LITERALIDADES HILARANTES SOBRE FRASES POPULARES CONTEMPORANEAS

| 08/05/2019

Fuga

La verdadera historia de los bucaneros revolucionarios que lucharon por la independencia hispanoamericana bien podría formar parte de una antología del realismo mágico. Las luchas intestinas, alianzas y reconfiguraciones del mapa geopolítico de las que fue parte confluían en la mente de Brunet como una yuxtaposición entre lo real y lo fantástico, de manera similar a como la solemnidad y la saga del diluvio universal convergen en las flexionadas rodillas de ciertas señoras.

Había perdido aquella rigurosidad de estratega y para colmo la escena se repetía con cada uno de sus corsarios; el pequeño grupo de piratas que, vencidos por la soledad de su lucha justiciera, estaban de espaldas, con la frente apoyada en la pared y las manos en la nuca, esperando la descarga.

Anoche, en su desvelo, Luis Miguel Brunet sospechaba que la palabra inicial, la que aguarda en un espacio intemporal ser pronunciada y actuar, contiene en sí una creación y una fatalidad: ser el comienzo de una existencia prístina y, a la vez, una ruptura irreversible de esa neutralidad sin tiempo. En su personalidad, cuando la angustia usaba su mordaza y ajustaba lentamente su husillo palpitante, la fricción presionaba sin pausa y Brunet comenzaba a buscar las causas afuera. Por eso, desde la condena días atrás, hasta este minuto final del 24 de abril de 1843, elucubró noventa y tres formas de fugarse. Desistió. Marcharse, se dijo, no era más que cambiar de perspectiva. Esa convicción que lo había forjado como un luchador noble y frontal, no le había servido para ganar la confianza definitiva de Simón Bolívar, pero en cierta manera se había transformado en su propósito de vida.

Escapar ahora hubiera sido resignificar toda su historia. Tal la importancia que Brunet y sus compañeros reconocían a todos los finales.

Cuando el impulso meditado estaba a punto de eclosionar, el horizonte se abría ya en la imaginación de Brunet hacia el mar de la isla de Amelia, tan suya. Las playas, el generoso silencio, el aroma de la sal. Con lucidez, podía posar su atención en las enormes hojas de las palmeras movidas por una cálida brisa. Su nostalgia por ese lugar y su vuelo se confundían hasta el delirio. Sabía que poner el pensamiento en lo inmenso era la mejor forma de evitar el dolor de ese instante en que la ausencia viene con toda su materialidad a dominar la escena.

El tiro en la nuca hizo una perforación brutal, como si esa bala contuviera en sí toda la furia de un dios omnipotente, pero incapaz de soportar siquiera la idea de una falla. Y Brunet, con su semblante francés y su corazón sensible, representaba en sí esa contradicción: resquebrajaba el andamiaje portentoso y exacto de una cultura monárquica, impoluta y áurea.

A breves kilómetros de allí mimetizado y oculto en el verde follaje de las sierras, un niño del grupo de aliados, llevado por el imprevisible itinerario de una mariposa, divisó, desde el borde de un peñón, el vuelo de un ave capaz de trinar palabras humanas. Batiendo sus verdes alas, el compañero de Brunet emprendía, ahora sí, su viaje de ave cálida.

*Ariel E. García, es barilochense de tercera generación por parte de madre y su ascendencia paterna lo acercó desde muy joven a la comunicación y la palabra. Estudió Letras en la Universidad Nacional del Comahue sin relegar por ello su vocación de escritor.

Sus Literalidades son interpretaciones textuales de frases hechas cuyas metáforas son aceptadas por la cultura, lo cual representa a la vez un juego humorístico heredado y una puesta en cuestión del sentido común que fomenta el espíritu crítico.

Los textos conforman un libro cuya publicación se hace semanalmente en este diario.

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