DE LOS LLAVALLOL Y ANCHORENA A LOS 600 MIL TURISTAS POR AÑO

| 25/09/2022

¿Cuándo dejó de ser elitista el turismo en Bariloche?

¿Cuándo dejó de ser elitista el turismo en Bariloche?
Las políticas peronistas impulsaron la masividad del turismo, también en Bariloche.
Las políticas peronistas impulsaron la masividad del turismo, también en Bariloche.

Hoy están naturalizadas, pero las vacaciones anuales pagas existen en la Argentina hace menos de 80 años. Su implementación y otras acciones implicaron un antes y un después para la ciudad como destino turístico.

Antes de 1946, arribar a Bariloche con finalidades turísticas solo estaba al alcance de los sectores más privilegiados. No por nada hicieron historia Carlos Lamarca, Esteban Llavallol y Aarón Anchorena en 1902, cuando llegaron en el contexto de una excursión de cacería de fauna autóctona. En 1913, otro visitante ilustre fue Theodore Roosevelt, expresidente de Estados Unidos. Y a partir de 1934, la política de Parques Nacionales acentuó el sesgo exclusivista de la zona, cuando la concibió como destino turístico de las clases acomodadas de Buenos Aires. Como en muchos otros órdenes, la ruptura se produjo a partir de la instalación del peronismo en el poder.

“Las administraciones peronistas cambiaron discursivamente el perfil elitista de Bariloche por un turismo de carácter más popular o social, en tanto muy paulatinamente se comenzó a priorizar la conservación del medioambiente”, afirman Liliana Pierucci y Giulietta Piantoni en el libro “Río Negro. Los caminos de la historia” (Pido la Palabra Editorial-2021). En particular, en el capítulo “El turismo en la provincia de Río Negro”, que está en el tomo dos de la obra.

Consideran las historiadoras que “si bien durante la década peronista continuaron visitando la región sectores medios y altos con residencias privadas en la zona, el turismo pensado y ofertado como un bien al alcance de las clases humildes y como parte de la justicia social, configuró un nuevo uso del discurso nacionalista”. En efecto, según la terminología peronista, “la Nueva Argentina, que incluía a las masas de los trabajadores, implicaba que estas podían y debían conocer –por lo tanto, apropiarse– del territorio nacional”.

En consecuencia, “el poder central ya no intentaba afirmar la soberanía y propiedad del territorio en las fronteras, en nuestro caso el Parque Nacional Nahuel Huapi, debido a sus propiedades como recurso natural, su ubicación estratégica y la posibilidad para ser incluido para la alta aristocracia en materia de turismo”. Más bien, el nuevo gobierno entendió a Bariloche y alrededores “como parte de un proyecto en el que cada trabajador tenía su participación y por lo tanto oportunidad para su justo goce”.

Traen a colación las autoras que en “La Nación argentina, justa, libre y soberana”, una publicación de tamaño enciclopédico que publicó Control de Estado de la Presidencia de la Nación en 1950, “se hace hincapié en la ley que promueve las vacaciones anuales pagas”. La innovación se introdujo en la Argentina en 1945, cuando Juan Perón estaba al frente de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Aquella publicación pontificaba con tono propagandístico, que “el mar, la sierra, el campo, el sol y el aire más puro estén al alcance de todos, sin exclusiones irritantes, en el ejercicio práctico de la verdadera democracia que supone igualdad de deberes, pero también igualdad de derechos”.

Añaden las investigadoras que “como resultado de ello, el turismo en la región andina de la Norpatagonia (sic) comenzó a recibir mayor cantidad de empleados públicos, aunque sus efectos pudieron ser más visibles a partir de los años 50 y 60, cuando la promoción de un turismo no elitista y la ampliación de las conexiones abrió la puerta a los grupos familiares y a contingentes organizados”.

El peronismo no estaba en el poder desde 1955 pero ciertas bases habían quedado echadas. “Los planes de turismo obrero sindical lograron incrementar la llegada de visitantes de 55.000 en la década de 1950 a casi el doble en la siguiente; con mayoría de empleados públicos y miembros diversos de las clases medias”. De manera previsible, “los sectores altos buscaron otros sitios más exclusivos para vacacionar”.

En tiempos más recientes, “nuevamente cambió el perfil del turismo barilochense, que con los años fue orientándose al sector estudiantil y a la tercera edad. El comercio de la ciudad sintió los efectos del cambio, puesto que el nivel de gasto de estos grupos es siempre mínimo”, destacan Piantoni y Pierucci. En la actualidad, “la ciudad de Bariloche, nodo de distribución de la zona andina, tiene aproximadamente unos 136.251 habitantes según una estimación de la Municipalidad local para el año 2019”.

Todavía falta que se conozcan los datos del Censo 2022 para la ciudad, pero para el presente, el mismo cálculo ronda los 146 mil habitantes. Según los datos que se registraron entre 2004 y 2019, Bariloche recibe 692.728 turistas en promedio anual. “Es así que, en determinados meses del año, la cantidad de arribos duplica la población local”, destacan las historiadoras. Desproporción impensable en los tiempos de Anchorena, Bustillo y compañía.

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