2018-12-09

Dar al dinero el valor que le corresponde  

 

Llevamos un tiempo desde que en nuestra sociedad la idea del beneficio por el beneficio se ha instalado entre nosotros, no dejando espacio a otros ámbitos. Valoramos al adinerado aunque se trate de un genuino patán, y despreciamos al modesto doctorando que come en casa de sus padres porque su beca no le llega a fin de mes. Medimos al prójimo por lo que tiene, no por lo que es, en este mundo infectado de narcisismo y postureo.

Por si fuera poco, los acaudalados de ahora ninguna relación guardan con los mecenas de antaño, salvo contadas excepciones. A diferencia de los que desinteresadamente posibilitaron las grandes obras de arte o literatura durante siglos, que no perseguían más remuneración que la estética o intelectual, en la actualidad ha cobrado forma la detestable tendencia de emplear sus cuartos para saciar vanidades y complejos de inferioridad. No es infrecuente en este tiempo que por medio de una simple transferencia se provea una transfusión de cultura o prestigio académico a la vena del donante, para un escarnio general que cursa con discreción y disimulada ironía por temor a quedarse lejos de la corrección política que lo permite y aplaude.

Campanella sentenció ya en 1623 que “las riquezas hacen a los hombres insolentes, soberbios, ignorantes, traidores, faltos de amor y presuntuosos en su ignorancia”. Y no digamos nada cuando no proceden de sudores propios, sino ajenos.

Dar al dinero el valor que le corresponde, el gran reto pendiente de nuestros tiempos y que tanto urge.

(*) El autor de la columna es miembro del Foro Independiente de Opinión.

(*) Por Jesús Domingo Martínez

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