01/12/2018

EMOCIONES ENCONTRADAS: Festival provincial de folklore

EMOCIONES ENCONTRADAS: Festival provincial de folklore

 

La ciudad de Choele Choel organiza, desde hace casi cinco décadas, un festival provincial de folklore, al que se le agrega una sede competitiva para el Pre Cosquín, en diferentes rubros. Este año, por primera vez, se levantó el escenario al aire libre, en la Isla 92, ese pedazo de tierra que abraza por ambos lados el Río Negro. Dentro de un bosque de sauces, álamos y otras especies, sonaron las voces de cantores y lucieron los pasos de los bailarines.

El amor por la música de la tierra, mezclado con las ansias de llegar al escenario mayor del folklore, provoca que gente de diferentes puntos de la provincia, y de las vecinas, lleguen de las más variadas formas a ese punto de encuentro. Desde horas tempranas (pasada la siesta, como marca la cultura valletana), se dan cita los competidores y se entremezclan los sonidos de la música nativa con el canto de las calandrias, venteveos y horneros.

Malambos, huellas, triunfos, rancheras, zambas, son recreadas por los bailarines, con sus rostros iluminados y la emoción a flor de piel. Desde hace algunos años, se han logrado llevar al escenario las danzas populares de la zona rural de nuestra provincia, con su estilo y forma particular, haciéndolas lucir a la par de las de otras regiones del país, lo que marca el compromiso con la investigación y la recopilación, además de dejar clara la convicción de que tenemos expresiones ávidas de ser difundidas. Jóvenes que se conocen allí, con sus trajes y vestidos cuidados hasta el mínimo detalle, deseándose suerte en la competencia, aportan su frescura y dejan un claro mensaje de convivencia, tan necesarios en estos tiempos.

Los cardinales tan marcados de nuestra provincia son reflejados en composiciones de quienes le cantan: la cordillera, la costa atlántica, la meseta y el valle frutal, surgen en forma de milongas, valses, rancheras, loncomeos y algunas otras formas musicales, de las que el público presente disfruta y premia con el aplauso durante horas, accediendo al predio en forma gratuita, con puestos de variada oferta gastronómica criolla para ir acompañando el disfrute de lo que sucede en el escenario. El público escucha “como en misa” desde las narraciones camperas, sencillas y llenas de imágenes, de don Saúl Huenchul, hasta la exquisitez de un octeto vocal femenino; desde un dúo de flauta y guitarra hasta una compañía de arte nativo, aplaudiéndolos de pie, obligan a los locutores a pedir bises.

Desde la platea, se observa el resultado final de ensayos y propuestas, pero no se ve el sacrificio que realizan algunos de los participantes por estar allí presentes. Joaquín, llegó desde Neuquén, con su joven compañera en un avanzado embarazo, acompañado de sus dos hijitos, uno de ellos con otitis, luego de solucionar un inconveniente mecánico en su vehículo, se refrescó un poco y cantó con toda su energía una zamba para tratar de convencer al jurado de su calidad interpretativa. Facundo, a las once de la noche, luego de concursar, viajó en su auto durante dos horas para presentarse en su trabajo a las seis de la maña y, luego, emprender nuevamente viaje a Choele, para participar de la segunda ronda. Desde una carpa, en el camping cercano, sale una bailarina con su vestido largo y floreado, dispuesto a volar en zarandeos, giros y contragiros, mientras su compañero lustra sus botas con un pie apoyado en el paragolpes de un auto estacionado en las inmediaciones, al que transformaron en camarín, o una jovencita mirándose en el espejo retrovisor del móvil de bomberos, apostado allí cerca.

Es saludable y digno de imitar que un municipio, ayudado en mayor o menor medida por estamentos provinciales y nacionales, invierta dinero en cuatro días de festival, con una grilla totalmente nutrida por artistas de la región, todos ellos remunerados. Todo ese dinero, seguramente, puede ser el caché de alguna estrella de renombre nacional convocante; pero, en este caso, queda en la región, además de dignificar la tarea de abnegados artistas independientes, que en la mayoría de los casos, dejan de lado sus tareas habituales para tomar sus instrumentos y subir al escenario, para dejar claro que hay calidad, sólo que faltan oportunidades.  Saber que hay gente que recurre a los artistas de la zona por convicción y no por falta de presupuesto es un soplo de aire fresco y un ejemplo para ser imitado. En definitiva, el folklore nacional está compuesto de la suma de expresiones regionales.

Dicen algunos que el nombre del pueblo proviene de una onomatopeya mapuche, que al instar a los caballos a cruzar el rio les gritaban “Choel, Choel…”, ojalá esa voz sea un estímulo para que avancen y contagien estas propuestas que tanto bien hacen a la cultura de nuestra provincia. 

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