Nuestra historia personal
Todas las personas poseemos una historia personal que incluye tantos aspectos positivos, como situaciones que recordamos con dolor y pena. Algunos, incluso, han vivido una infancia complicada. Entonces, ¿qué debería hacer cada uno con su pasado? Por lo general, todos elegimos alguna de estas tres opciones:
- Reproducimos la historia
Aquí nos limitamos a copiar, de manera inconsciente, el modelo de nuestros padres. Por ejemplo, si papá era agresivo, yo también seré agresivo. O, si en mi familia solían discutir todo el tiempo, yo seré una persona que busque la discusión constante con la gente. Es posible reproducir formas de pensar, sentir y actuar.
- La convertimos en lo opuesto
Este es, en realidad, un “mecanismo de defensa”. Aquí convertimos, de modo inconsciente, las experiencias dolorosas en todo lo contrario. Por ejemplo, si tuve un papá tacaño, ahora derrocharé el dinero. A pesar de que estas conductas sean la antítesis de lo sufrido, uno continúa apegado al pasado por miedo a repetir lo mismo. Lo que, paradójicamente, termina ocurriendo. Si mi mamá era depresiva y no tenía una vida social ni la capacidad de disfrutar, yo, tampoco me relacionaré sanamente ni lograré disfrutar de mis vínculos interpersonales.
- Nos esforzamos en construir nuestra propia historia
Nuestro pasado no nos condiciona. Los seres humanos nacemos con la libertad y la fuerza suficientes como para escribir una nueva historia que nos permita ser felices. ¿Cómo? Tomando las mejores decisiones, amando y abriéndonos a ser amados. Trabajando en nosotros mismos tenemos siempre la posibilidad de construir una vida diferente y, sobre todo, saludable.
“¿Y cómo hago para construir una historia diferente de lo que viví antes?”, tal vez preguntes. Básicamente mediante un accionar activo de lo que sufrimos de forma pasiva; y entendiendo que hacer no es lo mismo que ser. ¿Qué significa esto?
Que, si de chico yo tuve una carencia en algún aspecto, hoy puedo sembrarle esa “semilla” a mis seres queridos. Si, por ejemplo, me habría gustado que mis padres me abrazaran más, ahora escojo abrazar a menudo a mi pareja, a mis hijos y a mis amigos. Así, transformo activamente lo que padecí pasivamente y sano mi pasado doloroso.
Nunca es demasiado tarde para disfrutar una vida feliz.
Y segundo, la mayoría de las personas confunden hacer con ser. Es importante tener en claro que nuestro valor radica en el hecho de ser quienes somos, y no en lo que hacemos (o dejamos de hacer). ¿Por qué alguien con rigidez mental no puede cambiar sus ideas? Porque las ideas son como ropa que lo protege del miedo a quedar expuesto. En el fondo, esa persona teme perder su ser.
Cuando descubrimos que somos valiosos por el simple hecho de existir, nos sentimos dignos de ser amados. Entonces, podemos encender la chispa que nos permite crear una nueva historia mejorada cada día.
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