05/01/2021

La nutrición emocional

La nutrición emocional

Así como hay gente que nos hieren emocionalmente, causándonos heridas que perduran por años, también hay gente que nutre nuestro mundo emocional. Ellos nos animan, nos motivan, nos alientan, nos sanan. Porque tienen actitudes que nos hacen bien, que son como una caricia para el alma, en especial en tiempos de dificultades.

Pero para recibir esa “nutrición emocional”, que todos los seres humanos necesitamos, es importante desarrollar una buena predisposición personal. Es decir, cómo me paro yo delante del otro. Debo tener una actitud positiva para recibir todo aquello que el nutritivo me puede brindar.

Mi actitud no tiene que ser pasiva, sino más bien facilitadora, favorable. Solo así seré capaz de abrir mi corazón para recibir estas cualidades o acciones que me nutren afectivamente. Por ejemplo, si me siento en un lugar y alguien se sienta a mi lado, pero es una persona molesta, tengo la libertad de elegir dónde sentarme y cómo actuar. Dicha posición activa para fijar límites, o sentarme en otro sitio, también tiene que ser utilizada con las personas nutritivas.

Esto implica que:

  1. No soy víctima de los demás, no soy un receptor pasivo

Muchas personas que se nos acercan no tienen actitudes nutritivas; por el contrario, muestran actitudes tóxicas. Debo tener una actitud de apertura hacia todo aquello que me hace bien. Esto significa que me vuelvo receptivo y tengo una actitud abierta hacia el otro, lo cual me permite aprender y recibir de los demás.

  1. No tengo una actitud narcisista

Si yo me cierro, no aprendo del otro; tampoco permito que el otro exprese su amor y su cariño hacia mí. Es decir, no soy víctima ni narcisista, sino que tengo una actitud abierta y saludable para recibir lo bueno que el otro me quiere ofrecer. Todos necesitamos los vínculos, pues somos seres sociales. Necesitamos alimentarnos, pero también relacionarnos con el otro. La soledad y el aislamiento conducen, muchas veces, a la tristeza y la depresión.

Nuestras acciones y formas de vincularnos ante lo que acontece día tras día van conformando nuestra personalidad. Esta se origina de nuestras características únicas e irrepetibles y no es otra cosa que un “patrón de pensamientos y emociones” que perduran en el tiempo.

Tu personalidad es única y es lo que te caracteriza, lo que te distingue del resto y lo que te lleva a pensar, sentir y accionar de una manera particular. Básicamente existen tres tipos de personalidades que la mayoría de nosotros poseemos:

  1. Personalidad infantil. Típica de personas inmaduras que no se permiten ser nutridas.
  2. Personalidad mixta. Típica de quienes combinan rasgos de madurez e inmadurez, que los hacen avanzar y retroceder en la vida.
  3. Personalidad madura. Típica de aquellos que han alcanzado la madurez emocional. Ellos saben “para qué están en este mundo” y se nutren, toda la vida, de todo lo que los alimenta emocionalmente y les permite crecer.

La madurez no surge de la noche a la mañana; es un proceso que requiere trabajar en la propia estima y nutrir el mundo emocional de manera continua.

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