17/08/2019

Apología de las PASO

Las PASO son un invento argentino. Para muchos esa sola condición basta como sentencia definitiva: no sirven, son un gasto absurdo. Una vieja tendencia a denostar lo nuestro hace que no se tome conciencia del aporte que este instrumento representa para la democracia. Por eso en este artículo realizaré un alegato en favor de las PASO, tratando de argumentar por qué contribuyen a la democratización de los partidos y del sistema político en su conjunto.

(*) Por Brian Richmond

Empezaremos diciendo que las elecciones primarias existen en todo el mundo y han existido siempre, estén o no contempladas en una legislación. Los partidos políticos las han utilizado históricamente como mecanismo de defensa para evitar su fragmentación en momentos de alta tensión interna, siendo por lo general cerradas a sus afiliados.

Utilizadas principalmente para dirimir candidaturas, permiten resolver las rivalidades cuando ningún grupo logra reunir los consensos suficientes para imponer sus preferencias. De esta manera, el voto de sus adherentes le otorga a un sector la legitimidad de la que carecía para conducir el partido ante un proceso electoral.

Aunque en teoría las elecciones primarias favorecen la democratización del partido al reducir la influencia de la elite en la selección de candidatos y acercarla a las bases, esto no siempre es así. Cuando la legislación que las regula no es clara y queda al arbitrio de quienes manejan la estructura partidaria suelen oficiar como mecanismos auto-legitimantes de decisiones que ya están tomadas. Así, una serie de condiciones y requisitos de última hora para votar o para ser candidato en una elección interna pueden inclinar la cancha en favor de la lista oficial.

Más allá de estos vicios, el mecanismo tradicional de internas cerradas no suscitó grandes polémicas mientras el sistema político argentino se mantuvo en un esquema bipartidista. La cuestión se complejizó hacia finales del siglo pasado, cuando la crisis de los partidos tradicionales hizo que sea cada vez menos probable llegar al poder sin conformar alianzas, remontando la disputa por las candidaturas a un plano inter-partidario.

Ante estas situaciones los partidos aliados debían esperar a que el partido principal resuelva su interna para recién poder empezar a discutir plataforma y candidaturas de la coalición, haciéndolo siempre en condiciones de total inequidad. Al mismo tiempo las internas cerradas favorecían la endogamia y el sectarismo partidarios, ya que los diferentes sectores debían disputarse la fidelidad de sus afiliados, mostrándose reacios a negociar con otros partidos. Todas estas situaciones complicaban la conformación de alianzas, lo que hacía de la oferta electoral un archipiélago de opciones que desorientaba a cualquier elector.

Hasta aquí estoy hablando en tiempo pasado porque todas estas falencias de las elecciones internas fueron suplidas con la ley nacional 26.571, sancionada hace diez años. No por nada la misma lleva por nombre “Ley de democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral”. Las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias que crea esta legislación hacen que la selección de candidaturas goce de las mismas precauciones jurídicas que la elección de cargos públicos y simplifican la oferta electoral de cara a esa instancia.

Al fijar las mismas reglas de juego para todos los partidos les quita a las elites partidarias la posibilidad de ser juez y parte, dotando de transparencia el proceso eleccionario. Al ser abiertas permiten que cualquier ciudadano pueda intervenir en la elección de candidatos de un frente electoral, sin necesidad de ser afiliado a ninguno de ellos. Esto obliga a los partidos principales a abrirse de entrada a la negociación con los partidos aliados; confeccionando listas amplias, plurales y representativas de los distintos sectores para atraer a su electorado. Todos estos componentes llenan de legitimidad el proceso eleccionario y por ende a la lista que resulte vencedora, instando al resto a encolumnarse detrás.

En este sentido, quizás el principal aporte de las PASO al sistema democrático es que favorece la alternancia de los partidos en el poder porque facilita la construcción de nuevas mayorías. Por eso quienes hasta hoy pensaban que se trató de una estrategia del kirchnerismo para gobernar ininterrumpidamente deberían tan solo remitirse a los hechos.

La Alianza Cambiemos que derrotó al oficialismo en 2015 podría considerarse como el primer producto exitoso de las PASO. Es que difícilmente el PRO, la UCR y la CC-ARI hubieran llegado a un acuerdo electoral que le permita competir con el gobierno de no haber existido esta herramienta de mediación. En aquella ocasión el filtro del 1,5%, por su parte, dejó afuera a muchos pequeños partidos de oposición cuyos votantes en las generales terminaron inclinándose hacia la única oferta electoral capaz de vencer al oficialismo.

Lo cierto es que los partidos en gobierno no suelen necesitar de una PASO para dirimir sus candidaturas, ya que por lo general llegan a ellas con lista única. Quizá por aquella máxima futbolera de que el “equipo que gana no se toca” las variaciones en las listas del oficialismo suelen ser mínimas respecto a la elección anterior, lo que hace que las PASO sean un instrumento usufructuado mayormente por la oposición.

Veamos algunos casos puntuales de la elección del pasado domingo que pueden servirnos a modo de ilustración. En La Plata el Frente de Todos estaba dividido en cinco líneas internas que parecían irreconciliables, lo que de no haber existido una PASO hubiera favorecido al gobierno municipal de Cambiemos, cuyo candidato obtuvo el 35% de los sufragios. Sin embargo, la sumatoria de los votos obtenidos por el Frente de Todos supera por 10 puntos al intendente Garro, lo que permitiría a Florencia Saintout hacerse con la intendencia. “Lo más importante es que estamos acá las cinco listas que nos presentamos. Uno solo de nosotros no habría logrado los números que obtuvimos”, dijo Saintout al reencontrarse con sus compañeros, recientes contrincantes.

Pero un caso más patente lo tenemos sobre nuestras narices, en Carmen de Patagones. Mientras algunos sectores del PJ maragato pujaban por una renovación que lleve como candidato al docente Nicolás García, otros reclamaban la vigencia del ex intendente Ricardo Curetti, y un tercer sector proponía a Gerardo Bari. De no haber existido las PASO difícilmente esta disputa se haya saldado sin fracturas, dado que ninguno se mostraba dispuesto a bajar su candidatura. Una vieja interna cerrada hubiera dejado a muchos extrapartidarios afuera de la discusión y habría dado lugar a múltiples especulaciones sobre su legitimidad.

Finalmente, los tres candidatos firmaron un acuerdo para trabajar juntos después del 11 de agosto, y el 12 ya se mostraban todos reunidos. Es que de respetarse este acuerdo Ricardo Curetti debería hacerse sin problemas con la intendencia maragata (las tres listas juntas aventajan por casi 20 puntos al intendente Zara), lo que le permite empezar a negociar con sus aliados puestos en el futuro gobierno.

Muy distinto es lo ocurrido de este lado del charco. La imposibilidad de contar con las PASO para procesar tensiones inició un proceso de balcanización de las alianzas electorales que pulverizó la oferta electoral viedmense, como lo hizo en el resto de las localidades de Rio Negro. No casualmente esta situación va a terminar favoreciendo al mismo partido de gobierno que derogó la ley en la provincia, impidiendo que la oposición se haga con este instrumento de unificación.
En su lugar se siguen celebrando las viejas elecciones internas cerradas, anacrónico resabio de un sistema político que no existe más. La provincia de Río Negro, que históricamente se ha caracterizado por tener una institucionalidad de vanguardia, ha quedado ahora un PASO atrás.

(*) El autor de la columna es politólogo e investigador del CONICET.

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