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La coalición anglo-francesa buscaba la creación de otro país en el litoral hoy argentino, mientras que el gobierno de Juan Manuel de Rosas defendió el monopolio porteño en la navegación de los ríos.

Si la flota anglo-francesa hubiera logrado su cometido en 1845, parte del litoral argentino del presente formaría la República de la Mesopotamia. Sin embargo, antes que defender la soberanía de un país que todavía no existía, las tropas de la Confederación enfrentaron a los invasores para que la provincia de Buenos Aires retuviera el control de la navegación por los ríos que atravesaban territorios tradicionalmente adversarios a Juan Manuel de Rosas.

Los precedentes son algunos de los puntos de vista que historiadores mediáticos pusieron en común cuando se declaró feriado al 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional desde 1974. Para Pacho O’Donell, por ejemplo, “soberanía parecería ser un término abstracto. En el caso del combate de la Vuelta de Obligado tuvo muy poco de abstracto. Rosas tenía un concepto de soberanía bien claro, y estaba relacionado a lo territorial. En aquel entonces, cuando los imperios se habían lanzado al mundo para conquistar nuevos territorios, la Argentina no perdió un metro cuadrado. Y eso que Rosas tuvo que sostener dos guerras con Francia, una con Inglaterra, otra con Brasil, otra con la Confederación del mariscal Santa Cruz (Bolivia y Perú), tuvo conflictos con Chile y también con la Banda Oriental”.

Autor de una veintena de libros de historia argentina, piensa que, en cambio, el país “sí perdió territorio inmediatamente después de la Batalla de Caseros, mediante un pacto con Brasil por el cual entregó las Misiones Orientales. De haber triunfado en 1845 la intervención anglo-francesa, hubiéramos sufrido el desgajamiento de lo que ya entonces tenía nombre: la República de la Mesopotamia”.

Como contrapartida, para su colega Gabriel Di Meglio, las cosas no son tan lisas. “Desde el punto de vista histórico, celebrar el Día de la Soberanía Nacional apelando a la batalla de la Vuelta de Obligado presenta dos paradojas. Por un lado, en la época la idea de pertenecer a una nación, la argentina, estaba en formación, y si algunos sectores de las clases altas compartían la noción de una identidad común, a nivel popular esto era menos claro y primaban las identidades locales”.

Para el cocreador de “La asombrosa excursión de Zamba”, hay que ver “qué estaba defendiendo Rosas cuando decidió enfrentar la intromisión extranjera en el río Paraná. Por un lado, cuidaba la dignidad de su gobierno ante la altivez de los anglo-franceses, pero a la vez protegía el interés porteño en evitar la libre navegación de los ríos. Esa posición no era nacional: al prohibir la apertura de los ríos interiores al comercio internacional, se aseguraba que todo pasara por el puerto de Buenos Aires, que no compartía los beneficios con el resto. De hecho, unos años más tarde Entre Ríos y Corrientes se levantarían contra Rosas –a quien iban a vencer–, y la libre navegación de los ríos sería uno de sus principales reclamos”, recordó.

Por su parte, Felipe Pigna destaca que si bien la Batalla de la Vuelta de Obligado terminó en derrota, “tres años más tarde, los bloqueadores se ven obligados a firmar la Convención Arana-Southern, que se selló el 24 de noviembre de 1849”. Por el acuerdo, el gobierno británico obligaba a “evacuar la isla de Martín García”, que hasta entonces sirvió de base de operaciones, tanto para sus navíos como para los franceses.

Además, por el artículo 4º de esa convención, Londres reconoció “ser la navegación del río Paraná una navegación interior de la Confederación Argentina y sujeta solamente a sus leyes y reglamentos, lo mismo que la del río Uruguay en común con el Estado Oriental”, resalta el autor de “Los mitos de la historia argentina”. Logro diplomático que se cimentó sobre aquellos 250 caídos de La Vuelta de Obligado.