SU FALLECIMIENTO SE PRODUJO EL DOMINGO

| 22/04/2019

Una gran pérdida para la poesía patagónica tras la partida de Julio “Mochi” Leite

Adrián Moyano
Una gran pérdida para la poesía patagónica tras la partida de Julio “Mochi” Leite
La cultura popular patagónica despide a Julio Leite.
La cultura popular patagónica despide a Julio Leite.

Habitué de “La Patagonia canta en Bariloche” en los 90, llevó a la palabra poética más allá de los umbrales del género. Innumerables y encendidas despedidas en las redes sociales.

En Bariloche, a la poesía de “Mochi” Leite no la conocimos en la solemnidad de alguna presentación o en una mesa de lectura más o menos íntima. Recibimos sus palabras como dardos en las noches multitudinarias de “La Patagonia canta”, cuando la canción popular de la región era capaz de reunir a miles en un par de jornadas y la tribuna del gimnasio Don Bosco quedaba chica. Fue durante el primer invierno neoliberal que sus versos marcaron la raya sobre el escenario “Marcelo Berbel”, cuando hasta la palabra “pueblo” era mal vista por los adoradores de espejitos, de esos que nunca faltan.

Antes que sus libros, primero escuchamos sus bramidos pendencieros, nada de relleno entre grupo y grupo. Auténticos manifiestos contra la barbarie que enriqueció a los dueños del sur del sur, tiernos pronunciamientos en los que habitaban peones ovejeros, migrantes chilotes y la gente originaria de su Tierra del Fuego. Nada de bucólicas y meras descripciones de paisajes: los dramas al desnudo en la vida del proletario patagónico, expuesta la soberbia estanciera que para otros y otras acertaba al esconderse detrás de tantas montañas bellas y tantos lagos conmovedores.

Solo o con la ocasional compañía de músicos amigos, el “Mochi” enfrentaba al público y conseguía el silencio que para un poeta, es más atronador que el más cálido de los aplausos. Su voz se convertía en susurro para acto seguido, destacar la exaltación que él pretendía marcar a fuego en la sensibilidad de los escuchas. Cuarto de siglo más tarde, esas llagas todavía arden. Da fe el que firma.

En 2019, las noticias que vienen de lejos llegan antes por las redes sociales. El domingo último perdió santidad y los conejos del Centro Cívico quedaron un tanto ridículos al desparramarse la mala nueva, entre quienes prestamos oídos al palpitar de los que escriben, los poetas, los cantores. No por previsible, menos desgarradora la partida del “escritor fueguino Julio Mochi Leite”, como tituló uno de los medios de prensa de la lejana provincia.

En los tiempos de “La Patagonia canta”, Rubén Pinchulef hacía presente a las danzas folklóricas, con su escuela “Inchiñ taiñ mapu” (Nuestra tierra). En la práctica, intenta retomar el tránsito por la huella que dejó Ricardo González, al reeditar ediciones de la “muestra artístico – cultural”, como gustaba definirla su organizador. “Estuve poco tiempo atrás con Mochi en la casa de Nelson Ávalos, fue una alegría grande verlo después de 15 años.

Después de tanto tiempo que ha pasado, uno empieza a reflexionar sobre su poesía y con todo lo que está sucediendo en este momento, se ve lo claro que tenía la parte social”, realzó el bailarín.

Poesía con marca

Añadió el profesor de La Llave que “después de su partida, queda el recuerdo de una persona que marcó la poesía patagónica con su firma, con su sello y con su pulso, de una manera muy grande. Estas son palabras apresuradas pero siento mucho su partida, porque estuve con él hace muy poquito y seguí muy de cerca su enfermedad, el tiempo que estuvo internado… Me había enterado que andaba bien pero después, había tomado de nuevo el rumbo de su ginebra y lo fulminó. Es duro”, insistió Pinchulef.

Con el dolor a cuestas, precisamente Ávalos le dijo a El Cordillerano desde El Hoyo: “sobre su aporte a la cultura popular y a la poesía, no me voy a poner a analizar sus técnicas poéticas, pero creo que Mochi aportó una actitud diferente por parte de un artista. Esto pasó hace unos 30 años... Yo lo conocí en el 86, en el contexto del regreso de los gobiernos constitucionales, llamados democráticos. Allí comenzaron a florecer encuentros y festivales, toda una movida que fue una explosión y la Patagonia no estuvo ajena. Con mis 18 o 19 años vi a un hombre de traje marrón y corbata, que se subió a un escenario en Esquel y recitó sus poemas con una fuerza que yo nunca había visto. A partir de ahí nació una amistad que la muerte no va a matar”, avisó.

Cantautor él mismo, Ávalos destacó que “el aporte a la cultura fue esa actitud que tuvo el Mochi y ayer la vi reflejada en innumerables comentarios en el Facebook, de amigos y amigas de todos los lugares del país y de varias generaciones: gente de 70 o de 25 años. Poetas, músicos, músicas, artistas... Rescataban sobre todo la actitud del Mochi de conectar personas porque era un viajero de su poesía, llevaba su poesía a todos lados, tanto en avión como a dedo. Yo viví eso, varias veces. Tenía una curiosidad enorme por conocer artistas en general pero más que nada, poetas, hacedores de palabras. Llevaba libros y discos y cuando llegaba a un lugar, los hacía conocer. Ponía en contacto a la gente”. A juzgar por esta crónica y por la continuidad de las evocaciones en la red social, Leite hace caso omiso a su partida y en eso está todavía.

Lengua rabiosa de parir hermosuras

Al trascender la muerte de Julio “Mochi” Leite, Sergio De Matteo escribió en su cuenta de FB unas líneas memorables, que reproduce El Cordillerano previa consulta con el ensayista y también poeta pampeano.
“Hay que romper las plumas, las lapiceras, los lápices, las teclas de las computadoras y de los celulares.
“Porque las palabras se fugaron, están atontadas, porque uno de sus máximos orfebres las dejó descansar después de haberlas sacudido para que hablen, para que denuncien.
“Esas palabras son como la fiebre, como el delirio, como las visiones. Esas palabras son como un trago de ginebra. Un trago que hoy nos quema hasta la tristeza en toda la Patagonia.
“Palabras, letras, verbos, poesía, carajo, Mochi Leite, y tu pensamiento profundo hurgando en la noche, en la lucha de los días, en los desamparados, en los trabajadores.
“Tu palabra-prende-fuego y tu magia-engendra-flores, y no quiero despedirte, barco-isla-poeta-mayor.
“Y ya no habrá nadie que lo diga como vos cada vez que chocábamos los vasos: ¡Viva Perón! Y no quiero despedirme, voy a dejarte atrapado en tus libros en mi biblioteca, ¡con tu lengua-rabiosa-de-parir-hermosuras!”

Adrián Moyano

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