IMÁGENES QUE LLENAN DE ANGUSTIA

| 15/01/2022

Horror en medio del paraíso: el fuego no da tregua

Horror en medio del paraíso: el fuego no da tregua
Fotos: Facundo Pardo.
Fotos: Facundo Pardo.

Desde hace cuarenta días -a excepción de los momentos en que estuvo prohibido transitar por la zona-, quienes van desde Bariloche hacia El Bolsón -sobre todo turistas-, cuando apenas pasan la mitad del camino, suelen parar para ver una postal del horror en medio del paraíso.

Lo que hasta hace un tiempo se observaba desde la Ruta 40 a la altura de Río Villegas, ahora se percibe kilómetros antes.

Si el 29 de diciembre es recordado, por brigadistas y pobladores de la zona, como una jornada donde el temor envolvió a todos, con un sol que de repente se tornó de un rojo insoportable, y la pavesa amenazaba con que el fuego podría saltar de un lado hacia el otro de la ruta, el 15 de enero parece la confirmación de que el miedo tenía fundamento.

Lee también: Ceniza bajo un sol rojo

Al llegar al sector, columnas de humo surgen sobre ambos flancos.

Si bien, a simple vista, los más notorios siguen estando del costado derecho del conductor que va hacia El Bolsón, sobre el lateral izquierdo también se elevan alientos ardientes.

Además, están los árboles que quedaron calcinados, esqueletos de una Naturaleza que llora.

Cuando han comenzado a escucharse voces que, pensando en el futuro, hablan de que habrá que “dejar hacer” al fuego –salvo en las zonas pobladas, claro–, para que, de alguna manera, el ecosistema cumpla con una renovación sin demasiada interferencia humana, basta con mirar el daño causado sobre esa vegetación para que den ganas de decir “¿y si se prueba con optimizar la manera de combatir los incendios?”.

Al estar frente a esos conos humeantes, esparcidos en la zona del Cañadón de la Mosca, pareciera que, por un instante, se ha traspasado una pantalla cinematográfica durante la proyección de una película de carácter apocalíptico, y se es involuntario protagonista de un horror impensado.

Están los que frenan, se colocan en alguno de los miradores, y observan, lamentando lo que sucede.

Otros prefieren tomar una fotografía con su celular –especialmente aquellos que han venido a pasar sus vacaciones y se topan con una enormidad lastimosa que va mucho más allá de lo que imaginaban al ver las noticias. Luego, esas imágenes, y también videos cortos, se esparcen por las redes.

Esos testimonios del espanto vagan después por internet, como prueba visual pesadillesca.

Pero están aquellos que tratan de no desviar la vista del camino.

Mayormente, son habitantes de la región, acostumbrados a un paisaje de belleza en su trajinar diario, al que de tanto verlo ya casi no se le presta atención. Pero ahora, cuando ese contexto ambiental que sienten propio está en peligro, optan por evitar mirarlo, porque duele hacerlo.

Son ellos los que, como han confiado algunos vecinos de Río Villegas y El Manso, por ejemplo, al llegar a sus hogares, se sienten descompuestos o les entran ganas de llorar.

Sucede que, a la inversa de una vieja canción de Los Redondos, este infierno está lejos de ser encantador.

Lo expresa también un guardaparque, a la vera del camino, que con sus binoculares apunta hacia esos pequeños focos que surgen no tan lejos -algunas de las columnas de humo están a solo unos diez metros de la ruta-: “Esto es muy triste”.

El miembro de Parques Nacionales, desde tierra, dirige a los helicópteros que no cuentan con buena visibilidad para efectuar un correcto “disparo” de agua.

A veces, también, a la distancia, guía a los brigadistas que están en el terreno, a los que la escasa visión les impide actuar debidamente.

Más adelante, en las zonas pobladas, aunque en estos momentos el peligro no los acorrala como sobre fin de 2021, e incluso haya algunos turistas que se desvían a almorzar algo en Río Villegas, o pasan la tarde en algún camping de El Manso -lo que, de alguna manera, sirve como una especie de apoyo moral ante lo que les ha tocado vivir a los vecinos–, aún se respira inquietud, y, sobre todo, bronca y sufrimiento.

En ellos, el interrogante de todos toma la dimensión de quien padece la dolencia de cerca, por eso cuando se preguntan ¿por qué pasa esto? -algunos en voz alta; otros, masticando el tormento hacia dentro-, sus rostros reflejan el dolor que uno percibe en la naturaleza.

¿Que opinión tenés sobre esta nota?


Me gusta 0%
No me gusta 0%
Me da tristeza 0%
Me da alegría 0%
Me da bronca 0%
Te puede interesar
Ultimas noticias