SALIÓ DE IMPRENTA EL LIBRO OBJETO DE FOTOGRAFÍA

| 26/05/2021

Veinte miradas inusuales sobre “Patagonia”

Veinte miradas inusuales sobre “Patagonia”
Un libro imperdible
Un libro imperdible

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Con la edición de Jorge Piccini y Sol Tuero, la versión electrónica del trabajo estuvo lista un año atrás. Felizmente, llegó a las librerías de Bariloche justo antes de las nuevas restricciones. Una joya.

La abrumadora mayoría de los libros de fotografía sobre la región reproducen paisajes, animales o bien, sus personajes más estereotipados. Por ejemplo, los gauchos que trabajan en las estancias santacruceñas... No es el caso de “Patagonia”, la publicación que editaron Sol Tuero y Jorge Piccini. Su versión electrónica estuvo lista un año atrás y del hecho, dio cuenta El Cordillerano. Ahora, la noticia es que el libro está distribuido en Bariloche en su versión impresa, una auténtica joya que no tiene nada de convencional.

De sus páginas participan 20 fotógrafos o fotógrafas de miradas muy diversas. Están quienes idearon performances para su registro sobre escenarios ásperos (Patricia Viel); las que registraron secuencias de marea en repetidas oportunidades sin cambiar de lugar (Malala Lekander); los que se aventuraron en la historia y la denuncia (Jorge Gronemeyer); o las que reflexionan sobre el lenguaje de la fotografía un tanto crípticamente (Judith Bensimon).

Como toda obra colectiva de contornos amplios, en “Patagonia” habrá contribuciones individuales que interesarán más que otras, según la perspectiva de cada lector o lectora. Pero el conjunto se convierte en un atractivo en sí mismo, precisamente al ampliar los límites de la mirada propia, al cotejarla con otras. “Seleccionamos obras que trabajan con el imaginario patagónico desde las artes visuales, la teoría, la fotografía documental y la narrativa histórica”, ejemplifica en el prólogo Sol Tuero, fotógrafa ella misma y vecina de los Kilómetros.

El pago chico se hace presente en primera instancia con “Huemul”, aporte de Manuel Fernández y Agustina Triquell. Se refieren al proyecto de energía atómica que tuvo como lugar central a la isla del Nahuel Huapi, para husmear sobre “cómo las personas contamos historias y cómo universos aparentemente alejados, como la ciencia más dura y la ficción, tienen mucho en común”. Las fotos: una panorámica en blanco y negro que incluye a la isla, un registro histórico y siluetas de plantas.

En “Patagonia” también hay lugar para “Taxonomía de la desmesura. Laboratorio Isla Victoria”, el proyecto que impulsó Maia Gattás Vargas y que ya se materializó en dos muestras. Para este recorte, la artista que todavía está en la convulsionada Colombia, incluyó fotografías y mapas que están en el Museo de la Patagonia o en el Archivo General de la Nación, además de reflexiones propias sobre la superposición de iniciativas que operaron sobre isla tan emblemática, algunas de ellas, hasta insólitas.

María José Gillaumet tituló “El espejo” a su segmento, con imágenes que, a su vez, forman parte de un libro que había publicado previamente. Da sentido a la serie una frase de John Berger, que invita a dar “por supuestas las líneas invisibles que puedan unirlas”. Vistas del lago o del bosque conviven con rincones de barrios del IPPV, montañas de desechos forestales o con las curiosas formas que adquiere cierta planta después de recibir una copiosa nevada, al lado de un ténder.

Si bien Sebastián Hacher vive en una localidad cercana a La Plata, su muestra “Inakayal vuelve: bordar el genocidio mapuche” se expuso en Bariloche por espacio de una semana, con gran repercusión y participación de la gente. El fotógrafo “iluminó” las imágenes que se tomaron al lonco mapuche-tehuelche, a Foyel y a sus familiares, una vez cautivos en el museo de aquella localidad. Luego las bordó, según una técnica que aprendió de los shipibos de Ecuador. Reproducciones de su trabajo vuelven a cobrar vida en la publicación de Piccini-Tuero.

La saga de barilochenses continúa con el aporte de nuestro colega Marcelo Martínez, reportero gráfico de mirada aguda: “intento documentar y reflejar otras realidades, la de aquellos que fueron y son dejados al margen de la sociedad”. En una de sus contribuciones contrasta la blancura siempre amable de la nieve con la desordenada urbanización de un barrio popular; en otra, padre y madre de Rafael Nahuel desbordan tristezas; y en una más, chicos y chicas se sacan chispas durante un picadito en un playón muy húmedo, entre otros notables registros.

Tam Muro se mudó a Buenos Aires hace rato, pero sigue vinculado a Bariloche y sus símbolos. En sus páginas, juega con la estatua más polémica, la que homenajea a Julio Roca en el Centro Cívico, a la que considera “una obra abierta”. Según el artista, “es dentro de este concepto que surge el proyecto de propuesta transformista de la estatua, la manipulación de la imagen del medio portador e inserta en la discusión pública para cuestionar y complejizar hasta el absurdo”. Es verdad que como mínimo, contemplar su trabajo induce una sonrisa.

El libro finaliza con un escrito de otra barilochense que no es artista, sino historiadora. Pilar Pérez tituló su contribución “La Conquista del Desierto. Una nación para el desierto argentino, genocidio y conformación de la sociedad patagónica”. Afirma en las últimas líneas que aquel proceso, “en el largo plazo, fue el medio para constituir una sociedad estructurada en el racismo. Nuestra sociedad es la expresión de un proyecto político y económico”. Oportuno cierre para un libro que, sobre todo, es una deslumbrante propuesta artística.

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