04/03/2019

Hablemos de poder

Hablemos de poder

La palabra poder posee una connotación fuertemente negativa. Esto se debe a la creencia que muchos consideran que tener poder implica ser más que los demás. Esta idea nos conduce a idealizar a los poderosos y a confundir poder con omnipotencia (“yo puedo todo”). Muchos hacen todo lo posible por estar cerca del poder. Y muchos otros piensan que quien acumula mucho poder termina por corromperse, lo cual no siempre es así. 

¿Qué sucede cuando no tenemos poder? Varias cosas:

- Perdemos la capacidad de decidir e incluso podemos darnos por vencidos.
- Nos sentimos impotentes. Es decir, que tenemos la sensación de que no somos capaces de hacer nada solos y nos volvemos dependientes de la gente.
- Nos colocamos en el papel de “víctima”. Esto quiere decir que los demás son responsables de lo que nos ocurre, y esto siempre provoca sufrimiento porque perdemos nuestro poder personal.

La vida es un juego de poder. Ya sea que lo deseemos o no, todos nos movemos en relaciones de poder porque este se encuentra en todas partes. Y todo aquello que alcanzamos en la vida es gracias a nosotros mismos, y también gracias a otras personas. Pero esa cuota de poder de la que todos disponemos podemos usarla por medio de la coerción (imponerle al otro) o por medio de la persuasión (convencer al otro).

El poder siempre resulta vincular o relacional, pues tiene que ver con los demás y con el fin de obtener algo de alguien. Cada uno es más poderoso que otra persona en un contexto dado y con respecto a algo que busca lograr. Aquel que va ganando más poder, casi siempre, se aferra a este para que no se lo quiten; mientras que aquel que está abajo en la pirámide se esfuerza para ganar mayor poder. Así es como surgen los conflictos en los diferentes ámbitos.

Quien lucha por el poder sin importarle quién caiga suele tener una carencia de algún tipo y lo hace para disimular su propia inseguridad o vacío interior. Y cuando lo obtiene, se esfuerza por exhibirlo. Por ejemplo, conoce a alguien y le comenta: “¿Sabés quién soy? El gerente tal…”. O vive mostrándoles a los demás todo lo que se compra y lo que gasta. Es una especie de trofeo de pseudopoder. La vanagloria consiste justamente en jactarse del poder que uno no posee.

El poder nos puede seducir y llegar a encandilar. Nada produce tanta atracción y apego como el poder. Por eso, se habla del “erotismo del poder”. Por este motivo, siempre debería ser una herramienta en las manos de gente emocionalmente sana. Como mencionamos, todos somos una consecuencia de nuestras circunstancias, de nuestro contexto. Alguien humilde con poder lo agradecerá porque sabe que necesita de los demás; alguien orgulloso con poder se olvidará de dónde viene y será desagradecido creyendo que ya no necesita de nadie.

Todos en alguna área de nuestra vida y en distintas situaciones soltamos poder. Lo importante es mirar hacia adentro y reconocer con toda honestidad qué clase de poder ejercemos: ¿un poder de construcción, de mejora propia y ajena, o un poder de control y dominio?

Por consultas, podés escribir a [email protected].

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