19/08/2021

Bariloche y sus leyendas: la flor del Amancay

Bariloche y sus leyendas: la flor del Amancay
Foto: Facundo Pardo
Foto: Facundo Pardo

La ciudad tiene encantos por muchos visitantes desconocidos, como son las historias que recorren generación tras generación. Compartimos en esta oportunidad la leyenda de la flor del Amancay, que podrán observar y fotografiar quienes visiten Bariloche el próximo verano.

La Alstroemeria aurea, conocida como Amancay en la región, es una planta herbácea, de tallo simple que mide alrededor de 60 cm. Sus hojas son alargadas, de entre cinco a doce centímetros, de color verde medio. Después de terminado el invierno sus rizomas brotan y cuando la temperatura comienza a aumentar sus pimpollos abren en una flor con luz propia que contrasta fuertemente con el entorno verde y marrón. Sus pétalos están recorridos por hilos colorados.

La leyenda

Cuenta la leyenda que en la zona de Ten-Ten Mahuida, hoy conocido como Cerro Tronador, habitaba la tribu Vuriloche, cuyo nombre luego se deformaría para denominar esa bella comarca andina.

Quintral, el hijo del cacique de la tribu, era admirado por las jóvenes debido a su valentía y fortaleza. Claro que entre todas ellas había una que sentía un profundo amor por él, pero su condición humilde le impedía imaginar la posibilidad de que el joven se fijara en ella.

Amancay, tal era el nombre de la hermosa joven, no era indiferente a Quintral. Todo lo opuesto, ya que él sentía que su corazón latía más fuerte cada vez que la joven se encontraba cerca, pero sabía que su padre jamás aceptaría que él la desposara.

Un día, varios integrantes de la tribu comenzaron a morir a causa de una extraña enfermedad. La epidemia no tardó en extenderse, y también Quintral cayó gravemente enfermo. Aquellos que aún se encontraban sanos comenzaron un éxodo que les permitiera alejarse de los malos espíritus que estaban diezmando a su gente.

Quintral empeoraba cada vez más, y en medio del delirio y la fiebre no dejaba de pronunciar el nombre de su amada Amancay. Su padre consultó a su consejero y este le contó sobre el amor profundo y silencioso que existía entre ambos jóvenes. Viendo el grave estado de su hijo, el cacique envió a sus mejores guerreros a buscar a la muchacha.

Mientras tanto, Amancay había consultado a una Machi para que la ayudara a encontrar una cura para su amado Quintral. La anciana le reveló que la única forma de salvar al joven era prepararle una infusión con una flor amarilla que crecía en la cumbre del Ten-Ten Mahuida, y Amancay no dudó en ir en su busca. El ascenso no fue sencillo, pero ella nunca de detuvo. Por fin logró llegar a la cima de la montaña y encontrar la bella flor, pero no se percató de que el gran cóndor la observaba desde las alturas.

Tan pronto como Amancay arrancó la delicada flor, el cóndor descendió junto a ella y le recriminó haber tomado aquella flor que pertenecía a los dioses. Con voz de trueno dijo que los dioses lo habían puesto como guardián de las cumbres y todo lo que en ellas se encontraba, y a pesar de que la joven pidió disculpas y explicó la situación en la que se encontraba Quintral, el imponente ser no quiso escuchar razones. Al ver que las lágrimas brotaban de los ojos de la muchacha, el cóndor le propuso entregarle la flor a cambio de que ella le diera su propio corazón. Amancay no dudó.

La joven se arrodilló frente al ave y sintió como el potente pico habría su pecho en busca del delicado corazón. Sus labios se abrieron y una débil voz pronunció por última vez el nombre de su amado Quintral. El cóndor, conmovido por el amor que hasta último momento demostró la joven, con delicadeza tomó el corazón con una garra y la flor amarilla con la otra para luego elevarse majestuosamente.

El cóndor voló hasta la morada de los dioses, sin darse cuenta que gotas de la sangre de Amancay salpicaban no sólo el camino sino también la delicada flor. Una vez en su destino, imploró que le permitieran llevar la cura para Quintral y que crearan un recordatorio para que el sacrificio de la joven no fuese olvidado. Ambas cosas fueron concedidas, y de cada gota de sangre que cayó en los valles y las montañas nació una bella flor amarilla con gotas rojas que se convirtió en símbolo del amor incondicional. Desde ese día, quien regala una flor de Amancay te entrega su corazón.

¿Cuándo podrás observarlas?

Sin duda es en febrero el momento ideal para disfrutar del paisaje repleto de esta flor, y si bien se la puede encontrar a los costados de los caminos, en el medio de una montaña o de un bosque, uno de los lugares que más cuenta con su presencia es el Valle del Challhuaco. El dato es que hasta allí se puede llegar incluso con el auto propio hasta el Refugio Neumeyer.

El municipio de Bariloche ha protegido a los Amancay reglamentando medidas que desaniman el corte de sus flores o la extracción de plantas.

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