EL TÓRRIDO VERANO DEL 96

| 21/01/2020

El año en que ardieron el cerro Catedral y los alrededores de la ciudad

Adrián Moyano
El año en que ardieron el cerro Catedral y los alrededores de la ciudad
Páginas interiores de la edición de El Cordillerano del sábado 20 de enero de 1996.
Páginas interiores de la edición de El Cordillerano del sábado 20 de enero de 1996.

En algo más de dos horas, las llamas llegaron hasta la base y se propagaron hasta la Villa. También Los Coihues quedó entrampada por el fuego.

El desencuentro entre Nación, Provincia y municipio no hizo más que avivar el monumental siniestro.

La inquietud iba en aumento cuando el calendario recién indicaba 11 de diciembre. Corría 1995 y con su primer aniversario recién cumplido, El Cordillerano titulaba: “Preocupante sucesión de incendios intencionales”. Según la contabilidad que llevaba el Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales (SPLIF), desde octubre iban 58 siniestros. Hasta ese momento, se habían controlado sin mayores dificultades, pero algo más de un mes después, la catástrofe alcanzaría ribetes inauditos.

Mientras los fuegos continuaban en los suburbios de la ciudad, el primer alerta significativo llegó pocos días más tarde desde el cerro Carbón, cuando se desataron dos focos que pusieron a prueba los medios locales. El intendente de Bariloche, César Miguel, avisaba que entre el SPLIF, Parques Nacionales, el Ejército, Defensa Civil y otras reparticiones, se había circunscripto el daño a 30 hectáreas. Pero avisaba el jefe comunal: “a pesar de los escasos medios con los que se cuentan…”.

Al comenzar 1996, era común que las humaredas dificultaran el tránsito por la Ruta 258, hoy Ruta 40 Sur. A pesar del feriado, el 1º de enero por la noche tuvo lugar una reunión interinstitucional a la que había convocado la Municipalidad. Más allá de la tirantez entre el gobierno peronista local y el provincial radical, participó del cónclave Nelly Meana, en representación de las autoridades de Viedma. “Lo cierto es que no se lograron muchos avances en la reunión, mientras que algunas de las partes van tomando cautelosa distancia en lo que hace a compromisos”, observó a título de síntesis, la crónica de este diario.

Los riesgos que se corrían quedaron en inapelable evidencia el 19 de enero, cuando a partir de las 15.30 se desató un voraz incendio en la ladera norte del cerro Catedral. Su velocidad fue tan explosiva que en poco más de dos horas, motivó que las autoridades dispusieron la evacuación de Villa Catedral. Al combate inicial, concurrieron el SPLIF más bomberos de Ruca Cura y Melipal pero poco pudieron hace ante llamas que alcanzaban los 20 metros de altura.

El fuego tomó en dirección hacia el Camino Viejo pero el viento hizo su parte y gracias a las chispas, cruzó rápidamente calles y caminos, para amenazar a Villa Los Coihues. A través del Ministerio de Gobierno de Río Negro, el municipio pidió la llegada de un avión Hércules C 130 “con la mayor cantidad de elementos técnicos y humanos para combatir el fuego”, según la crónica de El Cordillerano.

La tapa de El Cordillerano del 20 de enero de 1996 fue más que elocuente.

También el Challhuaco

Por entonces, también se registraban siniestros en Río Turbio (Chubut) y recién se daban por controlados los fuegos en el valle del Challhuaco, magnitud que hizo que el mismísimo presidente de la Nación, Carlos Menem, garantizara que se tomarían las “medidas necesarias para evitar que se repitan incendios forestales en las reservas naturales del sur argentino”. No obstante, las promesas volvían a llegar tarde.

A 48 horas de su inicio, este era el panorama que había dejado el fuego: “recorrer la ruta hacia Villa Catedral muestra a los ojos humo incesante en los distintos sectores de las laderas, mientras que en otros, un paisaje desolado. En algunos, se apreciaba a lo largo de las horas de ayer, la labor de bomberos y voluntarios en una lucha denodada para impedir que el fuego se propagase, tarea ésta que demandó un esfuerzo que en muchos casos, superó las fuerzas previstas”. Felizmente, la lluvia llegó a dar una considerable mano.

