LA EXPERIENCIA DE BETANIA

| 25/08/2021

El sitio para las mujeres que no tienen dónde ir

El sitio para las mujeres que no tienen dónde ir
Fotos: Matías Garay.
Fotos: Matías Garay.

Luz Vázquez era voluntaria en Emaús, el sitio para aquellos hombres que no tienen dónde pasar la noche.

Allí, solía mantener reuniones con el resto de los colaboradores.

En esos encuentros, surgió el germen de Betania, el hogar de tránsito que, en muchos aspectos, es la versión femenina de Emaús.

“Empezamos a preguntarnos: ¿qué tal si hubiera un hogar para mujeres?”, señala.

La realidad es que la problemática de las mujeres en situación de calle no se visibilizaba, era algo que se identificaba mayormente con los hombres.

“Pero se empezaron a ver a algunas en esas condiciones, y ahí la inquietud fue creciendo”, recuerda Luz, que es la referente a cargo en Betania.

“Fue entonces cuando le comentaron al padre Pepe (coordinador de Emaús) que existía la posibilidad de contar con un lugar destinado a las mujeres”, rememora.

Luz dice que, pensando ya en aquello como algo realizable, se llevaron a cabo reuniones -en el Hospital Zonal "Dr. Ramón Carrillo"- junto a representantes de diferentes dispositivos de la ciudad, con la idea de conformar una red de necesidad en Bariloche, donde todos estuvieran conectados para saber a qué lugares, de acuerdo a la necesidad de cada cual, se podía guiar a las personas que acudieran a preguntar por un sitio al que acudir.

Aquel proyecto, en lo formal, no se concretó, pero, en los hechos, es lo que, de alguna manera, se practica en la actualidad.

Por ejemplo, las mujeres que llegan a Betania lo hacen orientadas desde lugares como la Comisaría de la Familia.

Pero, en aquellos tiempos, todavía faltaba para eso.

Recién cuando finalmente el municipio cedió, en comodato, la casa en cuestión, el sueño de un espacio para las mujeres se tornó realidad.
Más allá de que la entrega se hizo al Obispado, Luz explica que son las voluntarias las que lo llevan adelante. “Y el padre Pepe nos orienta, nos visita… Sabemos que contamos con él”, afirma.

“Además, desde hace un tiempo, hay un equipo del área de Género y Diversidad Sexual municipal que se ofreció a trabajar con nosotras”, expone.

“Así, empezamos a interactuar: una psicóloga, una abogada y una visitadora social vienen una vez por semana, o cada quince días, de acuerdo a lo que se necesite”, expresa.

Luz aclara que se acogen a mujeres sin niños. “Al principio, habíamos pensado en recibirlas también con hijos, y, en su momento, lo hicimos, pero la verdad es que no nos fue bien, porque carecemos de un espacio para tener nenes dentro de la casa… El lugar común es ese comedor”, dice, señalando hacia un ambiente pequeño.

Sucede que, a diferencia de Emaús, donde la amplitud es mucha, aquí se trata de una vivienda normal, con tres habitaciones en las que, gracias a algunas camas cucheta, pueden entrar diez personas.

“Nunca estuvimos llenos. Hemos llegado a recibir a ocho mujeres, pero más no”, apunta Luz, a la vez que indica que en este momento cuentan con dos huéspedes.

Asimismo, recuerda que el inicio de la pandemia las encontró con cinco personas dentro.

“Estuvieron dos meses encerradas”, rememora.

Ese fue, obviamente, un caso especial, pero, en general, se intenta que no se instalen más de treinta días, a menos que sea estrictamente necesario.

“Siempre les decimos que este tiene que ser un sitio donde puedan reacomodar la vida, descansar, pensar en qué es lo que harán, seguir adelante con sus trámites y cosas, para así irse de la casa lo antes posible”, manifiesta.

La referente de Betania, justamente, ve la partida como algo positivo, ya que “eso significa que encontraron su espacio y, de alguna manera, se solucionó la situación en la que estaban”.

“De todas formas, se contemplan particularidades, y, si bien tenemos un plazo de un mes, después se analiza si ese período se extiende o no”, sostiene.

Luego, expone: “Todas las mujeres que llegan a Betania están en situación de calle; las razones son diversas, pero ese es el denominador común”.

“Algunas quedaron sin trabajo y no pueden pagar el alquiler; otras vienen de otra localidad y se encuentran con que en la ciudad no había lo que ellas vinieron a buscar, pero tampoco pueden retornar a sus lugares de origen porque no tienen dinero”, relata, para luego continuar: “También están las que han tenido que salir de sus hogares por alguna situación de violencia con la familia, la pareja o lo que sea, aunque no necesitan ser resguardadas y pueden salir a la calle”.

Ese último punto es relevante, ya que, como aprecia, para poder estar en el hogar, “las mujeres deben valerse por sí solas, e ir fuera sin correr riesgo”, ya que el sitio abre desde las 18 hasta las 13 de la jornada siguiente; “en medio, las chicas salen”, explica Luz.

“La idea siempre fue no estar todo el tiempo abiertos, porque eso obliga a la mujer a moverse”, indica.

“Para eso, siempre están las voluntarias dispuestas a ayudarlas a hacer un currículum o buscar alquiler y demás”, añade.

En cuanto a la relación con el hospital, asevera: “Hemos recibido mujeres derivadas del servicio de Salud Mental, pero tratamos de que sean situaciones que podamos manejar, que cuenten con un acompañamiento desde el área, porque realmente no hemos tenido una buena experiencia. Nos ha pasado que nos derivaron a alguna mujer y después nadie se hizo cargo. Incluso, me peleé con una visitadora social que mandó a alguien y después nunca la vinieron a ver. Un día, desapareció, no volvió más; yo estaba preocupada, llamando a todos lados, y desde el hospital no hacían nada… De esto hace ya más de dos años”.

“Por eso, cuando arriba una persona derivada de Salud Mental, tratamos de que, con ella, tengan una atención personalizada y cumplan con todos los requisitos”, afirma.

A diferencia de Emaús, donde si bien los hombres no pueden ingresar con alcohol, sí los reciben alcoholizados, en Betania eso no pasa. Entre las reglas de convivencia, figura que las huéspedes no deben llegar ebrias.

La razón es que, por las noches, solo hay una persona a cargo, y no puede lidiar con alguien en esas condiciones, ya que, entre otras cosas, a las habitaciones se llega por una escalera, y, si no se está en dominio de los propios movimientos, sería factible que ocurriera una tragedia.

“Recibimos situaciones que, como voluntarias, podemos atender; si nos sobrepasa, preferimos que acudan a otro lado”, sintetiza Luz.

Para solventar distintos gastos que surgen en la vivienda (ahora, por ejemplo, la referente del hogar piensa en un barral para la escalera, en la carencia de un tanque de agua y ciertos problemas de humedad), así como también poder brindarles una ayuda económica a las voluntarias que se quedan por las noches, se organizan ferias americanas una vez por mes.

CONTACTO

Aquellas que deseen sumarse como voluntarias a la experiencia de Betania pueden comunicarse, vía WhatsApp, al 2944919873.

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