Julissa Mantilla es abogada y académica. Fue miembro de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el 2019. Tres años después, fue la primera mujer peruana en presidir ese organismo. A fin del 2023 tenía chances de ser reelecta, pero el gobierno de Perú retiró su candidatura. La CIDH había denunciado que hubo 49 muertos y centenares de heridos cuando la presidente Dina Boluarte dio la orden de reprimir. Al elaborar esta clase de informe, nadie vinculado con el país investigado puede participar. Se busca objetividad. Un comisionado deja de ser un representante nacional para aportar sus conocimientos al organismo manteniendo la imparcialidad.

Esto va en línea con otras acciones que muestran el desvarío de ese país en relación a la justicia y derechos humanos. El indulto al expresidente Alberto Fujimori, acusado de crímenes y corrupción, también fue criticado por la CIDH. En el Congreso peruano hay un proyecto para proponer reformar en el CIDH y le otorga un plazo de 180 días para impulsarlas, caso contrario, Perú se retira del organismo. Propuestas sí, plazos no, de eso se trata la diplomacia y no imposición. 

Mantilla se recibió en la Pontificia Universidad Católica del Perú y se doctoró en la London School of Economics. A su regreso, trabajó en la Defensoría del Pueblo con el tema de las esterilizaciones forzadas, hizo trabajos sobre la violencia sexual durante los conflictos armados, trabajó en la Comisión Peruana de la Verdad y Reconciliación. Ya en la CIDH, fue relatora sobre los Derechos de los Migrantes, relatora sobre los Derechos de las Personas Mayores, y relatora para Argentina, Barbados, Belice, Costa Rica, Granada, San Vicente y las Granadinas y Uruguay. Se destaca, además, por sus trabajos sobre la defensa de los derechos de las mujeres: “los derechos sexuales y reproductivos forman parte de los derechos humanos”. En esta materia, advierte un retroceso en algunos países de la región. Los femicidios, la despenalización del aborto, la violencia sexual, así como la falta de medidas preventivas, son sus principales preocupaciones. Los gobiernos conservadores han logrado que “la salud sexual de las mujeres se suele vincular más a la moral que a los derechos humanos”.

Que un país resigne una posición clave en el tablero internacional es insólito, era la primera vez que se tiene memoria. Cuando le preguntan que le dijeron en Cancillería: “nadie dio la cara” responde.