A 41 AÑOS DE LA GUERRA

| 02/04/2023

La historia de un hombre que estuvo en el buque que llegó a Malvinas para recuperar las islas

La historia de un hombre que estuvo en el buque que llegó a Malvinas para recuperar las islas
Fotos: Facundo Pardo.
Fotos: Facundo Pardo.

Edgardo Suárez tenía quince cuando, en su Río Colorado natal, vio por televisión la publicidad que decía: “Joven argentino, si tienes entre quince y veintiún años…”, donde se convocaba para ingresar a la Armada, aclarando que, en la fuerza, se obtenía una retribución desde el primer mes.

“¡Esta es mi oportunidad!”, pensó él, que sabía lo que significaba sufrir pobreza.

Egresó a fines de 1981.

Un día de marzo del año siguiente, en la base naval de Punta Alta, donde cumplía funciones, comenzó a percibir movimientos extraños.

Llegaron camiones del Ejército, se cambiaron las municiones de práctica por las de combate…

Y les dieron permiso a todos para retirarse a las 17, pero debían retornar a medianoche.

Edgardo tuvo una corazonada y quiso avisarle a la madre, por lo que fue hasta la sede local de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones (los que carguen con cierta cantidad de años sabrán que la referencia es a la extinta Entel).

Allí le indicaron que recién podría comunicarse a eso de la una de la mañana, momento para el cual ya tenía que estar en la base.

Decidió, entonces, ir a Bahía Blanca, a unos treinta kilómetros de Punta Alta.

En aquella ciudad, vivía una tía que contaba con teléfono.

Aquí, una aclaración: seguramente, quienes supieron de qué se hablaba cuando en esta nota se mencionó a Entel comprenderán lo que siguió luego, pero, para los benjamines, vale aclarar que la vida de las telecomunicaciones era muy distinta antes del desembarco del celular. En un pasado lejano a medias, imaginar que la mayoría de las personas podría estar comunicada desde cualquier sitio, con un aparatito portátil, era solo cosa de ciencia ficción. Existían los teléfonos fijos. Pero, previo a que esos artefactos fueran comunes en los hogares, hubo un tiempo en que obtener una línea telefónica para la casa era casi un milagro.

Por eso Edgardo, en 1982, cuando sintió la necesidad de hablar con su mamá, tuvo que recurrir a aquella tía que residía en Bahía Blanca y llamar, desde allí, a un conocido de Río Colorado que vivía a unas cinco cuadras de la vivienda familiar. Le pidió que fuera a buscar a su madre y así consiguió charlar con ella.

En realidad, mucho no le pudo contar, solo que estaban por salir hacia el sur, que era la información suministrada por los superiores, pero agregó que sentía que existía algo que no les estaban diciendo.

El 28 de marzo partió a bordo del buque de desembarco ARA Cabo San Antonio.

Cuando estaban rumbo a las islas, les explicaron que iban a recuperar Malvinas.

Según dice, en aquel momento, entre los embarcados, reinó la algarabía.

“Llegamos el 1 de abril, pero quedamos en el mar, en las afueras”, recuerda.

También evoca que a las cuatro de la mañana del 2 de abril “se tocó zafarrancho de combate”. Ahí fue el desembarco.

Luego regresó a la embarcación, con la que llevó a cabo diferentes misiones.

Indica, por ejemplo, que participó del rescate del ARA Alférez Sobral, un buque que había sido atacado por las fuerzas enemigas, con ocho de sus tripulantes muertos. “Le destruyeron el puente comando y quedó a la deriva varios días”, expresa Edgardo.

A mediados de mayo, regresó a aguas cercanas al continente.

El 14 de junio, cuando todo parecía indicar que volvería a la zona de combate, porque habían reabastecido de municiones a la embarcación, se enteró de que la guerra había finalizado. “Zarpábamos de Puerto Deseado. Hacía un frío terrible. Me acuerdo que las amarras del buque tenían un bloque de hielo que debíamos romper con un martillo. Serían las cinco o seis de la mañana. Ahí nos avisaron que todo había terminado”, suspira.

Cuando se le consulta cómo recibió la noticia, unas lágrimas que hablan más que cualquier palabra resbalan por su rostro.

Otro dolor que viaja desde el pasado es cuando remite al hundimiento del ARA General Belgrano y menciona que, al leer la lista de los muertos, figuraban varios nombres de aquellos que, hasta hacía medio año, habían estudiado junto a él.

En 1985 se retiró de la fuerza. Dice que había comenzado a vivirse una desmalvinización, y no se sentía cómodo. “Parecía que todos lo que habíamos estado en Malvinas éramos fachos… y no era así. Eso, de alguna manera, hizo que nos autoexcluyéramos y nos escondiéramos por muchos años”, señala.

En ese sentido, considera: “Recién comenzó a existir apoyo por gran parte de la población hace unos quince años”.

Tras dejar la Armada, volvió a Río Colorado. Durante varios años fue docente en un colegio técnico.

En el 2000 vino a Bariloche porque lo contrataron como jefe de mantenimiento del frigorífico Arroyo.

Desde entonces, permanece en la ciudad.

Tras aquella labor, se dedicó a la herrería.

En la actualidad, se consagra a la forja de cuchillos y espadas.

Suele realizar trabajos personalizados, por pedidos que le llegan de diversos sitios, pero tiene la intención de, pronto, incluir sus productos en un local ubicado en San Martín 130, un almacén de productos regionales llamado Pewma, nombre que en mapuche quiere decir “sueño”. En las historias que suelen escucharse de Malvinas, en tanto, la palabra que predomina es “pesadilla”. Para muchos excombatientes, la almohada deparaba –y depara– un ingreso a infiernos nocturnos. Edgardo, en cambio, dice que tuvo suerte, que la contención de la familia lo ayudó de manera notable. Pero sabe que la situación de otros fue distinta. “Hay compañeros que tuvieron problemas muy grandes”, apunta.

A los sesenta años, siente orgullo por haber participado en la Guerra de Malvinas.

Por otra parte, hace poco descubrió la pasión por el ciclismo, y decidió organizar una pedaleada que sirviera para honrar a los caídos, lo que se concretó el sábado. Pero, más allá de que pudo llevarla a cabo, sueña con que la bicicleteada se realice todos los años.

Lee también: Combatió en Malvinas, empezó a pedalear de grande y organizó una bicicleteada por los caídos

Y en eso está, entre bicicletas y recuerdos malvinenses.

¿Que opinión tenés sobre esta nota?


Me gusta 0%
No me gusta 0%
Me da tristeza 0%
Me da alegría 0%
Me da bronca 0%
Te puede interesar
Ultimas noticias