13/12/2018

En vez de superar las antinomias, se encargan de profundizar la grieta  

Al cumplir tres años de su mandato, muy lejos está el gobierno actual de ni siquiera arañar su “revolución de la alegría” y superar las históricas divisiones que caracterizaron a los argentinos. Años atrás se hablaba de “antinomias” y más recientemente se instaló el concepto de “grieta”, para graficar las profundas diferencias que, en la percepción de diferentes temáticas, separan a los ciudadanos y ciudadanas del país.

Pocos días atrás se cumplieron 35 años de la restauración democrática. Los que peinan canas recordarán que cuando se produjo aquel retorno, era slogan prácticamente obligatorio en todas las fuerzas políticas la cuestión de “superar las antinomias”. Pues bien, está a la vista que no solo no fuimos capaces de dejar atrás esas dicotomías: hay encumbrados dirigentes políticos y corporaciones mediáticas que se encargan de alimentarlas.

A comienzo de los 80, las “antinomias” tenían que ver con la oposición que cruzó la segunda mitad del siglo XX: peronismo versus anti-peronismo. La virulencia verbal alcanzó momentos memorables, cuando en ocasión de la llegada de Perón al poder, se acuñó la expresión “aluvión zoológico”. Erróneamente, se cree que así se calificó a las columnas de trabajadores que, desde los suburbios bonaerenses, arribaron a la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945…

En realidad, la referencia tuvo como autor a un diputado radical que la pronunció en Cámara Baja el 7 de agosto de 1947, cuando dijo: “El aluvión zoológico del 24 de febrero parece haber arrojado a algún diputado a su banca, para que desde ella maúlle a los astros por una dieta de 2.500 pesos. Que siga maullando, que a mí no me molesta”. Ernesto Sanmartino, explicó más tarde que en realidad, no quiso referirse al pueblo peronista, sino a “los núcleos de activistas, organizados o inorgánicos, que no representaban al auténtico pueblo de la Nación, y que en la búsqueda de la justicia social no titubearon en denigrar la libertad”. La diferencia es muy sutil...

Si bien aquellos conceptos que hoy calificaríamos de racistas alcanzaron una dimensión considerable desde 1945 en adelante, no fue menor el desprecio que ciertos argentinos prodigaron hacia otros en la época del primer radicalismo, cuando la Unión Cívica Radical (UCR) supo representar efectivamente a las grandes mayorías populares. En las primeras décadas del siglo XX, los conservadores acuñaron la fórmula “chusma radical” para referirse a ese movimiento que asumía nuevas formalidades, con orígenes de fácil reconstrucción.

En las primeras versiones de la UCR se agruparon los nietos de los gauchos federales, los orilleros que no tenían lugar en el modelo agro-exportador de los vencedores en Pavón y los inmigrantes, que vinieron a hacer la América y se encontraron con la insensibilidad de los sectores dominantes. No gratuitamente Leandro Alem pronunció en los momentos fundacionales: “la Unión Cívica Radical es la causa de los desposeídos”.

Si hilamos un poco más fino, advertiremos que las antinomias reconocen una genealogía que inclusive puede remontarse a 1810. Sin embargo, encontraron formulación sistemática en la obra escrita de uno de los hombres más importantes de la historia política argentina: Domingo Sarmiento. En su “Facundo: civilización y barbarie”, el luego presidente acuñó una categorización que todavía vive en la manera de hacer política en la Argentina.

Al establecer la antinomia “civilización y barbarie”, Sarmiento formuló una genial operación política, según la cual, sus adversarios no poseían racionalidad. Si bien en términos coyunturales su libro surgió de una serie de artículos que se idearon en oposición a Juan Manuel de Rosas, el sanjuanino concentró en la figura del caudillo riojano, todos los rasgos execrables que nos caracterizan como humanos. Y como contrapartida, abstrajo la razón, la inteligencia, la ilustración y la ética, para depositarlas en los hombres del unitarismo, futuro liberalismo.

Sabía Sarmiento que, para Aristóteles, la definición de hombre es “animal racional”. Entonces, si sus antagonistas federales tenían el raciocinio en expresiones mínimas o directamente carecían de él, se convertían rápidamente en menos que humanos: no tenían los mismos derechos. El sanjuanino abundó en repetidas oportunidades con sus conceptos: “en las provincias viven animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor”, le escribió en 1863 al presidente Mitre. Por entonces, campeaba la montonera del “Chacho” Peñaloza. Ese pensamiento se tradujo luego en fusilamientos y degüellos a mansalva de miles de gauchos que ya se habían rendido.

La costumbre argentina de restarle racionalidad al adversario político, vive y colea. La responsabilidad que tienen los grandes medios en el resurgimiento de las antinomias, es absoluta. Admitamos que, si bien Sarmiento era racista, incurría en ese pensamiento por convicción. Los actuales “civilizados” también, pero además defienden intereses materiales muy poderosos de cuyos beneficios participan en forma directa.

Te puede interesar
Ultimas noticias