaje de pobreza infantil aumenta cuando es la madre quien aporta el ingreso (55,3%) y se incrementa dramáticamente (72,5%) si los padres recibieron menos de seis años de educación, mientras que en los hogares en que los padres están desocupados se dispara hasta el (84,8%). Se calcula en un millón y medio personas que no cobran la AUH porque no tienen documentos, porque son migrantes o porque sus hijos son adolescentes que están fuera del sistema educativo.

La nota distintiva de la Argentina no es la creciente participación de las partidas tituladas como inversión social en sus presupuestos sino la pésima eficiencia y eficacia en la ejecución de las mismas y su negativo impacto en la mejora de la desigualdad y la indigencia. El plan Hambre Cero logró sacar de la pobreza a 40 millones de brasileños. Con un 70% de su población pobre, afrontando el crecimiento de la indigencia por la deportación, cierre de fronteras y penalizaciones a sus exportaciones, establecidos por Trump, México está en emergencia alimentaria. La respuesta del gobierno azteca fue encomendar a Morena Albores, la nueva ministra de Desarrollo Social, el desarrollo del programa “Sembrando Vida” que propone articular municipio y comunidad, en las zonas de pobreza extrema con 200.000 hectáreas asignadas para generar en lo inmediato 80.000 empleos en forestación y restauración productiva.

La ministra es nieta de una migrante salvadoreña y una indígena tzeltal, con estudios en economía social en Europa y una larga experiencia de trabajo comunitario en México. En 2001 comenzó a trabajar en la cooperativa Tosepan Titataniske (Unidos venceremos, en lengua náhuatl) con población nahua y totonaca. Desde entonces el proyecto se ha expandido a 430 comunidades con más de 36.000 socios (el 64% mujeres) que trabajan en proyectos de economía social, turismo, finanzas populares, construcción, salud y educación.

Líder barrial vecinalista, con perspectiva de género, sensibilidad social y ambiental Arabela Carreras, primera gobernadora rionegrina, afronta una grave crisis social con perspectivas de agravamiento. Para superarla dispone de un amplio apoyo popular y fundadas expectativas de renovación. Un Programa de Promoción de la Garantía Alimentaria Rionegrina sobre la base de la organización comunitaria para la producción frutihortícola urbana/periurbana podría dinamizar el uso de los espacios y brazos disponibles para superar el hambre más urgente e inaugurar inversiones sociales de mediano plazo.

En nuestra provincia, la realización de cultivos frutihortícolas intensivos bajo cubierta o bajo riego y las huertas urbanas comunitarias presentan perspectivas excelentes. En algunas localidades podría complementarse con esquemas de hidroponía y aeroponía bajo atmósfera controlada para superar las limitaciones que presentan el clima y las distancias en una Patagonia de baja densidad poblacional.

Más de 150 ciudades del mundo han adherido y ejecutan el Pacto de Milán sobre Política Alimentaria Urbana, un compromiso destinado a la lucha contra el hambre, el desperdicio de alimentos y a la mejora de la nutrición, basada en cambios en los parámetros de planificación y en la participación popular en el desarrollo urbano sustentable. La sustitución de los productos frutihortícolas cultivados en otras regiones permitirá importantes ahorros de los recursos utilizados para transportarlos. Los desperdicios y pérdidas de valor nutritivo asociados superan el 50% de lo cosechado.

El arbolado de las plazas y calles con frutales, el establecimiento de huertas comunitarias en los baldíos, terrenos estatales, colegios, clubes, comedores sociales, gremios, merenderos, hospitales, presidios, centros de jubilados, etc. es viable y necesario. Asegurar un adecuado suministro de agua, semillas, plan sanitario, asistencia técnica, educación nutricional y distribución equitativa de los resultados entre quienes contribuyeron a generarlos, requiere de un plan y de instrumentos como una Guía Unificada Provincial que regule las intervenciones, los derechos y obligaciones de los participantes y de los organismos públicos involucrados, estableciendo indicadores de impacto que deberían ser públicos y auditables.

Los concursos de belleza podrían transformarse en premios a los mejores emprendimientos de mujeres rurales, a la mayor contribución autogenerada de los comedores sociales, a las cooperativas que crearan más empleo joven, a la comunidad terapéutica con mejor impacto epidemiológico derivado del programa, a quienes cultivan las mayores o mejores hortalizas o frutas, las más tempranas o tardías, a las mejores propuestas gastronómicas hogareñas o de hostelería, etc. que resultan dignas de emulación.

El desarrollo paralelo de instrumentos de seguridad y garantía de inocuidad alimentaria como la trazabilidad, sellos de calidad, denominaciones de origen y multiplicar eventos que fomenten la gastronomía regional, el ecoturismo, permitirá agregar valor local y asociativo a los esquemas de autoconsumo y cooperativas, cuando alcancen un mayor grado de desarrollo y organización.

El tiempo de los lugares comunes autocomplacientes del “acá no trabaja el que no tiene ganas” o “en este país nadie se muere de hambre” ha pasado. No habrá paz social, ni democracia plena, ni competitividad sistémica, mientras la desigualdad excluya del desarrollo y la alimentación sana a porciones crecientes de la población. Es tiempo de interrogarnos sobre ¿Cómo conseguimos convivir con estas realidades? ¿En qué nos estamos transformando? porque como dijo Epicuro: “Debemos buscar a alguien con quien comer y beber antes de buscar algo que comer y beber, pues comer solo es llevar la vida de un león o de un lobo”.

* Exprofesor titular de la Universidad Nacional de Río Negro. Disertante de sus Jornadas de Producción Economía y Sociedad.

Javier García Guerrero *

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