También resultó del afán transformador de Exequiel Bustillo, pero, además, reúne obras de arte de Vicente Forte y el retablo es aporte de Raúl Soldi.

Quizá porque queda lejos de las rutinas cotidianas y solo turistas tienen tiempo para darse una vuelta por allí, la capilla San Eduardo queda a un costadito de las exaltaciones que, periódicamente, recibe cierto patrimonio arquitectónico barilochense. Pero el templo también resultó del afán renovador de las décadas de 1930-40, con el añadido que reúne obras de arte de cotizadísimos artistas argentinos.

Juan Martín Biedma consagró unos párrafos para el rescate de su historia, en “Crónica histórica del lago Nahuel Huapi” (Ediciones Caleuche–2003), un volumen de síntesis sobre el pasado barilochense que se publicó por primera vez en 1987. Consignó el autor: “El afán edilicio de Exequiel Bustillo no se restringió a crear todas las condiciones de infraestructura y acceso para facilitar el goce de las bellezas naturales de una región privilegiada. Incursionó en un área no estrictamente vinculada a este objetivo, pero que el entusiasmo creador de Bustillo no dudó en acometer, por considerar que completaba y engalanaba su obra”.

En particular, “me refiero a esas dos joyas arquitectónicas que tan bien armonizan con el ambiente natural y arquitectónico y que dan al conjunto una armonía difícil de superar. Fruto de esa preocupación y de una elevada sensibilidad espiritual, son la capilla San Eduardo en Llao Llao y la iglesia Nuestra Señora de Nahuel Huapi en San Carlos de Bariloche”, según la perspectiva de Biedma.

A continuación, el recopilador echó mano a los recuerdos del propio Bustillo. “En medio de tanto entusiasmo (se está refiriendo a la fiesta de inauguración del hotel Llao Llao, el 8 de enero de 1938) yo no perdía mi tiempo y trataba de llevar a mi molino toda el agua que pudiese. Abordé así a la Sra. de Devoto (Juana González de Devoto) y le dije que aprovechando la presencia del obispo de la Patagonia me proponía iniciar una suscripción para construir al lado del hotel su futura capilla”.

El diálogo fue sumamente fructífero para las intenciones del titular de Parques Nacionales. Sigue su recuerdo: “–¿No desearía usted, señora, encabezar la lista? –Con mucho gusto –fue su respuesta, y agregó– ¿Con qué suma le parece a usted que debo hacerlo? ¿Estarían bien veinte mil pesos? Antes de contestar, casi me desmayo porque con esa suma se construyó la capilla, que, inaugurada dos años después, vino a ser obra de una señora de cuya generosidad tuvo tantas pruebas la sociedad argentina”.

Añadió Biedma: “La inauguración se llevó a cabo con la presencia del cardenal Primado y del obispo de la Patagonia Monseñor Esandi”, cuya figura homenajea la calle que atraviesa el barrio Ñireco. Pero además de su diseño arquitectónico, la pequeña iglesia presenta otros atractivos. “Los vitrales de esta capilla fueron creados y donados por el artista Vicente Forte por encargo de la organización hotelera D’Onofrio, concesionaria del hotel Llao Llao. La labor artesanal estuvo a cargo de la pintora Araceli Vázquez Málaga y data de enero de 1970, fecha en que fueron bendecidos (sic) por Monseñor José Borgatti”.

Como auténtica frutilla del postre, “durante una estadía en Bariloche, Raúl Soldi fue invitado a conocer el Camping Musical. De pasada, visitó la capilla del San Eduardo, y al contemplar los vitrales de su amigo Vicente Forte, comentó: ‘si Vicente donó esos vitrales, yo también puedo contribuir’. Así surgió la idea del retablo. Una vez terminado, estuvo expuesto durante varios días en el hotel Italia”, en el centro de la ciudad.

Finalmente, “la obra fue inaugurada el 10 de febrero de 1973 y dada en custodia a las autoridades eclesiásticas. El maestro Soldi donó al Camping Musical los derechos de reproducción y comercialización de tarjetas con las imágenes del tríptico”, que refieren a San Eduardo Confesor, completó Biedma. Más allá de su significado religioso, a unos 25 kilómetros del pueblo se alza un emblema del arte y la arquitectura argentinos.

Adrián Moyano