27/08/2020

Sin peregrinación, celebran a Ceferino Namuncurá

Sin peregrinación, celebran a Ceferino Namuncurá

El intendente de Chimpay solicitó a los fieles no trasladarse hasta la localidad ya que se encuentra suspendida la celebración ceferiniana.

Con un año atípico y sin peregrinación, los fieles del santo de la Patagonia celebran el natalicio de ceferino Namuncurá.

El propio intendente de Chimpay, Hugo Funes, solicitó a los devotos no asistir, puesto que estaba en conocimiento de personas que ya se encontraban en preparativos para trasladarse a la localidad a realizar una peregrinación.

Ceferino, el santo patagónico

Con tan solo 18 años vividos, la de Ceferino Namuncurá es una más que interesante historia, desde sus raíces, su formación y lo que hasta la actualidad sigue generando el beato oriundo de la Patagonia.

Hijo del lonco de la cautiva chilena Rosario Burgos y del lonco mapuche Manuel Namuncurá, quien se enfrentó a las huestes de Julio Argentino Roca durante la Campaña del Desierto, Ceferino nació en Chimpay, Río Negro, el 26 de agosto de 1886, bautizado un año más tarde por el salesiano Domingo Milanesio.

Su padre fue, además, quien ofició de "embajador" del pueblo mapuche tras la rendición ante el Gobierno de Juan Manuel de Rosas, con quien firmó los tratados de paz. Posteriormente fue nombrado coronel del Ejército Argentino y partió junto con Ceferino –que todavía era un niño– hacia la Ciudad de Buenos Aires. Durante los primeros meses, comenzó a trabajar en los talleres de la Armada, pero no pudo adaptarse y le pidió a su padre que lo sacara de allí.

En ese entonces, Manuel Namuncurá, hijo del cacique Calfucurá, recurrió a Luis Sáenz Peña, a quien le envió una carta para que recomiende a Ceferino en la Orden de los Salesianos. La epístola surtió efecto y con 11 años el niño fue inscripto en septiembre de 1897 como alumno interno en un establecimiento educativo. Tras una adaptación positiva, comenzaría su verdadera vocación: el sacerdocio.

Años más tarde, comenzarían los problemas de salud para Ceferino. En 1902 fue diagnosticado con tuberculosis, lo que motivó el regreso a Río Negro, aunque no a Chimpay, sino a Viedma, donde inició sus estudios secundarios, continuando su camino religioso.

Partida hacia Italia

En 1903 partió hacia Italia, con la esperanza de recuperarse para poder seguir sus estudios con el fin de convertirse en sacerdote. Allí se instaló en Turín y a los pocos meses conoció nada menos que al Papa Pío X, ocasión en la que pronunció un breve discurso y le regaló al sumo pontífice un quillango. A cambio, le fue entregada la medalla de los príncipes.

Sin embargo, el estado de salud del joven patagónico continuó deteriorándose y, lamentablemente, el 11 de mayo de 1905 falleció. Abandonó el mundo terrenal, pero comenzaría su legado espiritual.

Sus restos fueron enterrados al otro día en el Cementerio Popular de Roma, y repatriados durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear, en 1924. En agosto de 2009, sus cenizas fueron trasladadas por sus familiares a San Ignacio, en la provincia de Neuquén, bajo el rito de la comunidad mapuche.

El santo patagónico

Ceferino Namuncurá aún no es considerado un santo por la Iglesia Católica, pero para la cultura popular argentina lo es.

En los años 30 comenzó a crecer la devoción por su figura y, a mediados de la década del 40, se inició la causa para que sea beatificado, mientras su rostro comenzaba a estar cada vez más presente en las estampitas.

El 7 de julio de 2007, Benedicto XVI declaró Beato a Ceferino y, en noviembre de ese mismo año, una multitud que se calcula en más de 100 mil personas peregrinó hasta Chimpay para presenciar la ceremonia de proclamación de su beatificación, que fue oficiada por el enviado papal Tarcisio Bertone, en una jornada histórica.

El milagro

El milagro que dio paso a la beatificación fue registrado en Córdoba, cuando una joven de 24 años, allá por el año 2000, se curó de manera inexplicable de cáncer de útero. En octubre de ese año, un viernes, a Valeria Herrera le detectaron un tumor maligno que requería rápidamente de quimioterapia, que fue programada para el lunes siguiente. Al llegar a su casa, vio en una revista que hablaba sobre los santos argentinos y decidió rezarle a Ceferino porque "recordaba la imagen de una estampita que tenía mi abuela".

Grande fue la sorpresa suya –y la de los médicos– el lunes, el día que iniciaría su tratamiento, cuando los doctores corroboraron que no tenía el tumor. La ciencia no pudo explicar la ausencia del tumor y Benedicto XVI firmó el decreto para beatificar el patagónico luego de reconocerlo como milagro, tras verificar estudios anteriores y posteriores de Herrera, que posteriormente fue madre.

 

Fuente: Serargentino.com

 

Te puede interesar
Ultimas noticias