ESCRIBIÓ “DESCRIPCIÓN DE LA PATAGONIA”

| 29/06/2019

Falkner: ¿jesuita abnegado o espía inglés?

Adrián Moyano
Falkner: ¿jesuita abnegado o espía inglés?

El sacerdote vivió 40 años en el Virreinato del Río de la Plata y si bien nunca estuvo destinado en la región, la describió con lujo de detalles en un volumen que luego inspiró a aventureros y demás viajeros británicos.

No son pocos los historiadores que suponen que al escribir su “Descripción de la Patagonia y de las partes adyacentes de la América Meridional”, Tomás Falkner tuvo la intención de acercar información valiosa al gobierno británico, útil para sus disputas territoriales con España. Esa posibilidad fue aceptada por Andrés Carretero, prologuista de la edición 1969 de la “Colección de Obras y Documentos relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del Río de la Plata”, publicada originalmente en 1835.

Para el introductor, “no es muy descabellada la intención de atribuir a Falkner propósitos ocultos, pues hace poco tiempo el doctor Diego L. Molinari, en su trabajo ‘Orígenes de la frontera...’ señala con claridad que la versión dada a conocer en 1774, era la fuente de inspiración para numerosos aventureros al servicio de la corona inglesa y que las alusiones referentes a las posibilidades de ocupación no escaparon a la percepción de los primeros ministros ni de los estrategas de la política exterior británica pues numerosos planes de expansión tenían como objeto secundario o principal la ocupación de la Patagonia en su totalidad o en alguna parcialidad”.

Carretero también resaltó: “es posible señalar, pues existen documentos, que el padre Falkner recibió dinero al término de su obra. Este dinero fue pagado por el gobierno británico. Además, es muy sospechosa la práctica desaparición del jesuita después de su expulsión de América, en el viaje de España a Italia, para aparecer en Inglaterra, su tierra natal. Hasta el padre (Guillermo) Furlong, en su trabajo sobre el autor de la descripción, señala que no hay pruebas, para indicar cómo hizo para viajar ni de qué medios se valió para ello. Esto da una pauta por demás interesante para ser investigada con minucia, pues posiblemente en ese período de su vida, es donde se encuentre la clave de su trabajo”.

Según el historiador jesuita argentino, Falkner había arribado a Buenos Aires el 7 de mayo de 1730, pero para Carretero no había fecha cierta. Allí enfermó, “recibiendo ayuda de los jesuitas. Ingresó a esta compañía el 14 de mayo de 1732, pasando a Córdoba, donde se ordenó en 1739. En este destino estuvo a cargo de la farmacia. Tres años después viajó a Santiago del Estero, cumpliendo funciones de la compañía de los jesuitas”.

Su periplo

Años después, “fue destinado a fundar reducciones en territorio de la actual provincia de Buenos Aires, sobre la zona costera. Llegó hasta lo que se llama en la actualidad Laguna de los Padres, distante 16 kilómetros de la ciudad de Mar del Plata. Esta misión de reducción contó con el apoyo inicial de los indios de la zona y de otros que se acercaron a los establecimientos, pero por episodios desgraciados ocurridos en torno a la persona del cacique Galelián, los indios se retiraron y abandonaron a los padres jesuitas, debiendo Falkner, abandonar la región y retirarse hasta la Reducción de la Concepción”.

En la narración de Carretero, “ese mismo año Falkner se internó en las pampas, rumbo a Mendoza, de donde tomó noticias de las cantidades de animales yeguarizos que vagaban en libertad y que según su versión le impidieron continuar la marcha durante tres días”. Luego, “entre 1744 y 1746 permaneció en la ciudad de Bueno Aires. Este último año acompañó al padre Cardiel en su internación hacia la Sierra del Volcán, con intención de refundar la Reducción de Nuestra Señora del Pilar, ubicada, según su versión ‘... junto a una laguna que los españoles llaman Laguna de las Cabrillas, a tres leguas de la costa del mar...’ Esta reducción se fundó con indios pampas y serranos”.

Al parecer, “la vida de esta reducción fue muy precaria, pues varias veces el padre Falkner debió internarse en busca de comida y la política de los indios con respecto al establecimiento hizo que debiera abandonarse. Por ello en 1751 el autor se encontraba nuevamente en Buenos Aires, siendo destinado al año siguiente a la estancia de los jesuitas, ubicada en Areco, donde permaneció hasta 1756”.

Desde “este destino realizó viajes en distintas direcciones, tomando conocimiento de distintas regiones y en uno de ellos descubrió los restos de un animal prehistórico para él desconocido y que estudios posteriores indican como el gliptodonte. De ese destino pasó a Santa Fe y luego a Córdoba, donde desempeñó el cargo de profesor de matemáticas en la Universidad. Allí lo sorprendió la expulsión”.

Como puede advertirse Falkner, nunca estuvo destinado en la Patagonia. No obstante, eso no le impidió escribir su “Descripción...”, la que según su subtítulo “contiene una razón del suelo, producciones, animales, valles, montañas, ríos, lagunas, etc. de aquellos países. La religión, gobierno, política, costumbres y lengua de sus moradores, con algunas particularidades relativas a las Islas de Malvinas”. Obra que recogió tantos elogios como críticas. Y también suspicacias.

La laguna de Nahuel-huapí

Si bien Falkner nunca anduvo por aquí, enumeró los pueblos que habitaban la zona por aquel entonces. En su “Descripción...” anotó que “los guilliches y moluches meridionales llegan desde Valdivia hasta el estrecho de Magallanes, dividiéndose en cuatro naciones. La primera llega hasta Chiloé, y más allá de la laguna de Nahuel-huapí, y habla la lengua chilena (se refería al mapuzungun). La segunda son los chonos, que viven cerca de la isla de Chiloé. La tercera se llama pay-yuy, o peyes, y viven en las costas, desde el grado 48 hasta 51 de la latitud meridional; y desde allí hasta el estrecho de Magallanes, el país es habitado por la cuarta nación, llamada rey-yus o reyes”.

Para Falkner “estas tres últimas naciones son conocidas por el nombre de buta-guilliches, porque son más altos y gruesos que la primera, llamada pichi-guilliches, o pequeños guilliches. Parecen también diferentes gentes, porque su lengua es una mezcla de la de moluche y tehuel. Los otros guilliches y los peguenches hablan del mismo modo uno y otro, diferenciándose sólo de los picunches por el uso de la letra s en lugar de la r, y de la d, donde otros el ch; por ejemplo: romo por somo”. Es decir, variantes dialectales del idioma mapuche.

Adrián Moyano

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