COLUMNA ABIERTA

| 03/04/2023

"Las Patronas", ponen su cuota de amor y ayuda a los que buscan un mejor porvenir

"Las Patronas", ponen su cuota de amor y ayuda a los que buscan un mejor porvenir

En 1995, en plena era de achicamiento del Estado, México cerró el tren de pasajeros que transitaba por Guadalupe (La Patrona) en Veracruz. El que si siguió pasando era “La Bestia”, el tren de cargas. Fue entonces que los migrantes lo empezaron a utilizar para ir hacia la frontera con los Estados Unidos. Son unos trescientos indocumentados diarios que van sobre los techos agarrados como moscas. Así los apodan. Muchos en la desesperación de subirse han sufrido heridas, incluso mutilaciones. Otros simplemente se caen al quedarse dormidos por el cansancio.

Cuando esto empezó a suceder, un par de mujeres que regresaban de hacer compras pasaban cerca de las vías y escucharon que les pedían algo para comer porque tenían hambre. A pesar que el tren pasaba a toda velocidad ellas empezaron a arrojarles sus panes. Los pasajeros les gritaban las gracias. Con el tiempo supieron que la mayoría de ellos eran centroamericanos que buscaban un futuro mejor. Decidieron organizar la ayuda.

Con el tiempo se formó un grupo de veinte mujeres que consiguen donaciones, cocinan y preparan paquetes con arroz, frijoles, pan y atún, para alcanzarles a los viajeros. También botellas con agua. Tuvieron la idea de sumar un folleto con los derechos de los migrantes y un mapa con posibles albergues. Las empezaron a llamar Las Patronas. Son, tal vez, el único punto de alivio en el duro trayecto.

Ellas viven en uno de los lugares más violentos de México debido al narcotráfico. Han recibido hostigamiento por ayudar a los ilegales. La iglesia local no quiso ayudarlas en un principio. Los viajeros sufren asaltos de bandoleros y maltratos de policías corruptos. Se han denunciado asesinatos. Aun así van todos los días a las vías y a pesar del riesgo de la maniobra les acercan comida y bebida. Conmovidos al ver el compromiso, los maquinistas disminuyen la velocidad en ese tramo. Cuando les piden que definan qué sentimientos las mueven a hacer lo que hacen, agregan "también sentimos rabia de ver a estos jóvenes con talento abandonar sus países y tomar riesgos. Es injusto".

Tras varias décadas han empezado a recibir premios y reconocimientos por su labor en el ámbito de los derechos humanos. "Tenemos una misión de amor", afirman. Amor, empatía, solidaridad sin fronteras, sin esperar nada a cambio.

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