21/02/2022

¿Qué hago con mis recuerdos?

Todas las personas poseemos la capacidad de recordar. La mente es una especie de archivo donde uno conserva recuerdos a lo que les asigna un determinado sentido o valor. La neurobiología nos dice que empezamos a recordar vivencias, sean positivas o negativas, a partir de los tres años.

Los recuerdos que tenemos crean nuestra identidad. Vendrían a ser como una memoria autobiográfica o relato personal. En otras palabras, los recuerdos nos dicen quiénes somos en el presente. Por esa razón, nadie puede vivir sin recuerdos. Pero, cuando traemos un recuerdo al momento actual conscientemente, no lo hacemos tal como ocurrió. Por lo general, editamos nuestros recuerdos. Es decir, que les retocamos los detalles, agregando o suprimiendo elementos. Los recuerdos que todos guardamos no reflejan los acontecimientos vividos con fidelidad. Esto sucede porque, con el tiempo, las emociones que estos nos generan, se van diluyendo. La carga emotiva ya no es la misma que antes.

Conté en varias ocasiones que hace un tiempo visité mi escuela primaria y me sorprendí de cuán pequeño es el patio de juegos. En la infancia, yo lo veía inmenso y así lo recordaba. Lo que ocurre es que todos fijamos un recuerdo según las proporciones que tenemos en ese momento y luego lo editamos. Es por ello que, con lo años y los cambios que experimentamos, lo vamos modificando.

Podemos ver a menudo que un mismo acontecimiento no es relatado de la misma forma por dos personas distintas. Incluso, uno podría llegar a recordar algo que jamás vivió. ¿Mentimos? No, por lo general, oímos una historia de chicos y la vamos convirtiendo en un recuerdo personal al que le sumamos nuestros propios detalles vívidos y nuestras emociones intensas.

Así es como funciona la mente humana. Nuestros recuerdos anuncian que hemos vivido. Quizás por eso los valoramos tanto y no los queremos soltar; sobre todo, cuando atravesamos dificultades en el presente. ¿Por qué un recuerdo queda adherido a nuestra memoria? Por su impacto emocional. La emoción vendría a ser como el pegamento que lo mantiene allí.

Cuanto más intensa sea la emoción que sentimos, más fuerte quedará fijo un recuerdo en la mente. Esto podemos verlo claramente en situaciones negativas como una separación conflictiva o un asalto. ¿Qué hago con mis recuerdos?, se pregunta mucha gente. Nadie puede escapar de sus recuerdos por mucho que lo intente.

Si estamos felices, traeremos recuerdos lindos que nos den alegría y mantengan alejado el estrés; pero, si estamos tristes, traeremos recuerdos feos que vengan a reforzar ese sentimiento. Lo ideal es, como en un rompecabezas, incluir todas las piezas, pero quedarnos solo con las que nos sirvan para cumplir el propósito por el que nacimos y disfrutar cada minuto del recorrido de la vida.

 

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