Pero hubo quien se encargó de acercar más leña al fuego: el 25 de enero, El Cordillerano reprodujo declaraciones de María Julia Alsogaray, para quien “los medios que puso la Nación a disposición, a través de la Policía Federal y el Ejército, no fueron debidamente coordinados”. Según la funcionaria nacional, “desde el día viernes (19 de enero) hasta el domingo a la tarde, reinó una gran descoordinación en el tema del Catedral. Tengo las evaluaciones técnicas para demostrarlo y lo peor que puede suceder en un incendio es que no haya unidad de mando”.

Según Alsogaray, en el cerro “estaba trabajando personal de la gobernación, Policía Federal, regimiento de alta montaña y personal de la Municipalidad. La coordinación de eso le correspondía al gobernador”. Por entonces, regía los destinos de rionegrinas y rionegrinos Pablo Verani, quien obviamente, no se iba a quedar callado (ver párrafos más abajo). Como pudo apreciarse en más de una oportunidad, María Julia no tenía a la sociedad barilochense en su más alta consideración.

Al saber de la recolección de firmas que pedía su renuncia después de la experiencia del Challhuaco y Catedral, expresó: “la gente de Bariloche está recibiendo el impacto de una campaña muy injusta. Es muy fácil poner una mesa en una esquina y decir: la culpa la tiene fulano de tal, firme para que se vaya… Pero la realidad es que la comunidad de Bariloche viene luchando desde hace muchos años para que la Provincia le transfiera el cerro al municipio. Evidentemente, las partidas presupuestarias asignadas a este tema, tanto a nivel municipal como provincial han sido escasas. La Nación ha hecho lo que ha podido en el momento oportuno”, se excusó.

Arriba el título de que nada cambiaba, abajo, la lluvia que empezó a caer durante la noche y parte de la multitud que salió a festejar a la calle Mitre.

Por el Rucaco

Todos los pedidos de renuncia que se elevaron desde la ciudadanía y desde los distintos bloques legislativos en el Congreso de la Nación, apuntaron a la funcionaria menemista. Por entonces, presidía la Comisión de Ecología y Desarrollo Humano del Senado, el rionegrino Remo Costanzo, quien solicitó al Poder Ejecutivo que detallara “el perjuicio ecológico ocasionado por el incendio que alcanzó a tres provincias”, en relación a todos los siniestros.

A esa altura, el fuego se ensañaba con el Valle del Rucaco y se había llevado 1.800 hectáreas, solo en los alrededores de Bariloche. Tampoco aflojaba en el cerro San Martín, a pesar del esfuerzo de los combatientes de las diversas jurisdicciones y de los voluntarios del Club Andino Bariloche. Otras 12 mil hectáreas de vegetación se habían perdido en la zona de la estepa, afectando tanto a campos neuquinos como rionegrinos. Ver el sobrevuelo de aviones hidrantes se convertía en rutina para vecinas y vecinos.

“Me tiene harto”, respondió a su turno Verani, ante las declaraciones de María Julia Alsogaray. “La señora no vino a la entrevista que mantuvimos con el ministro de Interior, Carlos Corach”, cuestionó el rionegrino. “Esto me ha colmado la medida de la paciencia. He tratado de no hacer imputaciones, de callarme, pero la Provincia ha tratado de llevar adelante todas las cosas y de Parques Nacionales y de esta señora, no recibimos ni siquiera la presencia. Se fue a Tucumán a cazar pajaritos, en lugar de venir a Río Negro”.

Para los funcionarios provinciales, resultaba claro que Parques Nacionales mantenía “su jurisdicción en la protección y conservación del medio ambiente natural en el cerro Catedral”. Si bien por la norma en vigencia el organismo nacional transfería 1.920 hectáreas para su utilización como centro turístico y deportivo, se establecía que Nación “mantendrá su jurisdicción en la protección y conservación del medio natural en los terrenos cedidos”.

