2019-04-04

EN UN RINCÓN DEL ALMA

Palabras para Alberto Cortez

Cómo puedo sentirme tu amigo, Alberto, si nunca coincidimos en tiempo y espacio. Cuando vos partiste a España yo apenas me asomaba a la adolescencia y ahora que tus letras son mías, te vas.

Recuerdo la envidia que sentí cuando supe que los alumnos mexicanos estudiaban con tu libro Equipaje, de lectura obligatoria en sus escuelas. Me pregunté por qué en tu tierra eso no pasaba. Pero luego recordé que en la secundaria, en mi secundaria, hubo un profesor de literatura que nos develó a Machado al compás de tu música. Y agradecí tus canciones. Como agradezco al Callejero con su metáfora de la libertad, y desearía reencontrar casi cinco décadas después aquel frondoso árbol esperando al fondo del patio.

Cuando un amigo se va casi no hay otra despedida mejor que la tuya. Rancul, tu pequeño pueblo pampeano, sigue siendo el centro del mundo como tan cabalmente planteaste alguna vez.

Hace muchos años te escuché en Bomberos. Sin micrófono alguno se te escuchaba desde el fondo del estadio atiborrado. Esa potencia física y esa pasión transmitías por el camino de una ternura que te volvía niño de pronto.

¿Sabés? Hace muchos años regalé una rosa por cada día que mediaba una distancia entre aquella mujer y yo. El experimento no duró demasiado, concluyó que el amor no era tanto y el presupuesto bastante escaso. Pero hoy, escuchando tanta música popular vacía, quise contárselo a los hijos, a estos chicos de ahora.

Qué aventura sería escuchar, a modo de homenaje, y supongo que no sin esfuerzo una de tus canciones; entrar a tu mundo para despedirte. Estoy seguro que el piberío descubriría una sensibilidad que sé que tienen.

En un rincón del alma, como te invitó a cantar Facundo, no soy de aquí ni soy de allá. Te considero mío, porque lo que amamos lo consideramos de nuestra propiedad. No importa el camino ni la distancia. A partir de mañana construiré descarados castillos en el aire. El abuelo un día volverá por lo suyo y el viento le llevará todos los días su amada rosa a Renata, esa mujer que te encontró del otro lado del mar.

Gracias, Alberto, por haber sido mi amigo, sin serlo. Gracias por Machado, por el Nano, por Cabral, por Paco de Lucía, los tres Pablos y todos tus otros amigos. Gracias por haber estado en Bariloche con tu querido Yuyo cantando por acá. Decías, sonriendo, que eras un charlatán de feria, pero no es cierto. Hoy pensé en mi viejo y en mis hijos, y una vez más conmoviste mi alma y me hiciste llorar.

Antonio Zidar

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