En la sede del barrio Bella Vista II, ubicada en Diagonal Gutiérrez y Mascardi, funciona un ropero comunitario, llevado adelante por la agrupación Don Juan, que suele realizar tareas solidarias en diversas zonas de la ciudad.

Como Marcelo y Manuel González -los hermanos a cargo del grupo- son del vecindario, y destinan gran parte de sus esfuerzos a colaborar con los vecinos, resultó natural que se les diera el sitio para que pudieran llevar adelante diversas actividades.

Se comenzó con el ropero, que abre miércoles y viernes, de 14 a 17.

Funciona a base de donaciones, y allí las personas pasan a retirar la ropa que les hace falta.

En tal sentido, Marcelo señala: “Por más que las cosas ahora están un poco mejor que un año atrás, el roperito es muy requerido. Por ejemplo, se necesita calzado. La gente lo pide mucho; apenas llega, se va”.

También reparten frazadas, fabricadas por las mujeres de la agrupación a partir de retazos de diversos géneros.

En general, esas mantas son destinadas a merenderos.

La idea es, también, utilizar el sitio para realizar talleres y cursos.

Al respecto, Marcelo señala que hay varias personas dispuestas a brindar ese tipo de encuentros, ya sea para enseñar un oficio o simplemente para desarrollar tareas culturales.

Pero hay un detalle que lo impide: “Al no tener luz, no se puede”, sostiene.

“Estamos en la lucha para poder instalarla”, explica.

Así, indica que había muchas cuentas pendientes: “La deuda ya la pagamos. Con mi hermano, pusimos la plata de nuestro bolsillo. Ahora estamos viendo cómo hacer con las cosas que la Cooperativa nos pide para reconectar”.

Cabe remarcar que Marcelo y Manuel tienen el oficio de la cocina (uno es cocinero; el otro, chef), pero ahora, ante la falta de empleo en su especialidad, se dedican a labores de construcción. Es decir que el dinero no les sobra. Las tareas solidarias las desarrollan porque fueron educados en la ayuda al prójimo.

Así que en eso están. Por estos días proyectan una actividad por la llegada de los Reyes Magos.

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Pero nunca olvidan el roperito, donde mucha gente -literal y metafóricamente- encuentra abrigo.