Era intendente del Parque Nacional Nahuel Huapi Carlos Duprez, quien no se caracterizó por su precisión terminológica. Cuando este diario preguntó qué significaba “incendio controlado”, brindó la siguiente explicación: “el incendio está técnicamente controlado cuando las líneas de control, se estiman que no van a ser superadas, es decir, el fuego no traspone las líneas”. En sintonía con su concepto, abundó: “hay algunas veces que en incendios controlados, rebrota el fuego y se escapa”. Concretamente, se refería a los que habían afectado 8 mil hectáreas en Villa Llanquín.

En páginas interiores El Cordillerano mostró algunas de las propiedades alcanzadas por las llamas en el cerro Catedral.

¿Quién? ¿Yo?

La polémica del momento tenía que ver con qué repartición del Estado tenía como responsabilidad combatir los siniestros en cerro Catedral. En sintonía con los criterios de sus superiores, Duprez argumentó que “en ningún lado está establecido que Parques Nacionales es responsable del control ecológico y menos del control de los incendios forestales”. La ley de la polémica era la 23.251, cuyo artículo 5° establecía que Parques “conserva la facultad o control sobre los aspectos ambientales de los emprendimientos o de las cosas que se realicen en el área Catedral, para resguardar el ambiente”, siempre según el entonces intendente.

Para el funcionario del organismo nacional, enfrentar los incendios en el área Catedral era tarea de la provincia de Río Negro. “Absolutamente, esa es jurisdicción provincial y de hecho, fue Río Negro a combatir el fuego. Fue el SPLIF a combatir el incendio y ni siquiera pidió colaboración a Parques para esta tarea y luego, el incendio se extendió y fue lo que vimos”.

Mientras esas expresiones provenían del titular del PNNH, voluntarios chilenos luchaban contra el fuego sobre el Balcón del Lago Gutiérrez. Juan Atienza, el líder del grupo, tuvo palabras elogiosas para Felipe Ivandic y Alejandro Contreras, dos de los nombres con los cuales las y los barilochenses nos tuvimos que familiarizar en el aciago verano de 1996. En forma simultánea, unos 60 hombres del SPLIF hacían su tarea en el arroyo Casa de Piedra.

Al mes siguiente, los incendios en la ladera sur del cerro Otto eran asuntos de todos los días. Llamaba la atención que varios de los focos se produjeran en zonas en las que “es prácticamente imposible que puedan realizarse caminatas, acampes o fogones”, arriesgaba El Cordillerano del 12 de febrero. En aquellos meses, se cansó de hablar con la prensa el subcomisario Roberto Molina, al frente del Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales (SPLIF). Al combate concurría también un helicóptero del Ejército Argentino.

La preocupación por los daños hizo que el ámbito académico se introdujera en la temática, a pesar de transitarse el período de vacaciones. En el Centro Regional Universitario Bariloche (CRUB) disertó la doctora Penny Morgan, profesora del Departamento de Fuego de la Universidad de Idaho (Estados Unidos). Por su parte, la Sociedad Naturalista Andino Patagónica (SNAP), intentó echar luz sobre “los incendios sobre los ecosistemas, bosques y pastizales de nuestra zona”.

Aún el miércoles (14 de febrero) ganaban lugar los coletazos políticos del drama reciente, al expresar el entonces legislador por el Circuito Andino, Juan Bolonci, severísimas críticas hacia María Julia Alsogaray. Su pronunciamiento tildaba de ridícula a la entonces secretaria de Recursos Naturales y Ambiente Humano, al traer a colación “las declaraciones de la ingeniera con referencia a los 22 mil ciudadanos barilochenses que adhirieron espontáneamente a la petición que la señora, junto con los miembros del directorio de Parques, presentaran la renuncia manifestando que, si lo hubieran pensado seriamente (las y los barilochenses) no lo hubieron hecho. Esta nueva subestimación la hace caer en el ridículo y como decía Perón, en política se vuelve de cualquier lado, menos del ridículo”. Pareciera una licencia poética, pero es verdad que los sucesos que tuvieron lugar en el verano del 96 debieran quedar grabados a fuego en la memoria colectiva de las y los barilochenses.

Títulos más que elocuentes y hasta el gobernador de entonces, Pablo Verani, enojado con María Julia Alsogaray.

Adrián Moyano

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