COLUMNA ABIERTA

| 25/12/2018

Yo me escondo… tú te escondes…

Yo me escondo… tú te escondes…

La mayoría de las personas, en algún momento de su vida, recurren a las máscaras. ¿Qué es una máscara? Es aquella actitud que adoptamos para escondernos de la gente. Cada uno es experto en el uso de alguna máscara. ¿Por qué recurrimos a ellas? Porque no queremos ser rechazados.

Todos los seres humanos, algunos más que otros según su historia personal, tenemos miedo de que los demás nos rechacen si llegan a conocernos como realmente somos. Nadie está libre de ciertos rasgos que busca ocultar porque siente vergüenza de que sean descubiertos. Es así, como surgen las máscaras que se pueden dividir en tres tipos:

1. Ocasionales: las usamos en alguna ocasión y luego las desechamos. Un ejemplo de esto es alguien que se comporta como si tuviera mucho dinero cuando en realidad no lo tiene, y se endeuda para mostrarse de este modo frente a otros.

2. Especiales: las usamos para disfrazar algún área de nuestra vida o para decirle al mundo que somos capaces de desempeñar un rol, cuando, en realidad, no lo somos. Es alguien que, por ejemplo, se presenta como un buen padre, o un buen ciudadano, pero en el fondo está ocultando algún aspecto desagradable de su vida personal.

3. Permanentes: son las que usamos para tapar toda nuestra vida. Se trata de un ser humano que es considerado un “hipócrita”. Es quien les muestra a los demás una vida que, en realidad, no tiene y, cuando sale a la luz, sorprende a todos.

Las máscaras nos pueden ocultar durante algún tiempo y entretener a quienes nos rodean pero, tarde o temprano, nos ocasionarán sufrimiento. Esto sucede porque una máscara precisa de más y más acciones para ser mantenida. Como ya mencionamos el temor a ser rechazado, a no ser amado, es la plataforma para que alguien se coloque una determinada máscara. Si yo creo que tengo un defecto o me siento desnudo, muy probablemente recurriré a una máscara que es solo un banco de niebla para tapar algo.

¿Es posible ser libres de las máscaras?

¡Claro que sí! Pero debemos empezar por admitir que las usamos y saber que no son necesarias, pues todos podemos darnos a conocer con virtudes y defectos. Esto es posible cuando nos amamos de manera equilibrada, nos respetamos y nos aceptamos con luces y sombras. Nadie es perfecto ni mejor que nadie. Somos sólo seres humanos que cambian y evolucionan (o deberían hacerlo) con el tiempo. Entender esto nos libera de las máscaras.

Para ser libres de las máscaras, es fundamental sanar dos áreas de nosotros mismos:

El niño/la niña interior

Más allá de nuestra edad, todos necesitamos activar nuestro niño interior que es la capacidad de jugar y divertirnos. Los niños lo hacen naturalmente pero, muchas veces, cuando llegamos a grandes, las presiones de la vida hacen que anulemos esa capacidad que permanece latente en nosotros. Comencemos el nuevo año como niños que se ríen, juegan y la pasan bien en el momento presente.

El adulto

El otro rol que hay que restaurar en nuestra vida es la capacidad de conquistar que corresponde a los adultos. Es importante divertirnos pero también tenemos que ensanchar el territorio e ir por más. Esta capacidad suele estar anulada en mucha gente por el temor. Por eso, deberíamos procurar sanar toda herida emocional que nos mantiene estancados.
En este tiempo especial de fin de año, atrevámonos a enfrentar nuestras máscaras y hacer todo lo que haga falta para liberarnos de ellas. De ese modo, podremos caminar como seres humanos completos, plenos y felices que dejan huella en este mundo.

Te puede interesar
Ultimas noticias