19/05/2019

Acción y compromiso con las causas justas

De manera injusta, pasó a la historia como el hermano de José, pero vaya si la trayectoria de Rafael Hernández alcanzó lustre propio. También se valió de las letras cuando fue necesario aunque claro, lejos de la talla del autor del “Martín Fierro”. En cambio, compartieron los Hernández el compromiso con las causas que consideraron justas y la determinación que caracteriza a los hombres de acción.

Como fue adversario del mitrismo, militó en esa hueste de brillantes intelectuales cuya labor es soslayada o tergiversada por quienes se adueñaron de la narración histórica. Pero, en términos concretos, su obra material perdura hasta la actualidad, porque varios pueblos de la provincia de Buenos Aires y Santa Fe le deben su origen y diseño urbano. Vino al mundo el 1º de septiembre de 1840.

A los 12 años perdió a sus progenitores y, entonces, quedó a cargo del hermano mayor. Sobre él, escribió Fermín Chávez: “Era agrimensor nacional y su figura se yergue como un paradigma del empresario argentino, además de inventor, fundador de pueblos, periodista, colonizador y poeta”. Al primero de los títulos, lo obtuvo en la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la Universidad de Buenos Aires.

En 1857, marchó hacia Entre Ríos junto con José y se incorporaron como oficiales al ejército de la Confederación, aunque fueran porteños. Formaron en el Batallón 1º de Línea a las órdenes de Eusebio Palma. Rafael fue el abanderado de su unidad. Combatió en Cepeda en 1859, estuvo en el desaire de Pavón en 1861 y escapó milagrosamente de la masacre de Cañada de Gómez. En Paysandú, formó del lado de los heroicos defensores de esa plaza y quedó herido.

Hacia fines de los 60, comenzó a desplegar su actividad periodística en “La Reforma Pacífica” y también participó de la fundación de “El Río de la Plata”, junto con su hermano y Agustín de Vedia. En 1870, se radicó en Belgrano, por entonces un pueblo distinto de Buenos Aires. Al año siguiente, se desencadenó la epidemia de fiebre amarilla, y entonces condujo a su familia a la chacra de Pueyrredón y atendió a los enfermos. Recibió condecoraciones por su actuación.

Cuando Sarmiento puso precio a la cabeza de su hermano, Rafael entrevistó al entonces presidente y se cruzaron epítetos de grueso calibre. Curiosa circunstancia: el prócer que se considera como sinónimo de educación en la Argentina, estableció una recompensa para quien entregara al futuro autor del máximo poema nacional. ¿Padre del aula? ¿O más bien de la represión hacia el adversario político?

En 1872, José retornó a Buenos Aires pero, prácticamente, en condiciones de reclusión. Entonces, Rafael se encargó de sostenerlo económicamente. En 1875, después de desempeñar un cargo en Belgrano, resultó electo diputado provincial. Sus detractores objetaron el diploma, con el argumento de que había obedecido órdenes de un gobierno extranjero durante el sitio de Paysandú. Pero era un gran orador y polemista, rebatió en forma brillante las acusaciones y asumió su mandato.

Más tarde, se le encargó la Sección de Catastro y Geodesia de la provincia, desde donde fundó y diagramó los pueblos de Tres Arroyos, Pringles, Pehuajó, Coronel Suárez, San Carlos de Bolívar y Colonia Nueva Plata. En forma simultánea, contribuyó a la fundación del Club Industrial, es decir, Hernández no acordaba con el mero rol de productores de materias primas que en aquella época quisieron institucionalizar los líderes liberales.

Tampoco participaba del pensamiento filo-europeo de Mitre y Sarmiento. “Sólo resta deciros que así como lo primero que conviene estudiar en las escuelas es la geografía, el idioma, la historia y la naturaleza del suelo nacional -porque aquí hay que vivir, aquí hay que comerciar, aquí hay que templar nuestro espíritu para la lucha en la vida, aquí están nuestras afecciones y aquí está nuestra felicidad o desgracia, nuestra fortuna o miseria- pues, por las mismas razones, hay que conocer nuestros literatos, y nuestra literatura, que es la palpitación más reflexible de la vida nacional”.

Desde ese marco intelectual, impulsó la fundación de la Universidad Nacional de La Plata, que comenzó a funcionar siete años después. Fue el primer decano de la Facultad de Agronomía y Veterinaria en esa casa de altos estudios. Patriota cabal, integró el directorio del Ferrocarril Oeste y se opuso a su venta a favor de los ingleses. Es más, demostró que se trató de una auténtica entrega. Hacia 1890, escribió “Justicia criminal”, libro del que se dijo que era el “Martín Fierro” en prosa. También protagonizó “un puñado de otras hazañas”, cuya enumeración sencillamente no entra en esta columna. Porque, en definitiva, Rafael Hernández fue bastante más que el hermano de José.

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