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| 24/03/2024

En Bariloche, la dictadura también secuestró libros

En Bariloche, la dictadura también secuestró libros
Libros a ser quemados en la última dictadura, en el conurbano bonaerense. No hay registros del suceso barilochense.
Libros a ser quemados en la última dictadura, en el conurbano bonaerense. No hay registros del suceso barilochense.

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Una partida policial se llevó más de 200 volúmenes. Meses después, algunos fueron restituidos, pero 152 fueron víctimas de la intolerancia y la desmemoria.

Un tratado de ajedrez que se titulaba “Los maestros soviéticos”; “La importancia de llamarse Ernesto”, del irlandés decimonónico Oscar Wilde; “La rebelión de las masas”, del filósofo español José Ortega y Gasset y “Resurrección”, de León Tolstoi, fueron algunos de los libros que uniformados secuestraron de la Biblioteca Sarmiento en 1976. Probablemente, al constatar que aquella maestría no tenía que ver con loas a la Unión Soviética, que Ernesto no era el Che, que Tolstoi nada tenía de marxista y que el español estaba más bien a la derecha que a la izquierda, tiempo después fueron restituidos. Pero otros volúmenes no corrieron la misma suerte y jamás se supo qué sucedió.

En efecto, antes de que llegara la primavera durante el primer año de la dictadura, una partida policial se hizo presente en la institución del Centro Cívico y procedió a secuestrar 207 libros. Un año y medio más tarde 55 fueron devueltos, al considerar los militares que no revestían “tendencia izquierdista” ni contenían “elementos de divulgación de ideas antidemocráticas”. Fíjense quiénes hablaban de democracia… En los anales de la institución del Centro Cívico no hay constancia sobre el destino de los restantes 152.

El penoso suceso se puede reconstruir a través de “Entre libros y sueños. Historia de la Biblioteca Popular Sarmiento de Bariloche. 1928-2008”, trabajo conjunto que lleva la firma de la historiadora Laura Méndez y de la bibliotecaria Julia Vives. Su investigación estableció que, como consecuencia del procedimiento castrense, dos bibliotecarias resultaron detenidas y una de ellas, luego de recuperar su libertad, fue trasladada compulsivamente por la Dirección de Cultura de Río Negro, de la que dependía laboralmente.

Corrían tiempos muy difíciles. “En el acta del 6 de septiembre de 1976 el presidente de la Comisión Directiva comunicó los alcances del procedimiento policial llevado a cabo en la Biblioteca con el objetivo de secuestrar libros que, a criterio del oficial actuante, fueran de tendencia izquierdista o elementos de divulgación de ideas antidemocráticas. Estuvieron presentes las dos bibliotecarias y el encargado, Sr. López”.

El relato de Méndez y Vives reconstruye que “como resultado de la pesquisa, 207 ejemplares fueron llevados a la comisaría local. Allí, en presencia del Sr. Franceschini -presidente de la Biblioteca- se procedió a registrarlos y a levantar un acta. Los libros, en una caja precintada y sellada, fueron devueltos a la Biblioteca para su custodia. Al finalizar el procedimiento fueron detenidas las bibliotecarias, Sra. de Platero y Sra. de Galíndez, en averiguación de antecedentes y para deslindar responsabilidades”.

Con el evidente propósito de no irritar a las autoridades militares, “la Comisión Directiva exigió a la directora de Cultura de la Provincia que le fueran enviadas las normas que pautasen atribuciones y obligaciones de las bibliotecarias. Mientras tanto decidió establecer un conjunto de normas internas. En la reunión del 9 de septiembre, Franceschini comunicó a la Comisión Directiva que las autoridades militares exigían que se buscase el origen de cada uno de los libros secuestrados, y que se controlase su procedencia, inventariado y fichaje. Como pedían los datos con la mayor urgencia, la Comisión decidió reunirse de inmediato”.

Pronto los dedos acusatorios señalaron en una sola dirección. “La señora de Galíndez se reincorporó a sus funciones mientras que la señora de Platero continuó detenida”. La reconstrucción de las autoras sostiene que “Noelia Bellora de Platero había ingresado a la Biblioteca en septiembre de 1973 cuando la Asociación llamara a concurso. En diciembre de ese mismo año había sido designada con carácter transitorio por el Consejo Provincial de Educación. Era maestra normal y licenciada en Sociología, lo que configuraba un perfil ideal para desempeñarse como bibliotecaria”.

A pesar de la evidente transparencia, el asunto era dar con un chivo expiatorio. “A fin de tener pruebas que corroboraran la compra de libros ‘inconvenientes’ para la institución por parte de la Sra. de Platero, se le solicitó al mayor Zárraga que enviase a la Comisión el listado de libros secuestrados. De los 207 libros de esta lista, 15 habían sido comprados por la bibliotecaria. Los libros secuestrados pertenecientes a Provincia habían sido enviados a la Biblioteca por el Gobierno provincial peronista, con instrucciones para ser repartidos en los barrios de la ciudad y poner en marcha ‘bibliotecas ambulantes’”.

Continúa el relato con expresiones del vicepresidente de la Biblioteca, que por entonces estaba a cargo de la presidencia: “Dado el carácter netamente tendencioso del material bibliográfico enviado, era clara la intención doctrinaria y politizante (sic) del entonces Gobierno provincial. Es bien conocida también la incondicional adhesión de la bibliotecaria Sra. de Platero a esa decisión del Gobierno y sus esfuerzos para llevar adelante aquel proyecto y realizar el reparto de los libros, entre los que se encontraban y solo a título de ejemplo ‘Los escritos económicos del Che Guevara’, ‘La revolución cultural de Mao Tse Tung', etcétera. También sabemos de su constante tarea de desgaste y desprestigio de la Comisión Directiva de la Biblioteca”.

El entuerto se resolvió parcialmente con el traslado de la perseguida, a partir del 1° de diciembre. “Recién en febrero de 1978 por orden del coronel Castelli, son devueltos 55 de los 207 libros secuestrados. Entre ellos: La importancia de llamarse Ernesto de Oscar Wilde, La Revolución Industrial, de T.S. Aston, Resurrección, de León Tolstoi, La Rebelión de las Masas, de Ortega y Gasset, La revolución del 90, de Noe Jitrik, Los Caudillos, de Félix Luna y obras de Vicente Fidel López y de Lisandro de la Torre, entre otros”. A los restantes 152 se los llevaron el autoritarismo y la desmemoria.

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