25/05/2019

Los sueños de los revolucionarios nunca se concretaron

Hasta mayo de 1810, el Virreinato del Río de la Plata incluía la Banda Oriental del río Uruguay que a su vez, comprendía Río Grande, actual jurisdicción brasileña. Cuando hicieron eclosión los acontecimientos de Buenos Aires que ayer se conmemoraron, José Gervasio Artigas se lanzó a la contienda pero no para proyectar la independencia de su patria chica, sino como americano y partidario del federalismo.

Desde el año cero de la Revolución hasta 1820, se erigió como referente central de la Liga Federal, que tenía como principios esa forma de organización y además, la república. El centralismo de Buenos Aires encontró en él un oponente formidable y los intereses mercantiles que se ligaron a Gran Bretaña, no dudaron en incurrir en la traición ante la presencia del enemigo portugués. La “jurisdicción” de la Liga Federal no se limitó a la Banda Oriental, en

su momento de esplendor confederó también a Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y los pueblos de las Misiones.

Hay que tratar a aquellos hombres en su justa dimensión. Que sepamos, en aquellos años de actuación pública, Artigas jamás se proclamó o reconoció como “uruguayo”. Simplemente, se identificaba como americano. Así como tampoco se encontrarán referencias a su supuesta “argentinidad” en la correspondencia y demás escritos de San Martín, el correntino siempre se refería a las Provincias Unidas de Sudamérica.

Para terminar con el influjo de Artigas hizo falta mucha venalidad. Sus antiguos lugartenientes aceptaron traicionar sus instrucciones. Buenos Aires siempre intentó verlo muerto y cuando las tropas portuguesas invadieron el territorio de las Provincias Unidas al pisotear la Banda Oriental, la elite porteña que usufructuaba el poder no movió un dedo. El rol vergonzoso que cumplió durante aquellos tiempos decisivos, debería quedar claro de una vez.

No solo conspiró contra Artigas y se preocupó muy poco por la ocupación extranjera del territorio, además dejó inermes a los gauchos de Salta que se cansaron de repeler invasiones realistas. Por otro lado, se abstuvo de aportar recursos para el ejército libertador del Perú, que bajo las órdenes de San Martín y bandera chilena, partió para completar la tarea de la independencia.

Entre la traición de los propios y la agresión portuguesa, Artigas se batió en derrota. Hay que dimensionar la amargura que se habrá instalado en el corazón de ese hombre, que se exilió en Paraguay y cultivó la tierra hasta su fallecimiento, en 1850. Nunca le había gustado que le llamaran por sus títulos militares, pero para la gente era el “general de hombres libres”. ¿Por qué tanto odio portuario hacia el ex blandengue?

Las razones son múltiples. Una de ellas, la adopción del Reglamento de Tierras, que se puso en vigencia en 1815 en los territorios bajo su gobernación. Cuatro años después del fallecimiento de Mariano Moreno, el oriental no hizo más que plasmar en la práctica, los lineamientos del “Plan de Operaciones”. Marcó así una diferencia notable con los antecedentes estadounidense y francés, que se limitaron a reconocer los derechos de los “ciudadanos”.

En las praderas orientales y en el Litoral, el pobrerío, la indiada y los esclavos también recibían el influjo revolucionario. Artigas buscó llevar a la práctica el gran principio de la igualdad.

El Reglamento decía que “los más infelices serán los más privilegiados”. Claro, como el instrumento preveía normas igualitarias para garantizar el acceso a la tierra, los terratenientes de ambos lados del Plata, miraron desde un inicio al jinete de soslayo. No por nada, el ejército de Artigas se conformó con el gauchaje y los negros, que se sumaban a la lucha por la libertad colectiva porque ella, se traducía en la suya individual. La gente guaraní y charrúa tampoco fue ajena a las movilizaciones de aquellos años.

Versiones antojadizas de la historia quisieron fabricar enfrentamientos entre San Martín y Artigas. Dicen que el primero no tenía demasiadas simpatías hacia el federalismo, pero menos simpática le caía la clase mercantil porteña de alineamiento pro-británico. Por eso, cuando el Directorio le ordenó volver con el Ejército de los Andes para batir a los caudillos del Litoral y la Banda Oriental, San Martín inventó mil excusas y hasta se ofreció como mediador. Esa actitud de poner en un plano de igualdad a Buenos Aires con los “bárbaros” de las provincias irritó sobremanera a las autoridades de la ciudad-puerto.

Además, Artigas era proteccionista. “Que todos los derechos, impuestos y sisas que se impongan a las introducciones extranjeras serán iguales en todas las Provincias Unidas, debiendo ser recargadas todas aquellas que perjudiquen nuestras artes o fábricas, a fin de dar fomento a la industria de nuestro territorio”. Resultaba obvio que aquel era el camino para iniciar un proceso de desarrollo autónomo, que finamente, nunca terminaría de arrancar.

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